En 1790, un grupo de jóvenes ilustrados formó la Sociedad Académica de
Amantes del País, con la finalidad de discutir sobre los asuntos nacionales.
Este grupo, que reconoció como fundador a Joseph Rossi y Rubí, estuvo
conformado por José María Egaña, Demetrio Guasque, Hipólito Unanue y Jacinto
Calero y Moreira. Los cuatro primeros junto con otros dos conocidos por los
seudónimos de Mindirido y Agelasto, más tres damas conocidas como Dorálice,
Florida y Egeria, se habían reunido tres años atrás durante poco menos de un
año, formando la Sociedad Harmónica, para discutir sobre literatura y las
noticias públicas. Esta Sociedad fue la base de la Sociedad Académica de Amantes
del País.
Los miembros de la Sociedad Académica de Amantes del País decidieron
plasmar en el papel los temas de sus conversaciones. Así nació un periódico al
cual llamaron el Mercurio Peruano de Historia, Literatura y Noticias Públicas.
Poco después, por la vastedad de las materias tratadas, se vieron obligados a
incorporar otros miembros. El 2 de enero de 1791 salió el primer número del
Mercurio Peruano y tuvo una buena acogida, contándose 220 suscriptores. Estos
alcanzaron a 398 en el mejor de sus momentos. La competencia por la
supervivencia, los suscriptores, fue dura entre el Diario de Lima y el Mercurio
Peruano y sería más rigurosa al aparecer un nuevo periódico. En efecto, el 12
de junio de 1791 apareció el Semanario Crítico, por obra del franciscano
español Fray Antonio Olavarrieta. Este semanario moriría con el número 16.
La más grande contribución del Mercurio Peruano fue el hecho de que por
primera vez, desde el arribo de los españoles a esta parte del continente, se
estableció el concepto de Perú como nación o país y de peruanidad como
sentimiento. Miembro notable de la Sociedad Académica de Amantes del País fue
el medico Hipólito Unanue; por tanto, nos interesa conocer la participación de
los médicos de la época y el contenido de los temas médicos en esta
publicación.
De 173 temas tratados durante los doce números, los referentes a Medicina
fueron en proporción creciente: 9.22 % en 1791, 19.93% en 1792, 18.43% en 1793
y 20.44% en 1794. Este interés creciente por los temas de Medicina es parte del
interés por las materias de aplicación práctica en aquella época. La descripción y
tratamiento de las enfermedades fue muy novedosa en ese entonces al igual que
lo fueron los temas de Geografía (nuevos caminos, minerales, etc.), Historia
Natural (aprovechamiento de las plantas), conceptos sobre economía y finanzas,
la herejía revolucionaria de los franceses, entre otros temas.
De 517 suscriptores registrados, según la actividad profesional, sólo se
contó con los siguientes médicos: el selecto aragonés Cosme Bueno,
ex-cosmógrafo mayor del Reino; José Manuel Dávalos, maestro de Química en la
Universidad de San Marcos, José Díaz de Arellano, primer cirujano de la Armada
y médico de cámara y de la familia del virrey; José León y Vargas, médico en La
Paz; Gabriel Moreno, dedicado a la enseñanza de las matemáticas en la
Universidad de San Marcos y llegó a ser cosmógrafo mayor del Reino; José
Hipólito Unanue, catedrático de Anatomía en la Universidad de San Marcos; el
mulato José Manuel Valdés, notable cirujano de la época que recién en 1806
sería aceptado como médico. Como podemos apreciar, de estos siete médicos
suscritos a el Mercurio Peruano, sólo dos, Díaz de Arellano y Unanue, ejercían propiamente
la profesión en esta parte del país.
Entre las razones que expliquen la escasa cantidad de médicos suscriptores
de el Mercurio podemos considerar dos: el relativamente elevado costo de la
suscripción y el desinterés de los médicos de la época por las publicaciones en
general. Sobre lo primero se sabe que la suscripción mensual era de 14 reales,
sin considerar el parte, cantidad que era el 3,5 % del sueldo de un oidor, y
hasta el 28 % de lo que cobraba un pequeño funcionario. En general, los suscriptores
del Mercurio Peruano pertenecían a los sectores bien acomodados o pudientes de
la sociedad. Sobre lo segundo, la única evidencia es la casi inexistencia de
publicaciones, en general, por parte de los médicos.
Los temas médicos tratados se refieren a la importancia de la anatomía, a
la inauguración del Anfiteatro Anatómico, el mal de altura, la vejez y la
longevidad, un cólico extraordinario, un caso de tenia, un aneurisma del labio
inferior, la disentería, las aguas termales, el veneno animal, el tratamiento
de diversos padecimientos de estas regiones, la quina o cascarilla, las aguas
minerales, las virtudes de la coca, los pacientes de los hospitales de Lima,
las medidas higiénicas para conservar la salud y para la preñez y otras
curiosidades médicas. Estos temas han sido revisados recientemente.
En conclusión, el Mercurio Peruano fue un periódico cuya importancia radica
en que junto con el concepto de Perú como nación se tocaron muchos temas, de
los cuales algunos reflejaron parcialmente el interés de los médicos de la
época, por lo menos de una élite de ellos. Y, en general, la participación de
los médicos de la época como suscriptores fue escasísima.
El decimosegundo y último número del Mercurio Peruano salió el 31 de agosto
de 1794. Las causas de su desaparición fueron económicas, principalmente la
falta de suscriptores; la decadencia en la calidad de los artículos al
agotárseles rápidamente la producción a los miembros, optándose por recibir
otras colaboraciones que no siempre fueron de lo mejor; y, por último, se tiene
indicios de que hubo cierta censura virreinal no obstante de la aprobación
oficial para circular.
En las décadas siguientes aparecieron numerosos periódicos con alto
contenido de ideas republicanas y en los cuales contribuyeron también los
médicos. La mayoría de estos periódicos fue de existencia efímera, pero algunos
de ellos como la Minerva Peruana, la Gaceta de Gobierno de Lima, El Verdadero
Peruano, El Investigador, tuvieron una vigencia mayor. Estos periódicos
ocasionalmente publicaron asuntos relacionados con la medicina nacional, cuyos
contenidos aún no han sido bien estudiados. Médicos como Hipólito Unanue, José
Manuel Valdés, José Gregorio Paredes, Miguel Tafur, Gabriel Moreno, José Pezet,
el cirujano Bartolomé Alcántara y el médico romano Félix Devotti entre otros,
dirigieron publicaciones y publicaron notas de encendido contenido republicano
además de las propiamente médicas. Fue una época en que muchos de ellos fueron
acusados de "hacer proposiciones heréticas", "tener libros
prohibidos" y "leer libros vedados”.
El diario La Floresta, que apareció en 1831 y tuvo una breve existencia,
debería ser considerado como el precursor de la prensa médica nacional, según
opinión del Dr. Arias Schereiber, por la cantidad y calidad de referencias a
varios aspectos de la medicina nacional.
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