miércoles, 6 de julio de 2011

EL FIERO GUERRERO CUSI CAHUIDE

Mi nombre es Cusi Cahuide, guerrero e hijo de guerrero
Mi padre murió en la daga de Almagro,  El viejo.
Aquel que furibundo odió a Pizarro y empobreció la comarca.

Eso no importa ahora, pero tal vez importe.
Cusi Cahuide soy, hijo de guerrero y padre de guerrero.
Emolientero de noche, verdulero de día, cantante de siempre.

Esta es mi lucha, Sacsaihuaman se llama ahora Huaycán.
Tengo 60 años y un barril lleno de llantén. Mi carretilla es la misma.
Y los mismos trinches negros me acompañan desde que salí de Tambopata.

Canto en quechua y ya no soy quechua
Oh Wiracocha
Señor del Universo
No permitas
Que me fatigue
Que me muera

No permitas que los apus me maldigan
Wiracocha, creador del cielo y del infierno, sólo Tú sabes del boldo,
solo Tú de las invasiones a medianoche,
de la hermana estera que guarda las esperanzas de mi último hijo.

Hijo de invasora y emolientero. Quisquis se llama
porque Quisquis murió como hombre.

Pronto las estrellas marcarán la una y a la una
apago la vela, enciendo mis sueños.

Luego de la muerte de Huáscar y Atahualpa, los conquistadores designaron a Manco Inca, como el sucesor. Manco Inca se ciñó la mascaipacha y fue reconocido por curacas y miembros de la nobleza inca. Los conquistadores españoles tenían la idea de utilizar  a Manco como un mandatario “títere”, pero el nuevo Inca tenía otros planes que  decidió llevarlos adelante.
Lo primero que dispuso fue reorganizar su ejército, para lo cual se puso en contacto con los curacas de diferentes partes del Imperio. Paralelamente, envió a su hermano y rival en el proceso sucesorio, Huillac Umu y Paullu, junto con Diego de Almagro, fue en la  expedición hacia Chile. De esta manera se veía libre de una lucha por el poder y disminuía el poderío de los españoles.
En abril de 1536 el plan se puso en ejecución, cuando Manco partió del Cuzco con el pretexto de ir a traer unas estatuas de oro del tamaño de un hombre para Hernando Pizarro, los españoles codiciosos, dieron el consentimiento. Manco también dijo que realizaría una cacería (el gran “chaco” o caza ceremonial de vicuñas), aunque lo que pretendía era realizar los rituales previos a un enfrentamiento militar.
Manco, dividió las responsabilidades en tres generales, uno de los cuales, Cahuide, era una verdadera leyenda. El guerrero Cahuide, era el más fiero de la casta privilegiada de los orejones del incario  (llamados así por los grandes pendientes que usaban).
Cahuide el guerrero bestial de Manco, dirigía una encarnizada defensa de su bastión principal.  El conocimiento  que algunos indios aliados tenían  del terreno  era muy útil para los españoles. El sumo sacerdote y estratega de Manco, Villac Umu, había organizado el relevo continuo de los hombres a través de los pasajes  y subterráneos  y había cubierto todos los flancos  posibles en las alturas de la fortaleza. Desde allí enjambres de boleadoras, flechas, hondas y mazos podrían repelar cualquier embestida y neutralizar a los caballos en el llano.
Al pie de la muralla, uno de los capitanes invasores, pidió a Cahuide  la rendición inmediata y le gritó que los españoles respetarían su vida si abandonaba  la lucha. Desde el torreón vecino, lo vieron lanzar la porra sobre la cabeza del capitán. Instantes después, demudados, observaron cómo se cubría con una manta y saltaba al vacío con un aullido de puma. Horas más tarde, el apetito de los cóndores descendía sin honores sobre su cadáver y los cientos de combatientes.
El inca, que no sabía leer pero a estas alturas no ignoraba  los poderes devastadores de la palabra escrita en la cultura a la que se enfrentaba, permitió que llegarán al Cuzco, una a una, con perversa puntería cumpliendo con el destino inicial.
Días después, los conquistadores se enteraron de que contingentes indígenas se habían concentrado en Yucay y enviaron soldados armados en su búsqueda, pero fueron desbaratados por los nativos. Por ese entonces, las tropas de Manco sumaban unos 10 mil hombres, sin contar a las mujeres que, según el uso indígena, acompañaban a los combatientes.
El cerco del Cusco se hizo efectivo a fines de abril o principios de mayo y, según algunas exageradas fuentes, en ese momento, las tropas incaicas alcanzaban la astronómica suma de unas 200 mil personas. Años más tarde, se recordaría el pavor que sufrieron los españoles sitiados al verse rodeados por tal cantidad de hombres que permanentemente levantaban un gran vocerío y en las noches encendían fogatas que marcaban el cerco de la ciudad.
Un escenario importante de los enfrentamientos fue la fortaleza de Sacsaihuaman, inicialmente en manos de los nativos. Pereció en combate Juan Pizarro, como consecuencia de una herida en la cabeza causada por una piedra. Luego de seis días de combate, Sacsaihuaman fue tomada por los españoles. Murieron en esa ocasión gran cantidad de nativos. Según los relatos de la época aquí murió Cahuide, mientras intentaba desalojar a los españoles de la ciudad sagrada.  

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