sábado, 30 de mayo de 2015

EL MERCURIO PERUANO Y LOS MÉDICOS PERUANOS

En 1790, un grupo de jóvenes ilustrados formó la Sociedad Académica de Amantes del País, con la finalidad de discutir sobre los asuntos nacionales. Este grupo, que reconoció como fundador a Joseph Rossi y Rubí, estuvo conformado por José María Egaña, Demetrio Guasque, Hipólito Unanue y Jacinto Calero y Moreira. Los cuatro primeros junto con otros dos conocidos por los seudónimos de Mindirido y Agelasto, más tres damas conocidas como Dorálice, Florida y Egeria, se habían reunido tres años atrás durante poco menos de un año, formando la Sociedad Harmónica, para discutir sobre literatura y las noticias públicas. Esta Sociedad fue la base de la Sociedad Académica de Amantes del País.

Los miembros de la Sociedad Académica de Amantes del País decidieron plasmar en el papel los temas de sus conversaciones. Así nació un periódico al cual llamaron el Mercurio Peruano de Historia, Literatura y Noticias Públicas. Poco después, por la vastedad de las materias tratadas, se vieron obligados a incorporar otros miembros. El 2 de enero de 1791 salió el primer número del Mercurio Peruano y tuvo una buena acogida, contándose 220 suscriptores. Estos alcanzaron a 398 en el mejor de sus momentos. La competencia por la supervivencia, los suscriptores, fue dura entre el Diario de Lima y el Mercurio Peruano y sería más rigurosa al aparecer un nuevo periódico. En efecto, el 12 de junio de 1791 apareció el Semanario Crítico, por obra del franciscano español Fray Antonio Olavarrieta. Este semanario moriría con el número 16.

La más grande contribución del Mercurio Peruano fue el hecho de que por primera vez, desde el arribo de los españoles a esta parte del continente, se estableció el concepto de Perú como nación o país y de peruanidad como sentimiento. Miembro notable de la Sociedad Académica de Amantes del País fue el medico Hipólito Unanue; por tanto, nos interesa conocer la participación de los médicos de la época y el contenido de los temas médicos en esta publicación.

De 173 temas tratados durante los doce números, los referentes a Medicina fueron en proporción creciente: 9.22 % en 1791, 19.93% en 1792, 18.43% en 1793 y 20.44% en 1794. Este interés creciente por los temas de Medicina es parte del interés por las materias de aplicación práctica en aquella época. La descripción y tratamiento de las enfermedades fue muy novedosa en ese entonces al igual que lo fueron los temas de Geografía (nuevos caminos, minerales, etc.), Historia Natural (aprovechamiento de las plantas), conceptos sobre economía y finanzas, la herejía revolucionaria de los franceses, entre otros temas.

De 517 suscriptores registrados, según la actividad profesional, sólo se contó con los siguientes médicos: el selecto aragonés Cosme Bueno, ex-cosmógrafo mayor del Reino; José Manuel Dávalos, maestro de Química en la Universidad de San Marcos, José Díaz de Arellano, primer cirujano de la Armada y médico de cámara y de la familia del virrey; José León y Vargas, médico en La Paz; Gabriel Moreno, dedicado a la enseñanza de las matemáticas en la Universidad de San Marcos y llegó a ser cosmógrafo mayor del Reino; José Hipólito Unanue, catedrático de Anatomía en la Universidad de San Marcos; el mulato José Manuel Valdés, notable cirujano de la época que recién en 1806 sería aceptado como médico. Como podemos apreciar, de estos siete médicos suscritos a el Mercurio Peruano, sólo dos, Díaz de Arellano y Unanue, ejercían propiamente la profesión en esta parte del país.

Entre las razones que expliquen la escasa cantidad de médicos suscriptores de el Mercurio podemos considerar dos: el relativamente elevado costo de la suscripción y el desinterés de los médicos de la época por las publicaciones en general. Sobre lo primero se sabe que la suscripción mensual era de 14 reales, sin considerar el parte, cantidad que era el 3,5 % del sueldo de un oidor, y hasta el 28 % de lo que cobraba un pequeño funcionario. En general, los suscriptores del Mercurio Peruano pertenecían a los sectores bien acomodados o pudientes de la sociedad. Sobre lo segundo, la única evidencia es la casi inexistencia de publicaciones, en general, por parte de los médicos.

Los temas médicos tratados se refieren a la importancia de la anatomía, a la inauguración del Anfiteatro Anatómico, el mal de altura, la vejez y la longevidad, un cólico extraordinario, un caso de tenia, un aneurisma del labio inferior, la disentería, las aguas termales, el veneno animal, el tratamiento de diversos padecimientos de estas regiones, la quina o cascarilla, las aguas minerales, las virtudes de la coca, los pacientes de los hospitales de Lima, las medidas higiénicas para conservar la salud y para la preñez y otras curiosidades médicas. Estos temas han sido revisados recientemente.

En conclusión, el Mercurio Peruano fue un periódico cuya importancia radica en que junto con el concepto de Perú como nación se tocaron muchos temas, de los cuales algunos reflejaron parcialmente el interés de los médicos de la época, por lo menos de una élite de ellos. Y, en general, la participación de los médicos de la época como suscriptores fue escasísima.

El decimosegundo y último número del Mercurio Peruano salió el 31 de agosto de 1794. Las causas de su desaparición fueron económicas, principalmente la falta de suscriptores; la decadencia en la calidad de los artículos al agotárseles rápidamente la producción a los miembros, optándose por recibir otras colaboraciones que no siempre fueron de lo mejor; y, por último, se tiene indicios de que hubo cierta censura virreinal no obstante de la aprobación oficial para circular.

En las décadas siguientes aparecieron numerosos periódicos con alto contenido de ideas republicanas y en los cuales contribuyeron también los médicos. La mayoría de estos periódicos fue de existencia efímera, pero algunos de ellos como la Minerva Peruana, la Gaceta de Gobierno de Lima, El Verdadero Peruano, El Investigador, tuvieron una vigencia mayor. Estos periódicos ocasionalmente publicaron asuntos relacionados con la medicina nacional, cuyos contenidos aún no han sido bien estudiados. Médicos como Hipólito Unanue, José Manuel Valdés, José Gregorio Paredes, Miguel Tafur, Gabriel Moreno, José Pezet, el cirujano Bartolomé Alcántara y el médico romano Félix Devotti entre otros, dirigieron publicaciones y publicaron notas de encendido contenido republicano además de las propiamente médicas. Fue una época en que muchos de ellos fueron acusados de "hacer proposiciones heréticas", "tener libros prohibidos" y "leer libros vedados”.

El diario La Floresta, que apareció en 1831 y tuvo una breve existencia, debería ser considerado como el precursor de la prensa médica nacional, según opinión del Dr. Arias Schereiber, por la cantidad y calidad de referencias a varios aspectos de la medicina nacional.





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