La historia de Arequipa fue escrita en diversos
momentos por notables historiadores, desde Ventura Travada y Córdova hasta
Guillermo Galdos Rodríguez y Eusebio Quiroz Paz Soldán, pasando por Mariano
Ambrosio Cateriano, Santiago Martínez, Francisco Mostajo y Guillermo Zegarra
Meneses.
Las páginas de la historia de Arequipa han sido
escritas a través del tiempo por numerosos historiadores que, casi siempre en
condiciones difíciles, hurgaron en el pasado en busca de respuestas a muchas
interrogantes que plantea una ciudad dotada de atributos especiales. La fuerza
telúrica de su gente, que hizo proverbial el coraje de los arequipeños, a la
hora de las revoluciones, tal vez sea el rasgo más característico de su
historia. En torno a este elemento cabe destacar el papel que cumplieron los
arequipeños en la vida política del país, durante los siglos XIX y XX.
Dentro de la historia nacional, Arequipa ocupa un
lugar importante, durante el periodo republicano. Fue artífice de varios
movimientos populares que terminaron convirtiéndola en la ciudad caudillo. Su
defensa de la legalidad hizo que sea considerada el “departamento de la ley”.
Jorge Basadre dijo que Arequipa hasta 1867 fue la pistola que apuntaba al
corazón de Lima. Que, a diferencia de la capital, la población arequipeña salía
a las calles cuando doblaban las campanas para combatir en defensa del orden
legal, de la regeneración del país o su moralización. Esto hizo que los
arequipeños en el siglo XIX secundaran a los caudillos militares Domingo Nieto,
Manuel Ignacio de Vivanco y Ramón Castilla. A ellos se suma el hombre del campo
y la ciudad. Esta unión entre el chacarero y el profesional merece una
explicación aparte.
¿Cómo se explica esta unión? En el mestizaje de los
arequipeños podemos encontrar la primera respuesta. Hay una identidad y cultura
mestizas que los vincula estrechamente. Arequipa fue una sociedad
fundamentalmente mesocrática, formada por profesionales, agricultores y
artesanos. El lugar común de encuentro fueron las chicherías, donde -como dice Sarah
Chambers- no sólo se reunían para denostar del prójimo sino también para
conversar de política. Allí muchas veces se gestaron las futuras revoluciones.
El regionalismo es otra causa clave para entender la identidad del arequipeño.
Sus costumbres y tradiciones. Su reacción contra el centralismo limeño. Los une
también un profundo sentimiento religioso.
Entre los historiadores, debemos mencionar a los
cronistas de la conquista, que dieron testimonio de Arequipa en los albores del
periodo colonial. Pero fue Ventura Travada y su obra el “Suelo de Arequipa
convertido en cielo”, el primero en elaborar la historia “primigenia” de la
ciudad. Le siguieron las obras del arcediano Francisco Javier Echeverría y
Morales, del cura Juan Domingo Zamácola y Jáuregui y del deán Juan Gualberto
Valdivia.
Otro notable historiador arequipeño del siglo XIX fue
Mariano Ambrosio Cateriano, que aportó importantes investigaciones sobre los
Obispos de Arequipa. Fue magistrado y prestigioso orador, pero sobre todo
histo¬riador, como lo demuestra Eusebio Quiroz Paz Soldán en el estu¬dio
preliminar del libro que, a propósito de las obras de Cateriano, publicó la
Universidad Nacional de San Agustín en 1998. Entonces sostuvo lo siguiente:
“Cateriano es un historia¬dor, antes que nada; y su obra, en conjunto, resiste
el examen de la crítica historiográfica”. Por su parte, Víctor Sánchez – Moreno
Bayarri lo ubica en la generación de historiadores mistianos per¬tenecientes al
siglo XIX y principios del XX, cuyo aporte acre¬cienta las fuentes relativas al
pasado colonial de Arequipa.
La lista comprende además a personajes como Jorge
Polar, Ladislao Cabrera Valdés, R.P. Víctor M. Barriga, canónigo Santiago
Martínez, Francisco Javier Delgado, Víctor N. Benavente, Pedro José Rada y
Gamio, Francisco Mostajo, Arturo Villegas Romero, Guillermo Zegarra Meneses,
Manuel J. Bustamante de la Fuente, R.P. Leonidas Bernedo Málaga, Artemio
Peraltilla Díaz, y otros más.
En el siglo XX, es notable la producción
historiográfica del canónigo Santiago Martínez. Tenía un hermano gemelo que
colaboraba con él. Se llamaba Gregorio Martínez Cornejo. Era canónigo honorario
y párroco del Sagrario. “Los hermanos Martínez (ha dicho Artemio Peraltilla
Díaz) tienen el mérito de haber hecho labor de hormiga en todos los archivos
notariales y principalmente, el de la curia de Arequipa, de donde han extraído
importantes referencias para la historia y nexos de afinidad con los que han
elaborado infinidad de genealogías; aunque algunas veces fueron defraudados por
la bondad de su lógica”.
Por su parte el Licenciado Álvaro Espinoza de la Borda
manifiesta que “la obra de Martínez, desde una óptica diferente vino a llenar
un vacío en cuanto al conocimiento de los personajes que forjaron la historia
de Arequipa. Sus once libros eran el fruto de un arduo y cuidadoso trabajo
investigativo, en el que contó con la invalorable ayuda de su hermano”.
A su muerte, el diario “El Deber” del 8 de mayo de
1947, dijo lo siguiente sobre él: “Como historiador, Monseñor Martínez ha sido
una de las figuras de más alto relieve que ha contado Arequipa en las letras,
investigador incansable, no desmayó un instante para sacar a luz sus obras y
así lo veíamos en su escritorio, hojeando protocolos, periódicos y revistas.
Escritor y polemista, supo mantener con prestancia la
luminosa trayectoria de los grandes historiadores religiosos que han
estructurado la vida colonial de Arequipa. Colocado junto con Echevarría,
Travada y Córdova, Zamácola, Juan Gualberto Valdivia, Monseñor Martínez tuvo la
enorme empresa de publicar con su peculio más de diez obras que hoy sirven de
consulta en las bibliotecas”.
El R. P. Víctor M. Barriga fue otro destacado
investigador que tuvo el apoyo económico del Concejo Provincial de Arequipa,
cuando era alcalde Alberto Rey de Castro, para publicar los “Documentos para la
historia de Arequipa”. En una entrevista concedida a reporteros del diario “El
Deber” el 27 de junio de 1938, el R. P. Víctor M. Barriga O. de M. dio
importantes datos sobre la publicación de su libro la “Historia de Arequipa”.
Traslademos algo de aquel reportaje: “Con motivo de la
subvención que ha acordado el Consejo Provincial para la edición del primer
volumen, estuvimos a visitarlo el día de ayer. Para ello nos trasladamos al
Colegio de la Merced, del cual es Director siendo recibidos por él e invitados
a pasar a su celda en donde tiene instalado su gabinete de trabajo”.
Afirmaba Barriga: “Mis deseos de servir a la ciudad
con motivo de su próximo centenario, se han visto de ese modo apoyados por la
institución edilicia, que preside el doctor Alberto Rey de Castro. Si la
decisión adoptada se hubiese hecho con mayor anticipación, Arequipa, habría
contado para las fiestas centenarias, con la historia sobre la cual numerosas
opiniones se han vertido”.
Preguntado sobre cuántos documentos ha de publicar en
el primer volumen y de qué trata. “Alrededor de doscientos -nos dice- y la
documentación arranca desde la Villa Hermosa del Valle de Camaná, entre cuyos
pobladores Francisco Pizarro, hizo el primer reparto de Encomiendas de todo lo
que comprende la circunscripción actual del Departamento de Arequipa; los
trámites que se hicieron en Camaná y el traslado de su población a la fundación
de Arequipa. Aquí, donde el acta de fundación, títulos de ciudad, escudo de
armas, reparto de tierras, estancias y solares. Las cédulas reales y
provisiones en favor de la ciudad y sus habitantes, la intervención de estos en
las primeras guerras civiles, aranceles de tambos y alcabalas, reglamentaciones
edilicias; las primeras construcciones de templos, puentes y caminos; títulos
de nombramiento de los primeros Corregidores Alguaciles; Corregidores y
protectores de indios; informaciones de servicios de los personajes
principales, informaciones de indios de mita. Poderes especiales y las actas
principales de los libros de Cabildos, títulos de mayorazgo; en fin, cuanto sea
de importancia para la historia de Arequipa y su Departamento”.
Le preguntaron de dónde obtiene su documentación y
respondió: “Es descifrada de los viejos protocolos existentes en los archivos
del municipio, de las notarias locales y del Archivo General de Indias de
Sevilla, trascritos literalmente a fin de que no pierdan su mérito y sean
apreciados en sus pormenores”.
Y es a propósito de la labor del investigador, que
dice: “Bien saben Uds. que la investigación es labor ardua y pesada al mismo
tiempo, se necesita mucha fuerza de voluntad para pasar las horas con la vista
fija en vetustos y polvorientos infolios, escudriñando en ellos los secretos
del pasado”.
Realizó investigaciones en archivos europeos, peruanos
y bolivianos y como resultado de ellas publicó Biblioteca Arequipa, en 11 t.,
aparecidos entre 1939 y 1955; Los mercedarios en el Perú en el siglo XVI
(1933-1954; 5 t.); Mercedarios ilustres en el Perú (1943-1953; 4 t.); El templo
de La Merced de Lima (1944) y un gran número de artículos en revistas y
periódicos nacionales y extranjeros, particularmente en el diario arequipeño
“El Deber” del que fue director ocho años.
En el caso de Francisco Mostajo, es uno de los más
prolíficos historiadores arequipeños, que aborda temas de investigación tan
variados como la historia de las ideas en Arequipa, sus instituciones y
personajes vinculados a la tradición jurídica de Arequipa. El mismo, en una
entrevista para el diario “Noticias” del 24 de noviembre de 1949, definió así
su trayectoria intelectual: “Soy fundamentalmente periodista de combate y a
través del periodismo, soy poeta, historiador y hasta abogado”. Y agregó:
“Antes de entregarme a la lucha (1900) escribí mi primer artículo histórico,
pero inmediatamente arrojé a aquella mi alma con todas sus potencias. Fue en un
paréntesis de esa lucha, en que por asco de las miserias del presente, volví la
vista al pasado de mi pueblo, y desde entonces sostenidamente lo investigo y
estudio”.
Pero también debemos mencionar a la generación de
historiadores posteriores a Mostajo. Como, por ejemplo, Guillermo Galdos
Rodríguez, Alejandro Málaga Medina y Eusebio Quiroz Paz Soldán. Igualmente a
los sociólogos Juan Guillermo Carpio Muñoz y Héctor Ballón Lozada; a los
arqueólogos Máximo Neira Avendaño, recientemente fallecido, y Eloy Linares
Málaga. Todo ellos distinguidos maestros e intelectuales.
De reconocida trayectoria intelectual, fue el doctor
Guillermo Galdos Rodríguez historiador por antonomasia, que dedicó parte
importante de su vida a estudiar el pasado colonial de Arequipa. Fue autor de
obras tan importantes como “La Rebelión de los Pasquines” (1967), “Una ciudad
para la historia, una historia para la ciudad. Arequipa en el siglo XVI”, “El
puquina y lo puquina”. Coautor de la “Historia General de Arequipa” y de la
“Academia Lauretana de Ciencias y Artes de Arequipa”. Fue por muchos años
Director del Archivo Departamental de Arequipa. Al igual que Alejandro Málaga
Medina, en el Archivo Arzobispal de Arequipa, hizo un notable trabajo de
conservación documental de fuentes históricas coloniales y republicanas. Como también
hay que destacar la obra de Guillermo Zegarra Meneses, elogiado por el propio
Jorge Basadre, por su obra “Arequipa en el paso de la Colonia a la República.
Visita de Bolívar”. Pero también por haber fundado el Museo Histórico Municipal
de Arequipa.
Tampoco debemos dejar de mencionar a los historiadores nacionales y extranjeros que se ocupan de Arequipa en importantes obras de reciente publicación: Efraín Trelles, Alberto Flores – Galindo, Sarah Chambers, Kendall Brown, Bernard Lavallé, etc.
Tampoco debemos dejar de mencionar a los historiadores nacionales y extranjeros que se ocupan de Arequipa en importantes obras de reciente publicación: Efraín Trelles, Alberto Flores – Galindo, Sarah Chambers, Kendall Brown, Bernard Lavallé, etc.
Desde los “Fragmentos para la historia de Arequipa”
del deán Valdivia, pasando por la “Historia Sintética de Arequipa” de Víctor N.
Benavente, hasta llegar a la monumental “Historia General de Arequipa” escrita
por Máximo Neira Avendaño, Guillermo Galdos Rodríguez, Juan Guillermo Carpio
Muñoz y Eusebio Quiroz Paz Soldán, se vienen haciendo meritorios esfuerzos por
abarcar todos los periodos de nuestra historia.
Mención aparte merece el historiador Eusebio Quiroz
Paz Soldán. Su valioso aporte a la historia local, lo ubica entre los pocos
estudiosos del periodo republicano.
Esforzado en la difícil labor de investigar, Eusebio
Quiroz es ejemplo de consecuencia con su vocación de maestro e historiador.
Maestro en el aula y fuera de ella. Lleva en el alma el sello sublime de los
espíritus generosos.
El derrotero está prácticamente trazado, corresponde
ahora a la nueva generación de historiadores locales ampliar y complementar
muchas de esas meritorias investigaciones.
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