domingo, 29 de diciembre de 2013
EN LIMA DOS MESES SIN SOL
Son las cuatro de la tarde, estoy sentado en una terraza de una cafetería de Miraflores, hay un calor del demonio, un cafecito. Pensándolo bien, estoy muy feliz de sentir el sol, de verlo iluminar las veredas y sus gentes, ?Azúcar? Ni hablar, hay que ir a la playa. Una mujer pasa caminando, lleva puesto un abrigo de lana, botas, chalina, Jorge Moll, ríe. Yo meto cizaña: ?Y esta loca, donde va asi vestida? No se ha dado cuenta que hay casi treinta grados? Quizá nadie le aviso que l invierno dio paso al verano.
Aunque suene a tomadura de pelo, nos hemos juntado, especialmente para hablar de lo que los otros hablan cuando no tienen nada mas que decir: el clima. No se trata del tedio de una conversación sin chispa, ni hablamos del clima porque nada mas hay que decir. No estamos en un ascensor ni en una salita de espera. Hemos pedido los cafés mas abundantes del lugar porque el clima de Lima es una aventura bizarra, digna de Julio Verne, un prip sesentero, uno de esos pasajes que debió caminar Alicia, sin duda ese peldaño de aleph que es la naturaleza, siempre mas dramática, voluptuosa e inesperada que nosotros. Dos corrientes chocaron e hicieron una suerte de bing bang marino. Magia de sal. Nos convirtió en esa copula en un desierto tropical, ese fue un amor que pario aridez y agua flotante en la ampulosidad. Deberíamos pintar paisajes como esas islas Indonesia, vernos como seria Recife, recibir gotones de lluvia, tormenta con sus rayos, tronar, verdear, respirar fragancias exóticas, escuchar las ranitas en las noches de luna llena, tener veredas tropicales. Pero vemos cascajo. No vemos luna porque no tenemos ni luna ni estrellas, ni nubes, ni lluvia ni trueno, ni agua, ni sol, ni cielo que mirar y a veces pareciera que no tenemos ni Dios porque nada llama a la contemplación. Despadrados, vemos por a ciudad mirándonos feo, recelosos hasta de nosotros mismos.
Pues bien, pagamos barato por tener el mar mas rico del paneta miloones de amaneceres sin el despunte del sol por millones de toneladas de anchoveta. Millones de tardes sin celaje, tantas primaveras nada primaverales, otoños que mas se sienten como recintos carcelarios, pero tenemos el mejor seviche del mundo ?sabes que los limenos nos hemos pasado este ano dos meses enteros sin ver la luz del sol?, me dice Jorge. Y le creo. Las estadísticas las conoce el, que es un estudioso de los fenómenos climatices. Yo solo he padecido esa falta de luz como a quien le falta el chocolate. O peor aun: el amor.
Lo que no es curioso es que el lieno sea tan chauvinista con el clima como lo es con sus políticas sociales, económicas y culturales. Pretende que el resto del Perú vive entre la niebla espesa, sin sol, ni granizo ni aguaceros. Y se sorprende , llamando erróneamente friaje a lo que ocurre en Puno y recolectando, noblemente, frazadas para las victimas porque algo inusual paso allá arriba. Quizás deberiams capitalizar y explotar esa diferencia que nos hace unicos. Ven para la niebla. Huye de la luz y busca el sabor.
Grises y felices. Suculentos y tristes. Nebulosos, limbicos, húmedos, duales, turbios, aridos y floridos, huachafos, barrocos y minimistas. Bipolares resume Jorge, y ánade otro sorbo de cafe a la jornada. Si, pues paradójicos. Somos lo máximo de las contradicciones. ?No crees?.
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