lunes, 25 de mayo de 2015

CARENCIA DE MEDIAS Y ABUNDANCIA DE MEDIOSI

Cuenta Ricardo Palma, que a principios de 1788, el virrey Teodoro de Croix unas comunicaciones  reservadas de la Corona, en la que le prevenía pusiese Al país en estado de defensa, por ser probable una ruptura de relaciones con Inglaterra. Pero a pesar del sigilo con que su excelencia el virrey quiso tratar el tema, no hubo de ser este tan guardado que no lo apreciasen algunos del alto comercio, para sacar partido en ñprovecho propio.
Al Año siguiente y después de muchos meses en que no entrara en el puerto del Callao, ningún llegado desde España, llego la “Santa Rufina”, fragata que había zarpado del puerto de Cádiz, con un valioso cargamento que de milagro había escapado de caer en manos de los cruceros ingleses.  
Entre el stocks que traía esa fragata venían consignadas a Silvestre Amenabar del comercio de la capital, “dos cajones con doscientas cuarenta pares de medias de mujer de la banda”, pero los empleados de la aduana, declararon a las mercaderías como contrabando, pues según el criterio de los funcionarios, no habían sido fabricadas en España.
Sin pérdida de tiempo, Silvestre Amenabar, formulo  reclamación para un nuevo reconocimiento, para lo cual se nombró a dos notables comerciantes y después de prestar juramento, examinaron la mercancía (hilo, tejido, marcas y contramarcas) fallaron contra la opinión de los funcionaros de aduaneros.
El virrey mando depositar  dos cajones en la aduana, que lo demás con una copia del expediente se enviasen muestras a la Península para que Carlos III emitiera sentencia  e igual medida se adoptó con otros cuatro cajones conteniendo quinientos setenta y seis pares, consignados a Manuel Zaldivar, almacenero del portal de Escribanos.  
Se hicieron muchas gestiones pero su excelencia cada día estaba más “erre que erre”. Las mujeres limeñas se pusieron en plena rebelión contra los hombres que eran unos “tetelemenes”, pues se aguantaban sin hacer revolución contra un gobernante  tan poco amable con e sexo débil.
Habías motivo y sobrado, hasta para ahorcar a el virrey. ¡ Privar a las limeñas de un artículo de primera necesidad!. Por poco menos se tendría una crisis ministerial!. Pero como Teodoro  de Croix, el virrey no era casado ni mujeriego, apenas entendía de las exigencias femeninas.
Al fin los comerciantes, temiendo que las limeñas, cansadas de dar la lengua y estallara la guerra, propusieron pagar como una fianza, diez mil pesos mientras llegaba el fallo del monarca, propuesta que el virrey acep to. Y terminó un conflicto que de otra manera , no habrá tenido termino sino en 1790, que fue  cuando volvió la causa resuelta en favor de los comerciantes “de fijo que estos sujetos fueron  agripinos o nacidos de pies, condición que diz que trae dicha futura”.

Pero verdaderamente  los que ganaron, y gordo fueron los mercaderes. Las medias se vendieron  en una onza de oro y en ocho días estuvo realizado el cargamento.  Ea el Club de la Unión        

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