miércoles, 27 de mayo de 2015

LOS HISTORIADORES DE LA CIUDAD BLANCA


La historia de Arequipa fue escrita en diversos momentos por notables historiadores, desde Ventura Travada y Córdova hasta Guillermo Galdos Rodríguez y Eusebio Quiroz Paz Soldán, pasando por Mariano Ambrosio Cateriano, Santiago Martínez, Francisco Mostajo y Guillermo Zegarra Meneses.
Las páginas de la historia de Arequipa han sido escritas a través del tiempo por numerosos historiadores que, casi siempre en condiciones difíciles, hurgaron en el pasado en busca de respuestas a muchas interrogantes que plantea una ciudad dotada de atributos especiales. La fuerza telúrica de su gente, que hizo proverbial el coraje de los arequipeños, a la hora de las revoluciones, tal vez sea el rasgo más característico de su historia. En torno a este elemento cabe destacar el papel que cumplieron los arequipeños en la vida política del país, durante los siglos XIX y XX.
Dentro de la historia nacional, Arequipa ocupa un lugar importante, durante el periodo republicano. Fue artífice de varios movimientos populares que terminaron convirtiéndola en la ciudad caudillo. Su defensa de la legalidad hizo que sea considerada el “departamento de la ley”. Jorge Basadre dijo que Arequipa hasta 1867 fue la pistola que apuntaba al corazón de Lima. Que, a diferencia de la capital, la población arequipeña salía a las calles cuando doblaban las campanas para combatir en defensa del orden legal, de la regeneración del país o su moralización. Esto hizo que los arequipeños en el siglo XIX secundaran a los caudillos militares Domingo Nieto, Manuel Ignacio de Vivanco y Ramón Castilla. A ellos se suma el hombre del campo y la ciudad. Esta unión entre el chacarero y el profesional merece una explicación aparte.
¿Cómo se explica esta unión? En el mestizaje de los arequipeños podemos encontrar la primera respuesta. Hay una identidad y cultura mestizas que los vincula estrechamente. Arequipa fue una sociedad fundamentalmente mesocrática, formada por profesionales, agricultores y artesanos. El lugar común de encuentro fueron las chicherías, donde -como dice Sarah Chambers- no sólo se reunían para denostar del prójimo sino también para conversar de política. Allí muchas veces se gestaron las futuras revoluciones. El regionalismo es otra causa clave para entender la identidad del arequipeño. Sus costumbres y tradiciones. Su reacción contra el centralismo limeño. Los une también un profundo sentimiento religioso.
Entre los historiadores, debemos mencionar a los cronistas de la conquista, que dieron testimonio de Arequipa en los albores del periodo colonial. Pero fue Ventura Travada y su obra el “Suelo de Arequipa convertido en cielo”, el primero en elaborar la historia “primigenia” de la ciudad. Le siguieron las obras del arcediano Francisco Javier Echeverría y Morales, del cura Juan Domingo Zamácola y Jáuregui y del deán Juan Gualberto Valdivia.
Otro notable historiador arequipeño del siglo XIX fue Mariano Ambrosio Cateriano, que aportó importantes investigaciones sobre los Obispos de Arequipa. Fue magistrado y prestigioso orador, pero sobre todo histo¬riador, como lo demuestra Eusebio Quiroz Paz Soldán en el estu¬dio preliminar del libro que, a propósito de las obras de Cateriano, publicó la Universidad Nacional de San Agustín en 1998. Entonces sostuvo lo siguiente: “Cateriano es un historia¬dor, antes que nada; y su obra, en conjunto, resiste el examen de la crítica historiográfica”. Por su parte, Víctor Sánchez – Moreno Bayarri lo ubica en la generación de historiadores mistianos per¬tenecientes al siglo XIX y principios del XX, cuyo aporte acre¬cienta las fuentes relativas al pasado colonial de Arequipa.
La lista comprende además a personajes como Jorge Polar, Ladislao Cabrera Valdés, R.P. Víctor M. Barriga, canónigo Santiago Martínez, Francisco Javier Delgado, Víctor N. Benavente, Pedro José Rada y Gamio, Francisco Mostajo, Arturo Villegas Romero, Guillermo Zegarra Meneses, Manuel J. Bustamante de la Fuente, R.P. Leonidas Bernedo Málaga, Artemio Peraltilla Díaz, y otros más.
En el siglo XX, es notable la producción historiográfica del canónigo Santiago Martínez. Tenía un hermano gemelo que colaboraba con él. Se llamaba Gregorio Martínez Cornejo. Era canónigo honorario y párroco del Sagrario. “Los hermanos Martínez (ha dicho Artemio Peraltilla Díaz) tienen el mérito de haber hecho labor de hormiga en todos los archivos notariales y principalmente, el de la curia de Arequipa, de donde han extraído importantes referencias para la historia y nexos de afinidad con los que han elaborado infinidad de genealogías; aunque algunas veces fueron defraudados por la bondad de su lógica”.
Por su parte el Licenciado Álvaro Espinoza de la Borda manifiesta que “la obra de Martínez, desde una óptica diferente vino a llenar un vacío en cuanto al conocimiento de los personajes que forjaron la historia de Arequipa. Sus once libros eran el fruto de un arduo y cuidadoso trabajo investigativo, en el que contó con la invalorable ayuda de su hermano”.
A su muerte, el diario “El Deber” del 8 de mayo de 1947, dijo lo siguiente sobre él: “Como historiador, Monseñor Martínez ha sido una de las figuras de más alto relieve que ha contado Arequipa en las letras, investigador incansable, no desmayó un instante para sacar a luz sus obras y así lo veíamos en su escritorio, hojeando protocolos, periódicos y revistas.
Escritor y polemista, supo mantener con prestancia la luminosa trayectoria de los grandes historiadores religiosos que han estructurado la vida colonial de Arequipa. Colocado junto con Echevarría, Travada y Córdova, Zamácola, Juan Gualberto Valdivia, Monseñor Martínez tuvo la enorme empresa de publicar con su peculio más de diez obras que hoy sirven de consulta en las bibliotecas”.
El R. P. Víctor M. Barriga fue otro destacado investigador que tuvo el apoyo económico del Concejo Provincial de Arequipa, cuando era alcalde Alberto Rey de Castro, para publicar los “Documentos para la historia de Arequipa”. En una entrevista concedida a reporteros del diario “El Deber” el 27 de junio de 1938, el R. P. Víctor M. Barriga O. de M. dio importantes datos sobre la publicación de su libro la “Historia de Arequipa”.
Traslademos algo de aquel reportaje: “Con motivo de la subvención que ha acordado el Consejo Provincial para la edición del primer volumen, estuvimos a visitarlo el día de ayer. Para ello nos trasladamos al Colegio de la Merced, del cual es Director siendo recibidos por él e invitados a pasar a su celda en donde tiene instalado su gabinete de trabajo”.
Afirmaba Barriga: “Mis deseos de servir a la ciudad con motivo de su próximo centenario, se han visto de ese modo apoyados por la institución edilicia, que preside el doctor Alberto Rey de Castro. Si la decisión adoptada se hubiese hecho con mayor anticipación, Arequipa, habría contado para las fiestas centenarias, con la historia sobre la cual numerosas opiniones se han vertido”.
Preguntado sobre cuántos documentos ha de publicar en el primer volumen y de qué trata. “Alrededor de doscientos -nos dice- y la documentación arranca desde la Villa Hermosa del Valle de Camaná, entre cuyos pobladores Francisco Pizarro, hizo el primer reparto de Encomiendas de todo lo que comprende la circunscripción actual del Departamento de Arequipa; los trámites que se hicieron en Camaná y el traslado de su población a la fundación de Arequipa. Aquí, donde el acta de fundación, títulos de ciudad, escudo de armas, reparto de tierras, estancias y solares. Las cédulas reales y provisiones en favor de la ciudad y sus habitantes, la intervención de estos en las primeras guerras civiles, aranceles de tambos y alcabalas, reglamentaciones edilicias; las primeras construcciones de templos, puentes y caminos; títulos de nombramiento de los primeros Corregidores Alguaciles; Corregidores y protectores de indios; informaciones de servicios de los personajes principales, informaciones de indios de mita. Poderes especiales y las actas principales de los libros de Cabildos, títulos de mayorazgo; en fin, cuanto sea de importancia para la historia de Arequipa y su Departamento”.
Le preguntaron de dónde obtiene su documentación y respondió: “Es descifrada de los viejos protocolos existentes en los archivos del municipio, de las notarias locales y del Archivo General de Indias de Sevilla, trascritos literalmente a fin de que no pierdan su mérito y sean apreciados en sus pormenores”.
Y es a propósito de la labor del investigador, que dice: “Bien saben Uds. que la investigación es labor ardua y pesada al mismo tiempo, se necesita mucha fuerza de voluntad para pasar las horas con la vista fija en vetustos y polvorientos infolios, escudriñando en ellos los secretos del pasado”.
Realizó investigaciones en archivos europeos, peruanos y bolivianos y como resultado de ellas publicó Biblioteca Arequipa, en 11 t., aparecidos entre 1939 y 1955; Los mercedarios en el Perú en el siglo XVI (1933-1954; 5 t.); Mercedarios ilustres en el Perú (1943-1953; 4 t.); El templo de La Merced de Lima (1944) y un gran número de artículos en revistas y periódicos nacionales y extranjeros, particularmente en el diario arequipeño “El Deber” del que fue director ocho años.
En el caso de Francisco Mostajo, es uno de los más prolíficos historiadores arequipeños, que aborda temas de investigación tan variados como la historia de las ideas en Arequipa, sus instituciones y personajes vinculados a la tradición jurídica de Arequipa. El mismo, en una entrevista para el diario “Noticias” del 24 de noviembre de 1949, definió así su trayectoria intelectual: “Soy fundamentalmente periodista de combate y a través del periodismo, soy poeta, historiador y hasta abogado”. Y agregó: “Antes de entregarme a la lucha (1900) escribí mi primer artículo histórico, pero inmediatamente arrojé a aquella mi alma con todas sus potencias. Fue en un paréntesis de esa lucha, en que por asco de las miserias del presente, volví la vista al pasado de mi pueblo, y desde entonces sostenidamente lo investigo y estudio”.
Pero también debemos mencionar a la generación de historiadores posteriores a Mostajo. Como, por ejemplo, Guillermo Galdos Rodríguez, Alejandro Málaga Medina y Eusebio Quiroz Paz Soldán. Igualmente a los sociólogos Juan Guillermo Carpio Muñoz y Héctor Ballón Lozada; a los arqueólogos Máximo Neira Avendaño, recientemente fallecido, y Eloy Linares Málaga. Todo ellos distinguidos maestros e intelectuales.
De reconocida trayectoria intelectual, fue el doctor Guillermo Galdos Rodríguez historiador por antonomasia, que dedicó parte importante de su vida a estudiar el pasado colonial de Arequipa. Fue autor de obras tan importantes como “La Rebelión de los Pasquines” (1967), “Una ciudad para la historia, una historia para la ciudad. Arequipa en el siglo XVI”, “El puquina y lo puquina”. Coautor de la “Historia General de Arequipa” y de la “Academia Lauretana de Ciencias y Artes de Arequipa”. Fue por muchos años Director del Archivo Departamental de Arequipa. Al igual que Alejandro Málaga Medina, en el Archivo Arzobispal de Arequipa, hizo un notable trabajo de conservación documental de fuentes históricas coloniales y republicanas. Como también hay que destacar la obra de Guillermo Zegarra Meneses, elogiado por el propio Jorge Basadre, por su obra “Arequipa en el paso de la Colonia a la República. Visita de Bolívar”. Pero también por haber fundado el Museo Histórico Municipal de Arequipa.
Tampoco debemos dejar de mencionar a los historiadores nacionales y extranjeros que se ocupan de Arequipa en importantes obras de reciente publicación: Efraín Trelles, Alberto Flores – Galindo, Sarah Chambers, Kendall Brown, Bernard Lavallé, etc.
Desde los “Fragmentos para la historia de Arequipa” del deán Valdivia, pasando por la “Historia Sintética de Arequipa” de Víctor N. Benavente, hasta llegar a la monumental “Historia General de Arequipa” escrita por Máximo Neira Avendaño, Guillermo Galdos Rodríguez, Juan Guillermo Carpio Muñoz y Eusebio Quiroz Paz Soldán, se vienen haciendo meritorios esfuerzos por abarcar todos los periodos de nuestra historia.
Mención aparte merece el historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán. Su valioso aporte a la historia local, lo ubica entre los pocos estudiosos del periodo republicano.
Esforzado en la difícil labor de investigar, Eusebio Quiroz es ejemplo de consecuencia con su vocación de maestro e historiador. Maestro en el aula y fuera de ella. Lleva en el alma el sello sublime de los espíritus generosos.
El derrotero está prácticamente trazado, corresponde ahora a la nueva generación de historiadores locales ampliar y complementar muchas de esas meritorias investigaciones.

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