domingo, 22 de diciembre de 2013
MIUEL GRAU Y DOLORES CABERO UNIDOS DESDE ESTA NAVIDAD
Hace tan solo unos días, los restos de Dolores Cabero, que reposaban en el Cementerio Presbítero Maestro, fueron exhumados y trasladados a la cripta Grau de la Escuela Naval. Así la mujer del héroe regresa a su querido Miguel, marido y padre de sus diez hijos, a quienes la guerra, el mar, el amor por el país, y un profundo sentido del deber se o arrebataron.
La magia de un ritual, , vital como el agua, ha hecho que Miguel y Dolores se reencuentren. El mar que los separo no es mas una mortaja. Es una de esas vísperas de Navidad en la casa de la calle Lescano numero 22 de lamparitas encendidas , intensos aromas de clavo, canela y ultimos preparativos: Miguel sorteando todo tipo e juguetes, porque vaya que había ninos, ninos que me imagino que brincaban de sofá en sofá, ninos que demandaban atencion y carino, que se empachaban de dulces, que soltaban llantinas, ninos risueños que Miguel debía cargar en brazos hasta sus camas. Probablemente los llevaría a comer helados Capella, a la Confitería Francesa en la calle de Mantas, o a la Casa Brogi en Espaderos: a hacerse los retratos de rigor en Courret.
Durante esa ultima Navidad en tierra firme, lgo de la Misa de Gallo, la mesa debió ser grande, enorme, alegre, festiva de suculentos tamales y cerdo, cargada de conversar con os cunados, amigos y vecinos. Miguel, padre y marido, se aferraría a la mano de su mujer. La cosa no iba bien. Una vez en la intimidad, compartiría con ella sus mas hondas preocupaciones con respecto a las tensiones con el país del sur, a las deficiencias y limitaciones de los buques, a la inminente guerra. Ella seria su apoyo moral a la hora de tomar las decisiones mas duras, sobre todo porque el hombre ya había sufrido la soledad desde muy chico. Esos doce anos al lado de dolores le habían hecho conocer el hogar que poco tuvo, a familia ausente, el calor en lugar del frio de una cubierta en alta mar.
Desde que cumplió los 9 anos, las Navidades de Miguel Grau transcurrieron entre goletas, barcos balleneros, recios marinos, terribles naufragios. El nino vivio como adulto, entre gentes exóticas y paisajes extraños, desde Kamchatka hasta Galapagos, en el gélido invierno de Liverpool o azotado por sifones de alguna isla sin nombre en medio del mar. Sus dudas de chiquillo fueron apenas resueltas en la incertidumbre de una brújula que nunca se estuvo quieta
Unos meses después de esa Navidad, luego de ese ultimo verano junto a Dolores, un 5 de abril, se da la declaratoria de guerra. Antes de zarpar, Miguel Grau retira del Huascar una virgen Maria , que era suya y se la entrega a su mujer. La virgencita velaría por ella y por los ninos. Seguro fue así, pero fue Dolores quien mas cuido de ella misma y de esos ninos, fue Dolores quien saco adelante a su familia, fue ella la capitana de su propio barco, fue ella la heroína de ese otro inmenso y ancho mar en que se convirtió su propia vida. Fue Dolores, hoy quien reposa con la justicia de la magia al lado de Miguel, la dama que forjo al heroe al forjar su paz, su quietud, su amor, su sueno, su sonrisa, su carino, su abrigo, su pan, su familia.
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