El Perú es un país pluriétnico y multicultural. Existen 72 etnias que coexisten en nuestro territorio: 7 en la región andina y 65 en la Amazonía agrupadas en 14 distintas familias lingüísticas (conjunto de lenguas que derivan de una lengua común). Dado que el lenguaje es la forma de nombrar, comprender y ordenar la realidad, la variedad lingüística de nuestro territorio nos remite a múltiples cosmovisiones, identidades y conocimientos. Conocer valores, experiencias y relatos de otra cultura es un doble privilegio porque incrementamos las fronteras de nuestro saber y simultáneamente cuestionamos los fundamentos de nuestra identidad. Si esa otra cultura habita nuestro territorio, entonces ese privilegio se convierte en un imperativo intelectual.
Jenetian. El juego de las identidades en tiempos de lluvia de Fidel Tubino y Roberto Zariquiey es un valioso ejemplo de las posibilidades del trabajo interdisciplinario: desde la filosofía y la lingüística, pero principalmente desde los cruces de estas disciplinas, los autores nos presentan las "transformaciones que han experimentado los shipibo-conibos a lo largo de los últimos años en virtud del contacto cada vez más intenso con la sociedad urbano-mestiza" (18).
Desde la categoría de diglosia propuesta por Martin Lienhard y la de transferencia de Germán de Granda, los estudiosos construyen un marco teórico riguroso, pero flexible y lo más importante, útil para futuras investigaciones. El énfasis está colocado en reconocer el carácter híbrido de prácticas, estructuras y objetos, pero sin olvidar la acción del individuo y las particulares situaciones comunicativas en ese continuo formado por el contacto cultural y lingüístico. Las evidentes relaciones de poder entre una lengua hegemónica y una lengua subalterna al interior de una comunidad nacional constituyen solo la punta del iceberg del problema, lo más interesante está en las modalidades mixtas de habla, las formas concretas del habla que manifiestan diversos grados de interferencia y de valor social dependiendo de los marcos pragmáticos en que son empleadas. El uso del lenguaje por los shipibo-conibos no es una expresión de asimilación ni de resistencia cultural; más allá de dicotomías simplificadoras, las hibridaciones son variadas y remiten a adopciones, eliminaciones, sustituciones, reestructuraciones y retenciones de rasgos culturales y lingüísticos.
Las insuficiencias del concepto de mestizaje para definir y comprender la cultura nacional son esgrimidas en la argumentación de este texto. No somos una síntesis viviente de lo indígena y lo hispano, ni un crisol de todas las sangres, somos una cultura descentrada que "no se ofrece como espacio de reconocimiento recíproco (.) que nos des-realiza" (92). Por ello, "la nación peruana tiene que empezar a comprenderse como espacio de encuentro de identidades divergentes y no como unificación de las mismas" (97). La recuperación de las memorias locales, y el reconocimiento de la riqueza de las zonas culturales en contacto con su múltiple juego de actuaciones permitirán el largo camino hacia una nación incluyente de la diversidad.
A pesar de algunas reiteraciones inevitables en un trabajo conjunto, y la ausencia del pertinente debate latinoamericano desde los marcos de los estudios subalternos o la teoría poscolonial, este libro, enriquecido con cuatro entrevistas a shipibos-conibos, abre un nuevo afluyente para nuestro caudaloso, pero muy previsible río de las ciencias sociales.
Jenetian nos invita a evitar dos extremos perniciosos en el debate sobre la identidad y la cultura: a) promover políticas de homogeneidad dirigidas a legitimar un proyecto nacional monovalente bajo el engañoso manto del mestizaje, y b) la mera complacencia en la diversidad, el deleite inocuo en la diferencia. Unidad artificial o diversidades excluyentes que nos conducirían al hoyo de la intolerancia o al caos de la fragmentación.
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