Existen
leyes y sentencias no cumplidas, porque su dación obedeció a consideraciones políticas o porque las
circunstancias hacen conflictiva su aplicación. Y en el Virreinato, que aún
subsiste n nuestro inconsciente, porque el rey, lejano, dictaba leyes que
amenazaban los privilegios o la propia marcha económica del territorio.
Se dice
que en tales casos el virrey levantaba
la Real Cédula sobre su cabeza repitiendo “Acato, pero no cumplo’’. Los
burlones limeños llamaban a esos decretos suspendidos: “Hostias sin consagrar’.
La
fórmula tuvo un antecedente en la etapa inicial de la Conquista, cuando se
acuno la frase ‘Dios está en el cielo, el rey está lejos de aquí y aquí mando
yo”. Y esa fue la dura lección que sufrió el primer virrey Blasco Núñez de
Vela, enviado por Carlos V en 1544, para
quebrar el poder de los encomenderos con la aplicación de las leyes Nuevas, que
suprimían los repartimientos y los abusos contra los indios. Gonzalo Pizarro
que asumió la representación de los afectados, desconoció la autoridad del
virrey y con un ‘yo mando aquí’, al que se unieron los oidores, detuvo a Vela,
lo embarco hacia Panamá y finalmente, al
frente del Ejército de la Libertad, lo
decapitó tras la batalla de Iñaquito en 1546.
Distinto
fue el caso de De la Gasca, enviado en febrero de 1546 para apoyar al virrey en
la implementación de las Leyes Nuevas. Al saber de su muerte y de la revuelta,
ofreció el perdón de los rebeldes a cambio de suspender las Nuevas Leyes y,
tras vencer a Pizarro, procedió a repartir más indios entre los encomenderos.
Acató y no cumplió, pero permitió a
largo plazo la continuidad de la corona.
Siglos
después, en 1764, una real orden que nuevamente
buscaba limitar los abusos de los corregidores, reglamentando los repartimientos, generó otro episodio del
‘se acata pero no se cumple”. El Virrey Amat, encargado de imponerla, envió un
pregón rechazando en los corregimientos.
La historia dice que el virrey mantuvo
esa ‘hostia sin consagrar’, para que los corregidores, a cambio de sobornos,
siguieran vendiendo sus mercancías.
Igual ocurrió
en 1804. España, con graves problemas financieros por sus guerras en Europa,
impuso préstamos forzados en América a sabiendas de que causarían un peligroso
malestar social. En México la medida fue cumplida con severidad, pero en el
Perú, el virrey Avilés demoró su
aplicación, para evitar la ruina que traería sobre el virreinato.
Hoy, ’’
las hostias sin consagrar’ “son muchas: el pago de los bonos de la reforma
agraria a valor actualizado, como piden sus poseedores actuales, la devolución
del Fonavi, la demora en expedir los reglamentos. Un caso reciente fue la ‘ley
Pulpín’, que el gobierno ofrecía ‘corregir reglamentariamente’. Y a manera
frecuente de incumplir la ley, son las
demoras y obstáculos burocráticos con los que se acata pero se incumple.
Inconsciente colonial o ‘quien hereda no hurta’.
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