El estudio de la producción del conocimiento sobre la cultura Lima
(200-650 d.C.) implica, necesariamente, interesarnos en la historia de cómo la
disciplina arqueológica ingresó al Perú, así como, la forma en que se
"recolectaban" -o mejor dicho percibían y registraban- los datos
sobre los cuales se basan nuestras interpretaciones de su proceso cultural. En
nuestra opinión, grosso modo esta historia atravesó tres
etapas que trazan un derrotero que -al menos en las dos primeras- refleja la
historia de la arqueología en el Perú.
Veamos los rasgos más significativos en cada una de ellas. La primera
etapa estuvo signada por las actividades del arqueólogo alemán Max Uhle y
abarcó un lapso de tiempo que puede considerarse entre 1896 y 1911, es decir,
durante el tiempo que trabajó en el Perú y sentó las bases de una arqueología
moderna gracias a su sólida formación europea.
Dado su carácter fundacional, en este período no se publicaron artículos o
monografías específicas sobre la cultura Lima pero ya se advirtieron
testimonios de su presencia. Por entonces, las culturas precolombinas se
dividían entre Inca y pre-Inca, de allí que se entiende mejor por qué Uhle
vincularía las expresiones culturales de esta época en la costa central a
"la antigua cultura de Ica y Nazca". Uhle
veía vínculos estilísticos con el sur, expresados en la decoración de la
cerámica y un mural pintado encontrado en el valle de Chancay que interpretaba
como "peces entrelazados". Su planteamiento parecía verse reforzado por un conjunto de piezas de
cerámica -de claro estilo Nazca- mostrando paneles de figuras alargadas,
aserradas y entrelazadas como motivo decorativo principal en vajillas
procedentes del valle de Chancay.
Además de conocer este conjunto cerámico Lima procedente del valle de
Chancay, Uhle estudió otros importantes centros monumentales de esta cultura,
como: Copacabana (valle del Chillón), Huaca Aramburú (valle del Rímac), huaca
Juliana (o "Pucllana" de Miraflores) y el cementerio de Nievería,
además del Santuario de Pachacamac en donde encontró cerámica Lima "debajo
de la terraza oriental más inferior del Templo del Sol". Por estos motivos, y a pesar de su brevedad, este
primer período puede ser llamado de "la influencia alemana".
Los ecos de las actividades de Uhle continuarían en la segunda etapa de
esta historia de la investigación de la cultura Lima. Las colecciones que formó
durante su fructífera estadía profesional en Lima -sea trabajando para la
Universidad de California o para el Estado peruano- son objeto de estudios que
tratan de describirlas y ordenarlas. Se iniciaría con el trabajo del francés
Raoul d´Harcourt (1922) que estudia, principalmente, una parte de las
colecciones que Uhle recuperó del cementerio de Nievería y que, entonces, se
encontraban en el "Museo de Lima".1 Sigue con las
actividades de arqueólogos norteamericanos como Alfred L. Kroeber (1926) y Ann
H. Gayton (1927) que, asimismo, analizan las colecciones hechas por Uhle en
Chancay y Nievería, respectivamente, depositadas en el museo de la Universidad
de California. Uhle las había recolectado cuando trabajaba para esa institución
entre y 1899 y 1905. El 1 de enero de 1906 Max Uhle fue contratado por el
Estado peruano y nombrado Director del Museo Nacional del Perú (Kroeber y
Strong,
Los también norteamericanos, Gordon Willey (1943), William
Duncan Strong y John H. Corbett (1943), Louis M. Stumer (1953, 1954),
nuevamente, Alfred L. Kroeber (1954), Thomas C. Patterson (1966), Timothy K.
Earle (1972) y Jeffrey Quilter (1986) realizan sendos trabajos
de campo en sitios Lima que, mayormente, se publican como monografías y
artículos específicos en donde se explayan sobre los testimonios de esta
cultura como una clara entidad independiente. También están comprendidos en
este período trabajos importantes del peruano Pedro Villar Córdova (1935), el
ecuatoriano Jacinto Jijón y Caamaño (1949) y los italianos Pellegrino Claudio
Sestieri y Ernesta Cerulli(1967), Asimismo, en este lapso las expresiones
materiales de la cultura Lima se agrupan bajo las etiquetas de "Proto
Lima", "Interlocking", "Cajamarquilla", "Playa
Grande", "Maranga" y otros.
Lo que nos interesa señalar con este rápido recuento es la
preponderancia y el dominio de los arqueólogos norteamericanos que, por la
cantidad y calidad de los resultados publicados, pueden dar nombre a este
segundo período de investigación como de "la influencia
norteamericana". Su punto culminante está marcado por la secuencia
estilística de cerámica elaborada por T. C. Patterson (1966), la misma que
sigue dictando el ordenamiento cronológico relativo a los restos de esta
cultura hasta ahora y de la que se ha tomado el nombre -"Lima"- que
la identifica actualmente entre la mayor parte de los estudiosos. Cabe señalar,
además, que este período se caracteriza por la proyección y alcances de los
trabajos realizados y publicaciones monográficas hechas por los colegas estadounidenses
en un nivel, al presente, no igualado.
Cabe reflexionar sobre los factores que habrían posibilitado esta
impronta norteamericana en el estudio de la cultura Lima, entre los que podemos
mencionar: a) El orden y plan de sus investigaciones, pues comenzaron
estudiando las colecciones de Max Uhle en los Estados Unidos, produciendo
sendas monografías sobre cada una de ellas, b) Emprendieron programas de
investigaciones regionales -excavando y/o prospectando en sitios Lima
importantes- con metas claras, como la de establecer columnas cronológicas para
ordenar e interpretar este desarrollo cultural en la costa central. Estos
fueron los casos del frustrado intento de Louis M. Stumer, el exitoso de Thomas
Patterson y el limitado al valle de Lurín de Timothy Earle, c) Sus
investigaciones fueron patrocinadas por instituciones universitarias de
prestigio contando con becas o fondos de investigación suficientes, d) Fue
sostenida en el tiempo, por poco más de medio siglo.
Por último, el tercer período de investigaciones está marcado por la
actividad de arqueólogos mayormente peruanos. Puede decirse que se define a
principios de los ochenta y dura hasta el presente. Se caracterizaría por
trabajos con intentos de articulación o síntesis limitados, ausencia de
monografías publicadas que muestren por extenso los resultados de las
excavaciones realizadas y un acatamiento, casi sin reservas, de la secuencia de
Patterson. Asimismo, se contempla una notable escases de
análisis arqueométricos -no obstante la disponibilidad local y externa de
muchas de sus técnicas- entre los cuales destaca la relativa ausencia de series
de fechados radiocarbónicos, los cuales son importantes para definir mejor la
cronología, las variantes y los estilos en la secuencia cerámica y cultural del
ámbito que abarcó su ocupación.
Se interviene en yacimientos monumentales como Pachacamac, Huaca
Pucllana, Maranga, Melgarejo, Cerro Culebra, Cerro Trinidad, Cajamarquilla y
Catalina Huanca.
Además de trabajos en otros sitios de menor tamaño, aunque no menos
importantes. Destacan los trabajos de puesta en valor de la Huaca Pucllana, en
donde la confluencia de su ubicación en uno de los distritos más ricos de la
capital y el trabajo sostenido de tres décadas han dado como resultado el
monumento de la cultura Lima más visibilizado en la actualidad (Flores, 2005).
Sin embargo, por estar limitado a ese sitio y por la ausencia de publicaciones
de envergadura que muestren los resultados de sus excavaciones de manera amplia
y detallada, sus investigaciones no han incidido aún de manera sustancial en el
esclarecimiento de las diferentes problemáticas de la sociedad Lima. Por los
aspectos bosquejados esta etapa de la investigación de la cultura Lima podría
denominarse "nacional".
Sus características pueden deberse a varios factores que valen la pena
comentar, entre los que no está ausente el "desinterés" en que ha
caído el tema por el escaso rédito que -en términos de prestigio intelectual-
implicarían "descubrimientos poco espectaculares". Los cuales
-pensando erróneamente claro está- no se darían entre las expresiones
materiales de los Lima, comparadas con otras de sociedades coetáneas como los
Moche de la costa norte y los Nazca de la costa sur. Actualmente, es necesario
considerar la promoción mediática -tanto nacional como internacional- y estos
factores subjetivos para postular a subsidios o fondos con mayores
posibilidades de éxito, principalmente, estatales en el caso peruano. Es
probable, asimismo, que este último aspecto tenga algo que ver con la
"escasez" de investigadores extranjeros interesados en el estudio de
la cultura Lima.
Como sabemos, la práctica de una arqueología moderna exige el análisis
multidisciplinario de los restos recuperados. Como, por ejemplo, los ensayos de
análisis de levaduras, actividad fermentativa y de polen que Segura (2001)
realizó con algunos resultados. Estos constituyen pruebas necesarias para
sustentar propuestas más acotadas pero que, a la vez, tendrán mayores
implicancias en las hipótesis explicativas. Como aquélla que un evento ENSO (El
Niño Southern Oscillation) afectó de modo importante la historia de
Cajamarquilla (Mogrovejo y Makowski 1999), como parecen indicar ciertos
contextos no publicados en detalle. Sin embargo, cabría preguntarse si los
impactos de los eventos ENSO no afectaron a la sociedad Lima en diferentes
momentos a lo largo de su historia, de qué modo y en qué medida. En este
aspecto, sin duda, la geología del cuaternario tiene algo que decir, como lo
pone de manifiesto la aproximación de Valdez y Jacay (Ms). Muchos otros
artículos y aportes se han dado en esta última etapa, sin embargo, no logran
variar el perfil general aquí trazado.
Por otro lado, volvemos a señalar los escasos fechados radiocarbónicos
aplicados a sus restos orgánicos, poco más de una docena publicados al presente
(Falcón, ms). Sólo una descripción detallada de los contextos excavados y sus
asociaciones marcarán los criterios principales para la segregación de fases
culturales y/o eventos sociales y naturales importantes. En este sentido,
quedan muchas interrogantes en el estudio de la cultura Lima, algunas nunca
enfocadas, como por ejemplo, la ausencia de las denominadas fases tardías (7, 8
y 9) de la secuencia Lima en el valle de Chancay, cuasi exclusivamente
determinado por elementos estilísticos de la cerámica.
No se han realizado fechados radio carbónicos para Cerro Trinidad,
Chancayllo y Horcón, los tres sitios más importantes de esta cultura en el
valle de Chancay, a pesar de la monumentalidad y complejidad de los
dos últimos y la antigüedad en la historia de la investigación del tema del primero,
con intervenciones directas de Uhle y Willey.
Por
otro lado, las fases medias de la secuencia (4, 5 y 6) concentran el 76% de la
muestra total de fragmentos cerámicos usados para definirlas y susténtalas (Patterson, 1966), sin embargo, nuestro
conocimiento de las características de la arquitectura y sus asentamientos durante el tiempo que abarcarían son muy limitados. En
consecuencia, sería posible ensayar una hipótesis en el sentido de que la ausencia
de cerámica de las fases tardías en los
extensos centros urbanos Lima del valle de Chancay se deba a causas culturales antes que
cronológicas, es decir cabe la posibilidad de u las fases medias en este valle
tengan una mayor duración. Esto no lo sabemos a ciencia cierta.
Hay
algunas lecciones importantes que sacar de esta breve historia de poco más de
un siglo de investigaciones arqueológicas. Seguramente, el futuro de la
arqueología de la cultura Lima exigirá mayores esfuerzos y mejores estrategias
de investigación y planificación, sustentados en programas de campo institucionales
de largo aliento –convenientemente financiados- que permitan conocer mejor el origen,
desarrollo y desaparición de una sociedad de fuerte impronta regional que aún
conserva importantes yacimientos en el ámbito donde se asienta la actual capital del Perú.
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