Aquicito, ahorita y yapita para la pobreza
Los peruanos queremos mejorar; queremos combatir la pobreza, crear desarrollo y vivir en paz. ¿Pero tenemos las herramientas para lograrlo?
Expresiones muy nuestras como 'aquicito nomás', 'ahorita' y 'yapita' de alguna manera nos acercan distancias, apuran el tiempo e incrementan cantidades. Frente a ellas, la ciencia de medir, cuantificar y diagnosticar la realidad ha impulsado transformaciones comerciales, científicas, religiosas, políticas y culturales relevantes para el desarrollo de una sociedad. Quizás porque somos un pueblo querendón y hospitalario no tenemos tan desarrollada la necesidad de precisar distancias, tiempos y cantidades. Sin embargo, la exactitud, el planeamiento y la medición contribuyen a trascender de un mundo cerrado, basado en emociones, a uno de relaciones basadas en reglas y derechos, en roles y responsabilidades. Un mundo donde el avance no está 'aquicito nomás' sino que se mide y cuantifica, y por ende se evalúa y critica buscando sumar para mejorar.
Los peruanos queremos mejorar; queremos combatir la pobreza, crear desarrollo y vivir en paz. ¿Pero tenemos las herramientas para lograrlo? ¿Estamos utilizando todo el poder de la ciencia para combatir la exclusión? ¿Sabía que hay más de seis maneras diferentes de medir la pobreza? Dependiendo qué aspecto se desee analizar, la pobreza puede medirse en función del ingreso o del gasto de la familia, o en función de las necesidades básicas insatisfechas (niños que no asisten a la escuela, hacinamiento en la vivienda, solo un generador de ingresos con muchos dependientes, etc.) o carencias de infraestructura de agua, desagüe y electricidad. El Índice de Desarrollo Humano pondera analfabetismo, esperanza de vida al nacer, escolaridad, logro educativo e ingreso familiar. Más allá de la variable utilizada, lo importante es medirla periódicamente porque solo podemos avanzar si sabemos dónde estamos y cómo medir el avance.
En lo que a pobreza respecta, en el Perú tenemos muchas maneras de medirla, muchas estadísticas e indicadores, muchas leyes, mucho ruido y muy pocas nueces. Los indicadores utilizados para realizar transferencias a los distritos están, en muchos casos, desactualizados. Así, la tasa de mortalidad infantil que usa el Foncomún data de 1996, el índice de desnutrición crónica de 1999, el Vaso de Leche, pensado para alimentar a los niños pobres y personas inválidas, hoy no toma en cuenta esas variables sino solo población, pero de 1993. Pero es aun peor que nuestra legislación, nuestro proceso presupuestario y nuestro sistema político no incentiven la lucha contra la pobreza, ya que las transferencias son mayores mientras más pobre sea el distrito, así que mientras menos se haga para combatirla más recursos se reciben y quien se esfuerza es castigado por su eficiencia. El efecto de inclusión y justicia, del que tanto se habla, no se está dando en la realidad, y pareciera que esto no importa porque la pobreza está 'aquicito nomás', se soluciona 'ahorita' y, total, el Gobierno igual dará una 'yapita'.
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