miércoles, 8 de julio de 2015

EL AUTOGOL DEL RACISMO


Cada vez que el italiano no Paolo di Canio marcaba un gol con la camiseta del Lazio, corría hacia una de  las curvas del Estadio Olímpico de Roma, donde se  ubicaban los barristas ultras de su equipo. Allí frente a ellos les rendía honores con el saludo facista, levantando el brazo derecho. No solo por esto Di Canio generaba controversia. Además de llevar un águila imperial tatuada en la espalda, tiene grabada en su cuerpo la palabra  Dux (Duque) en honor al personaje que más admira, Benito Mussolini.
Aunque algunas barras bravas peruanas usan esvásticas y llevan nombres liados a la barbarie nazi (una de las facciones de la Trinchera norte se llama Holocausto), el racismo en el futbol local está lejos de tener  una simbología de ese tipo. Es más las alusiones al nazismo  no corresponden a una identificación ideológica, sino a un patético intento de demostrar una supuesta fiereza, de hacer sentir miedo. Probablemente  algunos de estos barristas crean que Hitler era un puntero derecho de un equipo berlinés y Goebbels, un despiadado volante que le cubría las espaldas.
El racismo en nuestras canchas es, si cabe el término, más simplón. Se expresa a través de los ”uh uh uh” que, a la manera de sonidos simiescos, grandes y chicos repiten en la tribuna cuando un jugador afrodescendiente toma la pelota. Y con los “negros de mierda” o “serrano estúpido “que se repiten en las graderías o entre los propios jugadores durante el juego.
Sin embargo, el reciente vejamen sufrido por el jugados Luis Tejada, durante el partido del Cienzano y el Aurich en el Cuzco subleva por varias razones. Además de los insultos que obligaron al panameño a abandonar el campo, ni el árbitro ni los organizadores del encuentro reaccionaron adecuadamente. El juego continuo como si nada  importante hubiese ocurrido.
Lo peor vino después. El  administrador del cuadro cuzqueño, Jorge Balbi, envió una carta a la Asociación Deportiva de Futbol  Profesional solicitando que el delantero sea castigado por “victimizarse e incitar a la violencia”, ya que según dijo, los insultos que recibió no fueron racistas.
Sin embargo, luego indicó: ‘Para el próximo partido, si a uno de mis jugadores le dicen “chino de m…’’ó’’ cholo” ¿ voy a pedir que se retiren del campo?
No, pues, esto es un mal presente  en el futbol. El remate de sus declaraciones fue, para usar términos futbolísticos, de campeonato: “ En el Perú, los insultos que hay, no tienen la connotación negativa de racismo que hay en Europa y la gente del futbol lo sabe”.

En realidad, el mal precedente es que existan personas que quieran pasar por agua tibia actitudes que se deben erradicar sin miramientos. Lo que sufrió Tejada sobre el césped del Garcilaso se repite con los mismos o más decibelios en la combi, el mercado, plazas, colegios y avenidas de todo el país. El racismo en el Perú esta enraizado y para ponerse fin un requisito fundamental es empezar por reconocerlo. 

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