Hace unos días un compatriota estaba muy intrigado con el tema del bollu preñado, así que le conté que durante las fiestas de Navidad, carnaval y las fiestas de Resurección, era costumbre inveterada la elaboración en las aldeas, villas y villorrios de los famosos bollos o bochos, según se dice en la zona lingüística asturiana de la ch. Tal práctica suele arrancar desde las simples boronos, tortos sobaos, bollos preñaos y bollos manolitos hasta los confitados en los que a la harina se le añaden huevos, manteca o natas frescas de leche y azúcar en cantidad. Su forma es variada, desde la simple torta o pancha hasta las de coleta, rosaca, roscón o bollu de picos.
En Somiedo y Tineo antiguamente debido a la escasez de comunicaciones, las costumbres se suelen conservar con mayor firmeza y los bollos de Pascua se hacen con harina, azúcar, natas frescas de leche y con tales ingredientes se amasan bollos grandes y redondos en forma de coletas, cociéndolos en los típicos y seculares hornos de bóveda, calentados con fuego hecho dentro de ellos – lo que se llama arroxar- Si los pueblos están enclavados en zonas donde abunda el boscaje, arroxao se hace con leña; de no poseer boscaje, se emplean para fuego las árgomas y brezos, que se sacan una vez que el horno alcanza la temperatura precisa. Para averiguar en alguno de estos pueblos el verdadero punto de calor se precisan estas hornadas, se introduce en la boca del horno sostenida por la mano, una fina hoja de panoya (envoltorio del maíz) si esta arde, es señal de que el horno está demasiado caliente, siendo preciso dejarlo esfrecer o enfriar; si por el contrario se pone dorada y abarquillada el horno está en su verdadero punto.
Cuando una familia hace la hornada suele “dar la prueba” a sus amistades repartiendo bollos por el pueblo. Muy corriente y popular es el llamado bollu preñao, hecho con harina, levadura, agua y sal y relleno de chorizos de la cosecha caseras. Estos bollos suelen repartirse entre los socios de las legendarias cofradías y hermandades de la Balesquida y la Magdalena en sus fiestas memorables después de la Pascua.
La Balesquida una fiesta instituida el primer martes siguiente al domingo de Pentecostés, que varía entre los meses de mayo o junio, según el calendario eclesiástico. La fiesta culmina en el denominado Martes de Campo o Martes del Bollu, donde los ovetenses dan cuenta del bollo y bebidas en el Campo de San Francisco y otros lugares. La fiesta tiene su origen en el siglo XIII gracias a la donación de bienes que doña Velasquita Giráldez -que por corrupción popular se trasformó en Balesquida-, (¿? - 1232) fue una rica dama ovetense de origen franco famosa por sus obras de caridad. Fue esposa de Fernando Gonzaluiz. Entre sus obras está la donación a la cofradía de sastres un hospital junto con su ajuar.
Otra donación suya fueron terrenos de rosales de su propiedad a la cofradía situados en la calle denominada hoy en día El Rosal en Oviedo. Su cuerpo está enterrado en un pilar de la iglesia de San Tirso.
Velasquita Giráldez otorgó a la Cofradía de los Sastres en ayuda de los pobres el 5 de febrero de 1232. se crea la escritura fundacional que dice: «...un hospital que edificará en heredad propia, cerca de las torres del castillo y camino de la iglesia de Santa María del Campo, para recibimiento de pobres y necesitados, con obligación de pagar al capellán de San Tirso 15 maravedises de la moneda del rey á 8 sueldos para celebrar misas...»
Como se indica en el documento de donación «10 lechos con sus alcózares y diez cabezales de buena pluma, once mantas y dos colchas»
Debido a esta donación, la antigua Cofradía de los Sastres se denominó Cofradía de La Balesquida.
Su reglamentación más antigua conservada data del 15 de mayo de 1450. En el siglo XVI la fiesta se iniciaba un domingo de mayo saliendo en procesión desde la capilla de La Balesquida con la imagen de la Virgen en dirección a la ermita de Santa Ana de Mexide. Recorriendo media legua, se realizaban algunas paradas en las que los concurrentes hacían libaciones y tras ser oída la misa en la ermita se repartía a los cofrades el almuerzo, que consistía en un torrezno, bollo y vino. Allí mismo era donde se celebraba una comida el martes, origen del martes de campo. Posteriormente, ya en el siglo XVIII, la procesión llegaba sólo hasta la capilla de Santa Susana y el almuerzo se tomaba en el Campo de San Francisco, regresando a la tarde la procesión a San Tirso, donde se rezaba y aún hoy se reza, un responso por doña Velasquita.
Debido al decaimiento de los festejos, en 1930 un grupo de ovetenses constituyó una Sociedad Protectora de La Balesquida, encargada de recaudar y celebrar el festejo todos los años. Debido a su compromiso con la ciudad durante setecientos años, el Ayuntamiento de Oviedo le concedió a la Cofradía de La Balesquida la primera Medalla de Oviedo el 25 de mayo de 1952.
Son típicos los bollos de dulce que con el nombre de bollo manolito se hacen en Trubia, Proaza, Teverga y Quiros a los cuales se suelen agregar unas gotas de anís o, simplemente, los populares anises al hacer la pasta. En algunos pueblos, el día del Patrono o Patrona de la Parroquia, aunque tal fiesta sea en fecha fuera del tiempo pascual, hacen grandes bollos preñaos con masa corriente y cocidos en los hornos caseros, como acontece en La Foz de Morcin, el día de la Virgen de la Probe con el nombre de bollu de zoquete o, también, empaná de zoqueté, cuyo secreto no es otro sino la gran abundancia de chorizos caseros que lleva dentro de la masa. Por Nochebuena, en San Julían de las Regueras suelen hacer unos pequeños bollos o rosquetas destinados a ser jugados en la mencionada noche por los mozos. En la parte comprendida entre Carreño, Gozón y Avilés y en sus pueblos comarcanos gozan de gran fama el bollu marañuelu, más vulgarmente marañuelas.
El bollu encerraba cierto ritualismo en los banquetes nupciales de las aldeas antañonas. Este bollu era denominado el cantelu en algunos pueblos de la Asturias noroccidental. Parece ser que cuatro mozas salían con una gran pañoleta, suspendida por las cuatro puntas, recogiendo los cantelos que los vecinos regalaban a los novios y estos bollos eran repartidos, después de los postres entre los convidados.
Tal costumbre de repartir el cantelo en los banquetes de bodas poseía la extraña y misteriosa virtud de estrechar más los lazos familiares. En Pola de Allande y Grandas de Salime el cantelo era un rosco que los novios distribuían en pequeños pedazos entre los invitados a imitación de la comunión en la Iglesia griega.
También se le llamaba pan del lloru o del choru a ese bollu en Tineo, debido a que la novia solía refugiarse en un rincón de la cocina asturiana dando grandes lamentos y derramando abundantes lagrimas en unión de sus amigas, cual si se avergonzase de salir de la casa paterna junto a un hombre –su marido- hasta que, a fuerza de ruegos y consuelos, lograban convencerla. Si la novia era forastera, al llegar al nuevo pueblo tiene la obligación de repartir entre los vecinos el cantelo y el vino. Semejante a esta costumbre era la que existía en Quiros de repartir el bollu o rosco quirusano. De tales costumbres sacaba Ramón Prieto Bances la consecuencia moral de que “pan y vino hacen amigos, y ser amigos, en tiempos medievales, era entrar en la familia extensa”. Relacionado con el problema del bollu está el de las familias en los padrinos y el engorroso y difícil del nombre que ha de llevar el recién nacido. Desde el momento del bautismo los padrinos contraen con el ahijado, además de la obligación moral correspondiente , de regalarle todos los años – antiguamente tenía lugar el Sábado de Pascua, hoy en cualquier día comprendidos dentro del periodo de ella – el bollu, la bolla o la pegarata, que en el folclore catalán llaman la mona. El bollu, en este caso, era una especie de coleta de pan corriente o amasado con manteca, y en la cual se incrustaban dos o tres huevos, los cuales quedaban cocidos en el horno a la vez que el pan. También solían adquirir la forma de una rosca con los huevos colocados a su alrededor, adoptando en San Julián y en Trasmonte de las Regueras la forma de una cruz.
Para los niños de antaño, tanto los padrinos como el bollu o pegarata encerraban un valor sobrenatural,. Como lo demuestra el romancillo que en días nublados entonaban los niños al sol para que éste se asomase por entre las nubes: “Sal, solin,/que te llama tu padrin,/para darle un bollin,/ para hoy, para mañana,/para toda la semana.”
Parece ser que en la romería de San Xusto en Cancienes, debía figurar como una especie de exvoto, un bollu de boroña, a juzgar por la canción popular muy divulgada especialmente en la Danza Prima de que “
Traigo ahora a relación la exitosa fiesta tradicional gastronómica ofrece invariablemente, en restaurantes y casas particulares, el suculento menú especial formado por garbanzos con bacalao y espinacas, callos y arroz con leche. El desarme se celebra en Oviedo, cada 19 de octubre sus restaurantes presentan el cartel anunciador: ¡Hay desarme¡.
Invariablemente el menú está formado por garbanzos con bacalao y espinacas, callos y arroz con leche. Exalta las generosidades otoñales de los productos del campo y mar asturiano. Los restauradores ovetenses ofrecen ese día más de 20.000 menús en todos sus establecimientos uniendo tradición e historia en torno a la buena mesa ante la que se convocan grupos de familias, amigos, compañeros de trabajo y visitantes en los distintos restaurantes para degustar tal suculento menú. Esta celebración anual, mantenida de generación en generación, no pasa desapercibida para el visitante al ver la calidad de los platos fijos y el mantel compartido al conocer su arraigada tradición y la singularidad de la conmemoración ovetense. Prueba de su éxito son las últimas iniciativas de extender desde hace unos años el evento por diversos concejos del oriente y occidente asturiano, aunque la cita obligada es su cuna, la ciudad de Oviedo. Y finalizando la celebración, una vez "desarmado", recomiendan consumarla como aquellos milicianos de tiempos pasados, lejos de las armas y con una buena siesta.
Cuenta la historia que tras la muerte de Fernando VII, que abolió la Ley Sálica, se produce una división entre la hija y hermano respectivamente del fallecido monarca. Los carlistas apoyaban los derechos al trono del príncipe Carlos, partidario de mantener el régimen absolutista y los fueros, mientras los isabelinos defendían un régimen liberal y la legitimidad de la hija de Fernando VII. Comienza así la Primera Guerra Carlista, que fue una guerra civil desarrollada en España entre 1833 y 1840.
En este contexto existen tres teorías principales para establecer las raíces de esta celebración que seguramente adoptó parte de todas ellas:
Desarme de voluntarios realistas en 1833
El 1 de noviembre de 1833, los liberales desarmaron a los voluntarios realistas en la plazuela del Real Castillo (Fortaleza de Oviedo sobre la que se construyó la antigua Cárcel Correccional de Oviedo), después de haberles servido un rancho, por lo que, para comer desembarazadamente, dejaron las armas en pabellón, que les fueron retiradas.
Batallones carlistas en Llanera en 1856
El 6 de julio de 1856 varios batallones carlistas establecidos en Lugo de Llanera esperaban órdenes para caer sobre Oviedo. Lo formaban milicianos de Oviedo, Avilés, Gijón, Proaza, Pola de Siero, Noreña y Mieres. Los vecinos, defensores liberales, no ofrecieron resistencia. Planearon preparar un rancho abundante de garbanzos con espinacas y bacalao, sumado a enormes cacerolas de callos, todo ello con abundante vino de acompañamiento. Los batallones ante tal banquete poco habitual disfrutaron de una profunda siesta, momento en que los vecinos aprovecharon para requisarles el armamento. Coincide este testimonio en el menú de lo que más tarde se llamó «desarme» aunque no su fecha.
Batalla de Oviedo el 19 de octubre de 1836
La ciudad de Oviedo se declaró partidaria de Isabel II, mientras la Iglesia estaba más próxima al carlismo. Se repartieron armas a grupos de ciudadanos reclutados para mantener el orden ante posibles brotes o ataques carlistas, eran las llamadas milicias nacionales. El 19 de octubre de 1836, la columna del carlista Sanz (Pablo Sanz y Baeza) entra en Oviedo. Fueron unos fuertes enfrentamientos con fusil y bayoneta que llegó hasta la calle Magdalena ocasionando la muerte, en distintos puntos de la ciudad, de renombrados defensores comandados por el coronel Pardiñas. Las batalla causó las muertes de los nacionales Antonio Canella, capitán de granaderos; Pedro Aguirre, gastador; Miguel Grana, granadero, y Francisco Quiñones, nacional de caballería. Pese a ello, la resistencia triunfó, haciendo olvidar a Pardiñas su derrota al mando de una columna en el puente de Soto del Rey. Se escribió en el escudo de Oviedo el título de Benemérita. Los soldados fueron agasajados con una copiosa comida, que con el tiempo conmemoraría la victoria de las tropas isabelinas sobre las columnas del general Sanz durante la guerra Carlista. Este hecho coincide en la fecha pero no en el menú de la celebración.
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