El
diario el Comercio de Lima, en una de sus principales ediciones de este año,
denunciaba la presumible existencia de prácticas discriminatorias en el Yacht
Club de Ancón por la existencia de los Servicios higiénicos anunciados con un
letrero como ”baño de empleadas”,
causando indignación en las redes sociales.
Una raya
más al tigre, en un tema que tiene que ver desde su origen con la educación y
siembra de valores a todos los niveles.
En la
década de los cincuenta, mientras el balneario de Ancón se perfilaba como el
lugar más exclusivo de veraneo para los sectores socioeconómicos altos, algunos
kilómetros al frente, en el norte de Lima, nacían los llamados barrios
marginales en los cerros del valle del río Chillón, y se fundaban, Comas,
Independencia, Carabayllo, creados posteriormente como distritos de la década
del 60. Hoy Lima norte tiene más de tres
millones de habitantes y como toda la ciudad, también la de espalda
al mar. Lo real es que los balnearios del norte a diferencia de los del sur
solo tienen las playas de Ventanilla, Santa Rosa y Ancón.
Ventanilla
tiene un extenso litoral frente a la ciudadela Pachacutec con más de 100.000
habitantes. Pero el mar ahí es mortal. La playa está a la espera de una
intervención urbanística que la dote de espigones, malecón servicios.
Santa
Rosa es un pequeño balneario de 17.000 habitantes con una playa con
restricciones de acceso.
Y Ancón,
balneario que se miraba en el espejo del Acapulco mexicano, tiene un agradable
malecón inclusivo y una secuencia de pequeñas playas en buenas condiciones pero
en que los fines de semana de verano, es imposible encontrar un metro cuadrado
disponible. La verdad, poca playa para
tanta gente.
El
dilema, no es buscarle 3 pies al gato con la pretendida (o no) privatización de
ciertos pedazos de playa, sino en dotar
al borde costero de una política
de gestión y manejo de playas con un plan maestro genere espacio publico de uso indiscriminado.
Todo el
litoral desde Pucusana hasta Ancón debe ser un gran espacio con ofertas para el uso masivo de playas y espacios para
el ocio.
El norte
de Lima está sembrado de este crecimiento hormiga en las laderas de los cerros,
donde se dirigen a vivir parte de las 15.000 familias más pobres que cada año
se incorpora a la capital y son víctimas de los traficantes de tierras.
No tienen espacios para la recreación.
Asentamientos
humanos como Cuidadela Pachacutec nos hablan del enorme emprendimiento de la
gente con códigos urbanos muy simples,
marcados por la necesidad y la adversidad: viviendas siempre a medio construir,
hacinamiento, no hay veredas, muros incompletos, no hay espacios públicos ¿
Cómo se puede compensar la pobreza de esa condición? Con intervenciones en
espacios públicos, de altísima calidad que reivindiquen el derecho a vivir bien. Y las playas pueden
ser una de ellas. Creo que el éxito popular de Ancón tiene que ver, entre otras
razones, con el ánimo de los visitantes que durante unas horas sienten
que ese hermoso malecón y playa les pertenecen.
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