miércoles, 27 de mayo de 2015

LA TRADICIÓN DEL HIMNO NACIONAL Y JOSE BERNARDO ALCEDO

Allá por los años de 1810 en Lima existía una academia de música en los conventos de los dominicos y de los agustinos. La academia de música estaba dirigida por Cipriano Aguilar y fray Pascual Nieves, un buen tenor y organista. En su época había sido la gran reputación artística de los “peluleros” quienes se sentían muy orgullosos.
El primer alumno de la Academia era un muchacho, de doce años, nacido en Lima en 1798, se llamaba José Bernardo Alcedo, hijo del médico cirujano José Isidro Alcedo y la mulata libre Rosa Retuerto. En 1807, vistió el hábito de hermano dominico y asumió la enseñanza de los niños coristas del Convento de Santo Domingo.
A los dieciocho años de edad, Alcedo ya había compuesto algunos motetes, y la Misa en Re Mayor Él era un apasionado de Haydn y de Mozart y una misa en re mayor sirvieron de base a su reputación como músico.
Jurada la independencia del Perú en 1821, don José de San Martín expidió un decreto  convocando un concurso o certamen musical. La composición que se declarase digna  de ser adoptada por himno nacional de la Republica.
Seis fueron los autores que entraron en el concurso. El día prefijado fueron examinados todas las composiciones y ejecutadas en el orden siguiente:
1º La del músico  mayor del batallón Numancia.
2º La del mestro Huapaya
3º La del maestro Tena
4º La del maestro Filomeno
5º La del padre fray Ceferino Aguilar, maestro de capilla de los agustinianos
6º La del maestro Alcedo
Apenas terminaba la ejecución  de la última ejecución, el general José de San Martín poniéndose de pie exclamó: ¡He aquí el himno Nacional del Perú!.

Al día siguiente un decreto así lo confirmaba, esta opinión expresada por el gobernante en un arranque de entusiasmo.

La noche del 24 de septiembre, el himno fue estrenado. El mismo día en que se celebraba  la capitulación de las fortalezas del Callao, ajustada por el general  La Mar. Ese día, Rosa Merino,  la cantatriz de moda por aquel entonces, cantó las estrofas en medio de interminables y largos aplausos.       

“La ovación de que, en esa noche, fue objeto el humilde maestro Alcedo fue indescriptible”.
Por este tiempo también compuso una famosa canción popular titulada “La chicha”.
Eran mejores versos que los de José de la Torre Ugarte, merecía el magistral  y solemne himno de Alcedo. Las estrofas, inspiradas en el patrioterismo que por esos días dominaba, son pobres  como pensamiento y desdichadas en cuanto a corrección de formas. Hay en ellas mucho de fanfarronería portuguesa y poco de la altives republicana. No debemos consentir jamás que la letra de la canción nacional se altere o cambie. “Debemos tomarla como una sagrada reliquia, que nos dejaron nuestros padres, los que con su sangre fecundaron la libertad  y la República”.
No tenemos derecho que sería  una sacrílega profanación, ni corregir una silaba de las estrofas “en las que se siente a vecdes palpitar el varonil espíritu de nuestros mayores”.

Seguidamente al ver el éxito del maestro Alcedo, todos los cuerpos del  Ejército,  solicitaron del protector les destinase al autor del himno nacional, como músico mayor, y en la clase de subteniente, pero Alcedo eligió  al batallón número 4 de Chile, en el que concurrió a las batallas de Torata y Moquegua.

Cuando en 1823 se dispuso que el batallón regresase a Chile, el maestro Alcedo paso a Santiago, separándose al poco tiempo.

Entre los monjes franciscanos, dominicanos y agustinos comprometieron al músico para que les diese lecciones a la vez que el gobierno chileno lo contrató como director de las bandas militares.  

Alcedo pasó cuarenta años en la capital chilena. En sus últimos veinte años  maestro de capilla en la catedral  hasta 1864, en que el gobierno del Perú lo mandó llamar  para confiarle la dirección y organización  del Conservatorio Nacional de Música de Lima, que no llegío a establecerse por la inestabilidad de nuestros políticos de aquel entonces. Alcedo, sin embargo  disfrutó mucho hasta su muerte en 1879  como director general  de las bandas militares. Su sueldo era de doscientos soles al mes.

El maestro Alcedo, sobretodo compuso música sagrada y patrióticas, entre las que destacan la Canción a la batalla de Ayacucho y el dos de Mayo, también preparó pasodobles, boleros, valses y canciones los que forman su gran repertorio.


Fue también escritor, y prueba de ellos, señalamos su libro “Filosofía de la Música”, impreso en Lima en 1869. 

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