Hace unos días llegó a mi despacho un amigo que me regalo tres libros de poesía escritos por un excelente y
todavía joven poeta, escritor,
periodista y profesor asturiano, José Manuel Suárez. En 1995 el académico y ex
director de la Real Academia de la Lengua, Manuel Alvar, publicó en “Blanco y
Negro” una crítica sobre el primer libro de Suárez, que llamó poderosamente mi
atención sobre este autor asturiano: “José
Manuel Suárez es un poeta nuevo –decía –Alvar-, lo que no quiere decir sino que
se estrena ahora con un libro de versos. Pero sorprende la excepcional calidad
de sus poemas y su enorme madurez. Por eso,
encontrar tal plenitud produce estupefacción, por lo inesperado; y
sorpresa, por la belleza virginal que encierran. Tenemos un gran poeta.
Sencillamente esto, y nada menos que esto. Por la hondura de su pensamiento y
por la perfección formal de sus versos”.
José Manuel Suárez nació en Villoria, concejo de
Laviana tierra de mineros y labradores
que saben arrancar de la tierra con sus propias manos el sustento de la vida. ,
Villoria es cuna de ilustres hombres, hijos nacidos
de esa tierra, como el cardenal Fray Ceferino González, figura destacada del
neoescolasticismo español. Muy cerca de allí, en el Entrego, tuvo su nacimiento
Armando Palacio Valdés, una de las cumbres del realismo literario español. José
Manuel Suárez reside en Madrid desde hace más de veinte años. En Oviedo y
Madrid cursó los estudios de Teología, Ciencias de la Comunicación y Filosofía.
Está casado y tiene dos hijos.
Tres facetas comprende su actividad profesional:
periodista, profesor y escritor. Como periodistas ha sido redactor del diario
“Ya”, en los años en que este periódico, era un diario nacional de gran
prestigio. Actualmente es subdirector de
la revista “Nueva Empresa”, publicación
mensual especializada .A lo largo de más de quince años ha ocupado diferentes
puestos de responsabilidad en la redacción de esta revista y ha publicado
cientos de trabajos y artículos de su especialidad.
Ha impartido como profesor, lecciones de Etica y
Deontología del Periodismo durante diez años en la Licenciatura de Periodismo
en la Fundación Universitaria San Pablo,
en la actualidad imparte clases de Etica Económica y de la Empresa en la
Fascultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad San
Pablo-CEU ambas profesiones las combina con el arte del saber escribir.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: En sigilo de Llama (Adonais,
Madrid, 1994); Desde más luz (Editorial
Calambur, Madrid, 1996) y La tierra
en tantas manos (Fundación Jorge Guillén, Valladolid, 1998). Un cuarto
libro, ya concluído, Raíz; no fuego, aguarda
su paso por la imprenta. Estos cuatro libros forman un ciclo creativo autónomo
de casi 600 páginas, con el título general de Los seducidos ojos. En él su autor indaga mediante la
palabra poética, y desde un posible saber, sobre aquello que de sí da su
sentido: realidad y tiniebla, noche y luz, las visión y las sombras, la
plenitud y la espera. Dos ciclos poéticos anteriores, integrados por nueve
libros y más de 1.500 páginas, permanecen inéditos.
La poesía es un camino poco transitado, en especial
por lo que se refiere al rumbo que se marcan en estos últimos años. De ahí que
José Manuel Suárez menosprecie claramente la vanidad literaria, huye de los
clanes, cenáculos y “camarillas” tan
propios del mundo de las letras. Vive la creación poética desde una clara y
asumida humildad. “Detesto – dice- que se minusvalore el trabajo de alguien
porque no comulgue con las ideas de otro”. José Manuel respeta la palabra
como instrumento hacedor del sentido y que nos lleva a otro lugar y a un “mundo
otro” que el estrictamente presente de nuestra vida ordinaria. Su complicidad poética principia
en la naturaleza para llegar, a través de los afanes y dolores del hombre, al
terreno del símbolo. Y siempre puliendo cada palabra verso a verso. Llama la
atención su construcción simbólica y su precisión lingüística.¡ Qué más podría
desear el que escribe!
No es un
poeta de la experiencia, ni del silencio, ni de la crítica. Buscando la
densidad expresiva tan propia de la tradición poética de siempre, José Manuel
Suárez clama por que el mundo se detenga – uno más de tantos sueños – para
encontrarle sentido desde una utópica isla de contemplación. Si tal es el mundo
poético no puede extrañar que el “carrerismo literario” le parezca una impiedad
para con la Palabra. Insiste: “La poesía necesita pausa y reflexión, deseo y
espera del verbo. Se empieza a ser poeta cuando se siente con hondura algo y se
intenta expresarlo. ¡ Y qué difícil es conseguirlo¡.
Estas palabras son un verso de Francisco Brines
que resumen bien el núcleo central de la inquietud poétioca que preside el primer libro de José Manuel
Suárez, En sigilo de llama (Colección
Adonais, 1994). Los poemas de este libro se han ido decantando poco a poco en
su transcurso creativo hacia una tendencia que podríamos denominar “simbolismo
ontológico”, de raíz hondamente trascendental. El autor, partiendo de lo
sensible presente, se interroga por el ser en el ámbito de la realidad. El
hombre es el hacedor del ser, y éste la actualización intelectiva de lo real en
el mundo. Qué es el ser ha sido siempre la gran pregunta filosófica, desde
Parménides a Heidegger y Zubiri. Pero aquí tenemos un poeta, y la poesía
intenta captar y expresar una inquietud metafísica mediante imágenes y
símbolos, mientras que los filósofos lo hacen a través de conceptos. Y en este
punto Suárez recuerda que la poesía no se hace con conceptos sino con palabras.
Merece la pena citar aquí dos largos párrafos del
académico Manuel Alvar comentando el primer libro de José Manuel Suárez,
párrafos que resaltan el carácter trascendental de su poética. “Estamos
debatiéndonos – escribía Alvar en 1995- en ese “mundo inminente” en el que la
manifestación de las palabras constriñe mucho la forma interior que poseen
antes de su eclosión. No puedo por menos que evocar al gran Wilhelm von
Humbold, que consideraba los sonidos como un obstáculo que debemos domeñar por
medio de las ideas para llegar a la formación de la lengua. De tal modo, el
filósofo, o en este caso el poeta, debe evitar el desamparo que produce el
trajín de las palabras que – desordenadas – lo llenan de asombro. Para mí, aquí
está el mundo metafísico de José Manuel Suárez, pero las poesía es un mundo físico que el creador nos comunica y
nos lo hace comprender”
Para dejar más clara aún su interpretación de
nuestro poeta asturiano, Manuel Alvar afirmaba un poco más adelante en su
trabajo sobre el libro En sigilo de
llama, publicado por Adonais: “hay
en esta poesía la pretensión de que cada palabra sea una esencia de valor
absoluto: no es que desconponga los versos, sino que da a la palabra su máxima
dignidad; cada elemento lo es porque tiene una realidad intransferible y no
condicionada; como si el bosque no existiera más que en la concreción de cada
árbol: Verjas, aceras, patios,/Heraldos son/Anuncian /Oros, piedras./Un
fuego/De veloz melodía...” José Manuel Suárez afirma en torno a estas palabras del académico y maestro Manuel
Alvar: “Mi poesía es una lucha permanente y sistemática por avanzar en espiral
hascia la comprensión del ser, pero partiendo siempre de la palabra como
centro y principio supremos de toda
creación poética”.
Similares inquietudes sustentan su segundo libro, Desde más luz , publicado en
1996 por Editorial Calambur, un canto a la claridad y a la paz, bello en la
forma y en el fondo. Su autor busca en él el entronque con la raíz natural de
las cosas . La simetría recorre sus poemas y los va remitiendo unos a otros
según un ritmo muy estricto y clásico. Verso a verso, el poeta persigue la
conexión del lector a través de “la
palabra esencial –dice- y la intensidad
de la expresión”.
El poeta José Hierro Real, Premio Príncipe de
Asturias de las Letras, 1981 ha dicho sobre este libro:: “Es un poemario bien arquitecturado, variado dentro de su rigorosa
unidad (no se trata de un conjunto de poemas agrupados por azar), y que revela
un mundo propio. Es decir: tiene voz personal, que es lo que hay que pedir a un
poeta. Contención, reflexión, precisión expresiva lo incluyen en esa línea de
poesía moral que en nuestro siglo pueden representar poetas como Luis Cernuda,
Gil-Albert, Brines. Corriente general que no significa que se trate de un
producto sin acento personal...”.
José Manuel Suárez escribe para ser leído despacio,
con morosidad, calando en el hondón de sentido que la palabra poética nos
otorga: escriber para allegar –afirma- “un poco de luz en la noche que somos”.
Desde esa luz, siempre tan problemática, se aproxima desde una raíz
trascendental y ontológica el enigma último de la realidad. Apura los más altos
latidos de la palabra; pule y trabaja cada verso como un orfebre para no
dejarse arrastrar por la facilidad de la lengua, y se adentra hacia la altura y
la hondura de la poesía.
Sobre el segundo libro de Suárez, Antonio Colinas,
Premio Nacional de Literatura, Premio a la Crítica y reciente Premio Castilla y
León de las Letras, escribió lo siguiente: “Leyendo Desde más Luz penetro en un mundo que es plenamente del
autor, y que, por ser de él, con este mundo sintonizo, y de ese mundo me
extravío. Es, sin más, el milagro de la poesía, que abre mundos allí donde la
palabra es verdadera. La palabra de José Manuel Suárez ya maduraba en un libro
anterior, y en él nos ofrecía una alternativa a ciertos caminos muy trillados
de la poesía en la última década: reacción al simplismo e impotencia de la
palabra, más afán de metamorfosear la realidad que los ojos ven y, sobre todo,
una mayor riqueza simbólica, que a mi me parece la fuerza dominante de su
poética.
Se observa que Suárez parte de su formación
filosófica y teológica. Su palabra es veladamente religiosa, en el sentido
originario de este término: religación con el poder de lo real en el que
vivimos y que nos acoge y sobrecoge a todos. Como son sus poemas como un camino
en espiral hacia el ser, y siempre desde un horizonte de trascendencia. Su obra
guarda una firme y rigurosa estructura, y su desarrollo se atiende en cada
página a ese objetivo que acabamos de mencionar. Lo que el mundo y el ser vayan
significando para el hombre se revela en imágenes y símbolos. Símbolos vistos
como la esencia misma de la realidad.
En el mes de
diciembre último la Fundación Jorge
Guillen, de Valladolid, publicó su tercer libro, “La tierra en tantas manos”. Un nuevo libro, “Raíz:
no fuego” aún no publicado, completa un extenso ciclo creativo
autónomo, con el título general de “Los seducidos ojos”. Una vez
más, se aprecia en su tercer libro la pureza y transparencia de la palabra, lo
que hace que sus poemas lo cataloguen como un poeta diferente.
Sobre el último libro de José Manuel Suárez, Antonio
Colinas afirmaba recientemente: “Su
poesía sigue ahondando en la interpretación de los grandes símbolos. Magnífica,
pr ejemplo, su aproximación al de la luz. Hay luego esa fuerza, esa
transparencia de la palabra en sus poemas que siguen definiendo al autor como
un poeta distinto, afortunadamente, a lo que ahora se lleva e impone. Mi
impresión no puede ser mejor. Enhorabuena por tanta verdad y belleza juntas”.
Este poeta asturiano no busca con la literatura
ningún prestigio especial, ni se afana por un ridículo escalafón en el
carrerismo literario. Escribe poesía –ese posible saber- desde la misma
humildad en que consiste la palabra poética. “Todo lo que sabemos son palabras.
Bajo su techo –afirma- se cobija todo el saber del hombre. Allí dentro, las
luces y las sombras de cuanto nos es dado contemplar conviven desde siempre y
nos esperan. La Palabra nos abre al saber. La Palabra se abre y se muestra para
ser sabida. Pero la palabra poética es el saber mas humilde”.
Su última obra, La
tierra en tantas manos, es un libro elegíaco en bastantes de sus partes
que se muestra en nuevos registros expresivos. “Alma, tiempo en memoria, y ya
por siempre”: tal es lema de la dedicatoria que lo preside y que de alguna
manera lo resume. Vivir, morir: habitar un lugar en el mundo y con sentido.
Unas palabras del Académico de la Lengua Manuel
Alvar, en su artículo ya citado sobre José Manuel Suárez, resumen bien
la valía de la obra de este escritor asturiano. “Presento a un poeta – escribía Alvar en 1995- del que no conozco –mea
culpa- otra cosa de este libro. Pero lee la obra y conocerás al hombre. Quisiera
ser el primero en decir que ha nacido un gran poeta. Que esos dioses de la
tarde a los que evoca, no le oscurezcan nunca su camino”.
José Manuel Suárez, este joven poeta y profesor de
Villoria, de la pequeña aldea de Piedras Negras, en el concejo de Laviana, ama
y añora su Asturias natal. Desde la capital de España recuerda la casa y la
tierra de sus padres, recientemente fallecidos y vueve a ellas frecuentemente.
Desde su obra –el posible saber de la poesía- toca con sus manos un mundo
cercano de signos y los siente con todo su corazón.
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