jueves, 2 de julio de 2015

TOMÁNDOSE UN CAFÉ FRENTE A UN ASALTO

Eran  las 9.37 de la noche de un miércoles cualquiera. En el café Gianfranco, en pleno dentro de Miraflores, los amigos conversan, las familias ríen y los muchos turistas  repasan sus agendas. Es decir, un calmo escenario  con aire de antiguo y olor a orégano de todos los días, que, repentinamente, se desfiguró.
“Esto es un asalto”. En solo dos minutos cinco pistoleros, cubiertos con pasamontañas, ingresaron al local, pusieron a los comensales contra el piso y concretaron un robo de miles de soles. Este fue el primer paso.
Luego se dirigieron al restaurante el 10 en el mismo distrito y repitieron  exactamente el mismo procedimiento, tras lo cual se embarcaron en el 4x4 y huyeron a los disparos seguidos por la policía a lo largo de seis distritos de la capital. Finalmente, fugaron.
¿Un cinematográfico hecho aislado? Lamentablemente, no. Según informes policiales, en la ciudad hemos tenido por lo menos 350 asaltos desde mediados del 2014, es decir, desde que se desato la epidemia. ¡Casi uno por día! Racha de la que incluso as zonas más concurridas y seguras no se han librado, como San Isidro, Barranco y Surco.
La ola de robos ha alertado también a las delegaciones extranjeras. La Embajada de Estados Unidos , por ejemplo, comunico a sus ciudadanos  por medio de Facebook que el personal  de la embajada está prohibido de ir al restaurante Sophie Bistro, también en Miraflores, por los ‘recientes robos armados”  de los que ha sido víctima.
En humor negro limeño corre apuestas preguntando cuál de los apacibles cafés o restaurantes favoritos será la próxima víctima. Pero, en realidad, el asunto no está para bromas. Lima está cogiendo la fisura de las ciudades en las cuales la escalada de violencia es altamente nociva. Le dicen “las arquitecturas del miedo”.
Esta se mide cuantitativamente y se sufre cualitativamente. Días atrás César Peñaranda, de la Cámara de Comercio de Lima, declaró a “Semana Económica” que la violencia estaría costando al país  un 4,5% de su PBI. Si bien en este indicador están incluidas 11 variables, la de la seguridad ciudadana sería una de las más sensibles.
La arquitectura del miedo tiene un alto precio para las empresas también. Se sabe que el sector construcción, por ejemplo, este representa entre el 5$ y 10% de su estructura de costos. En el turismo, la sociedad de Comercio Exterior del Perú (Cómex) considera que uno de los motivos de la desaceleración de vistas que hemos afrontado en los últimos anos es, precisamente, la inseguridad (de 17.3%) en 2011 a solo 3.4% en el 2014).
Pero acaso las más graves consecuencias están en los cambios en el comportamiento y los patrones de vida que los ciudadanos sufren por la delincuencia desbordada. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), puntualmente, los peruanos hems dejado de ir a lugaes de recreación en 25.1% en los últimos 12 meses por la delincuencia y limitado nuestra visita a lugares de compra en 34.1%.

Nada que no podamos sopesar con un café recargado de por medio, “no es cierto”.

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