viernes, 1 de mayo de 2015

EL COMBATE DEL DOS DE MAYO DE 1866 (I PARTE)

En 1853 España había reconocido la independencia del Perú, sin embargo, 13 años después, en 1866, una escuadra española ocupó las islas Chincha, emporio del guano peruano. Ante esta situación se convocó a un Congreso Americano en Lima, con la participación de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Guatemala, Perú y Venezuela, y se llegó a la conclusión de que el asunto de las islas Chincha era un problema continental.
La escuadra española también amenazó a nuestros vecinos, bloqueando la costa chilena, incursionó en sus puertos y afecto su comercio. En esa época, los chilenos capturaron la goleta española "Covadonga" que luego fue usada contra el Perú en la Guerra del Pacífico.
El 7 de febrero de 1866, la escuadra peruano-chilena batió a la española en el combate de Abtao. Los españoles bombardearon Valparaíso el 31 de marzo y se dirigieron al Callao para atacarlo.
El 25 de abril se supo  en el Perú de la llegada de los barcos de la escuadra española. Eran las fragatas Numancia, Blanca, Villa de Madrid , Resolución, Berenguela, Almansa, la goleta vencedora y los vapores auxiliares Márquez de la Victoria, Matías Cousiño y Paquete de Maule. Méndez Núñez anuncio el bloqueo del Callao, el 26. Al día siguiente dirigió comunicaciones al cuerpo diplomático y consular, justificando su actitud y dando un plazo de cuatro días  para que los extranjeros salvaran sus intereses en el Callao. En tanto los trabajos en las fortificaciones aumentaron y los ofrecimientos de personas y de bienes fueron incontables. Desde la noticia del bombardeo de Valparaíso, ancianos, mujeres y niños habían empezado a dejar el Callao, y el éxodo del vecindario crecio aún más. Por otra parte una multitud inmensa acudió al puerto  a trabajar en las obras de fortificación. Todos los militares ofrecieron sus servicios, hubo generales ocupando puestos ínfimos, vestidos de gala, confundidos con el pueblo y los jefes que habían acompañado a Juan Antonio Pezet y que habían sido borrados de la lista militar, formaron una compañía, a la que fue confiada una batería. Los presos políticos pidieron un lugar en el combate, ofreciendo regresar a la prisión  y así lo hicieron. Los jóvenes que no encontraron una colocación en el ejército  o en  la marina, se organizaron en numerosas compañías de bomberos, porque se suponía que el Callao sería reducido a cenizas; y así quedaron, vestidos con ese uniforme, colegiales de San Carlos, de Guadalupe, dependientes de casas de comercio , pasantes de abogados. En los preparativos de defensa y ataque ayudaron también los extranjeros. Las suscripciones para las familias  de los que cayeran en la contienda llegaron a sumas muy elevadas. Las mujeres se dedicaron, inclusive la de los conventos a hilar y a coser para el ejército. Los médicos y los practicantes, los sacerdotes  y las Madres de San Vicente de Paúl formaron una organización. Doscientos jóvenes llevaban en el sombrero una  tarjeta con las iniciales C. de H. que eran las de la ambulancia. Rogativas en las iglesias  y prédicas de los sacerdotes atizaron la unanimidad  del sentimiento público. Dos cañones fueron colocados en sus parapetos, llamándose por carteles al pueblo, acudiendo más de diez mil hombres; se les vio trabajar con el barro, la arena y las piedras, a gente de levita y guantes. Desde el 30 de abril, nadie se ocupó en Lima de asuntos particulares, paralizándose las oficinas, las tiendas y los talleres y “nadie de acordó de cobrar ni de pagar”. Todas las casas estaban engalanadas con banderas.
El día 1 de mayo, día anunciado para el bombardeo, las autoridades recorrieron las baterías, y grupos de hombres armados las recorrieron  también cantando. A las nueve de la mañana del día dos las tripulaciones de la escuadra  atacante oyeron la alocución de Méndez Núñez y las bandas de los buques  tocaron aires nacionales. Después de levar anclas, estuvieron dando vueltas esperando que la espesa neblina se despejase. El combate empezó a las once y quince  de la mañana del día dos. Como en una antigua pintura de batalla naval, la escuadra, tendida en una línea, se acercó desafiante al puerto, con los masteleros de juanete calados  y los grandes pabellones tremolando con la suave brisa  de la mañana. Tan resuelto fue su avance, narra una relación de la época, qjue parecía que los buques iban a varar.
En la torre de la Merced, estaba el secretario de Guerra, José Gálvez; y contaba el general J. N. Eléspuru, por aquel entonces imberbe artillero de esa torre, que al preguntarle si harían fuego antes que la escuadra atacante, Gálvez  repuso: “¡No! Justifiquemos  nuestra causa!. El primer tiro de la “Numancia” no fue contestado. Al segundo disparo, el fuerte de Santa Rosa  rompió sus fuegos. Las crónicas cuentan  también  que en ese momento Gálvez gritó: “!Españoles, aquí os devolvemos el trato del 27 de enero!. A los primeros fogonazos  un gentío salió de Lima, queriendo ir al Callao, y tuvo que ser contenido en Bellavista.    
El combaste se prolongó hasta las cinco menos cuarto de la tarde. Los buques españoles se acercaron  a veces tanto a tierra, para escapar de la línea de fuego de los poderosos cañones de 32, que los defensores del Callao veían las señales de banderas y oían junto con las explosiones, el sonar de las cornetas y de las voces de mando de una de ellas, sobre todo, de uno de los jefes españoles, gritando: “Aquí esta Topete”. “La Villa de Madrid”, fue puesta fuera de combate 20 minutos después de empezado este; y lo mismo ocurrió  después con la “Berenguela” y la “Blanca”. El almirante Méndez Núñez y el capitán del barco “Resolución” quedaron heridos. Una explosión en el polvorín de la batería de las Merced  la inutilizó, matando a veintisiete, entre otros al secretario de Guerra José Gálvez y al ingeniero colombiano Cornelio Borda, quedando quedando sesenta y seis heridos. Esta catástrofe ocurrida a los cincuenta y cinco minutos, no abatió a los defensores del Callao. En la batería “Abtao”, un capitán  trepado al parapeto paseaba una bandera enm oro, en medio de lo más recio del combate. En la batería Maipú, cada cañonazo estuv o  acompañado por el tocar de una banda de músicos. Los jefes del fuerte de Santa Rosa y de la torre de Junín, se exhibieron en lo alto  dando frente al fuego enemigo, conversando con sus camaradas. Hubo quienes recorrieron de arriba abajo, las defensas del puerto ofreciendo de beber y comer a los combatientes. Cuando a estos se les desmontaba n los cañones o se les agotaban las municiones, se iban a combatir a otras baterías o quedaban expuestos a los disparos españoles, respondiendo soilo con exclamaciones patrióticas: a cada bala, se oía un ¡Viva el Perú!.
A las 2 y 30 de la tarde formaban la línea de batalla únicamente la “Numancia”, la “Resolución”, la “Almanza” y la “Vencedora”. La “Resolución” se retiró luego con serios desperfectos  y la “Almanza” con agua e incendio a bordo. Fue entonces cuando su comandante  se negó as inundar  las santabárbaras  pronunciando la famosa frase: “Hoy no es día de mojar la pólvora”. A las cuatro y cuarenta, empezando la neblina, la nave capitana de los atacantes que, sola con la “Vencedora”, mantenía la lucha, hizo la señal de cesar el combate, cubrió con su gente las jarcias, dio tres vivas a la reina y ordenó la retirada. Los últimos tiros  fueron disparados del puerto y del monitor peruano “Victoria”. “Las baterías están completamente preparadas  y ansiosas de renovar la pelea”, escribió el marino norteamericano T.H. Nelson, el 3 de mayo. El diplomático norteamericano T.H. Nelson, a bordo también del Powhatan, en una carta privada de fecha 3 de mayo dirigida al Dr. Robert Trumbull en Valparaíso, señala:
“ El fuerte Santa Rosa  contestó sus fuegos con brío hasta que a los 20 minutos los buques se retiraron, hasta quedar a tiro lejano, en cuya situación continuaron el duelo hasta las cuatro y 45 minutos de la tarde, hora en que pusieron término al combate. En el acto bajé a tierra y después de felicitar cordialmente al presidente Prado por su distinguido triunfo, acompañé al General Flove a ofrecer los servicios de los cirujanos a los heridos. Luego visité todas las baterías y me sorprendí al ver el poco daño que se les había hecho... Los daños causados en el Callao son escasamente apreciables. Las baterías ocuparon tan continuamente a la escuadra que no hubo tiempo para bombardear la ciudad. Es posible estimar el daño causado a los buques, por los trozos de madera varados en la playa es evidente que sufrieron daños seriamente…”
Es reseñable el hecho de que Nelson yerra a la hora de afirmar que la Escuadra no tuviera tiempo de bombardear la ciudad. La Resolución, la Vencedora y la Berenguela así lo hicieron, aunque al fallar los cohetes incendiarios, el resultado no fue el esperado.
Los cañones montados en el Callao eran, la versión peruana, cincuenta, entre ellos nueve de grueso calibre; según otra versión, los cañones peruanos  eran setenta y seis, más o menos, de los cúales doce  eran de grueso calibre. La escuadra española , tenía según la versión peruana , trescientos cañones; según la versión española , doscientos cincuenta y cinco, con el máximo calibre de 68, número prácticamente reducido a la mitad , puesto que los buques no podían hacer uso más de un costado a la vez al disparar. Escaseaban los víveres  en las naves españolas , cuyas tripulaciones estaban mantenidas por un rancho mísero; y de España tampoco habián recibido pólvora ni balas. Hallabanse en parajes hostiles, no contando sino con sus propios  medios y luchando, no en pos de una victoria con botín tangible, sino en pos del cumplimiento de la consigna militar.
Desde el punto de vista técnico o científico siempre se ha censurado la decisión de Méndez Núñez, sin que ello implique  negar su valentía.. Según los expertos  de arte militar, que el ataque  contra  poderosas baterías  de costa sólo con fuerzas navales, es empresa muy aventurada . Se dice también que la escuadra española  fue diseminada en una extensa línea, avanzando en dos alas dentro de un ángulo muy abierto. En el campo peruano no puede ser  tampoco favorable una estricta crítica  técnica. Poseía el Callao, el mejor cañón entonces conocido, para buques de coraza, el Armstrong, de 300; y las granadas de sus cañones, Blakely, eran formidables; y era la primera vez  que se probaban en una guerra. Por mucho que se aduzcan  los daños que las baterías causaron en la escuadra atacante, es evidente que ellos pudieron ser mucho mayores con artilleros mejor  ejercitados. Pero en el fondo, estas críticas son mezquinas. En los defensores del puerto, la improvisación en la defensa estaba compensada  por el heroico fervor.
Según el Parte de Combate de la Escuadra las bajas españolas fueron de 43 muertos, 83 heridos y 68 contusos, entre los segundos el Almirante Méndez Núñez y algunos otros oficiales y comandantes. Los catálogos españoles respecto a las bajas son de mayor precisión que los listados peruanos, incluyendo todo tipo de datos como el número y tipo de heridas recibidas, la parte del cuerpo afectada o la evolución del enfermo.11
Del lado peruano no se sabe con exactitud el número de muertos y heridos. Todas las listas que se confeccionaron entonces eran parciales.11 En unas se incluían sólo militares, en otras sólo peruanos, la mayoría no incluía extranjeros, y no se llegó a hacer una lista completa y definitiva. Este hecho es descrito por el corresponsal delw York Times en un artículo sobre el combate: “Ninguna de las cuentas publicadas da correctamente el número de muertos y heridos en el lado peruano, y todos sus partes sobre las pérdidas españolas son simplemente conjeturas…”
The New York Times a 1 de junio de 18668
En 1867 la Correspondencia diplomática relativa a la cuestión española fue publicada por orden del Jefe Supremo del Perú, Mariano Ignacio Prado, para ser presentada al Congreso Constituyente. En correspondencia del secretario de relaciones exteriores Toribio Pacheco, fechada el 26 de abril, se indica que las defensas del Callao sufrieron cerca de 200 bajas, entre muertos y heridos.
En las Crónicas del Deán Juan Gualberto Según el Parte de Combate de la Escuadra las bajas españolas fueron de 43 muertos, 83 heridos y 68 contusos, entre los segundos el Almirante Méndez Núñez y algunos otros oficiales y comandantes. Los catálogos españoles respecto a las bajas son de mayor precisión que los listados peruanos, incluyendo todo tipo de datos como el número y tipo de heridas recibidas, la parte del cuerpo afectada o la evolución del enfermo.11
Del lado peruano no se sabe con exactitud el número de muertos y heridos. Todas las listas que se confeccionaron entonces eran parciales.11 En unas se incluían sólo militares, en otras sólo peruanos, la mayoría no incluía extranjeros, y no se llegó a hacer una lista completa y definitiva. Este hecho es descrito por el corresponsal del New York Times en un artículo sobre el combate:
Ninguna de las cuentas publicadas da correctamente el número de muertos y heridos en el lado peruano, y todos sus partes sobre las pérdidas españolas son simplemente conjeturas
The New York Times a 1 de junio de 18668
En 1867 la Correspondencia diplomática relativa a la cuestión española fue publicada por orden del Jefe Supremo del Perú, Mariano Ignacio Prado, para ser presentada al Congreso Constituyente. En correspondencia del secretario de relaciones exteriores Toribio Pacheco, fechada el 26 de abril, se indica que las defensas del Callao sufrieron cerca de 200 bajas, entre muertos y heridos.
En las Crónicas del  Deán Juan Gualberto Valdivia Cornejo publicadas en 1873 aparece una relación de 83 individuos muertos que comprende desde el Ministro de Guerra José Gálvez hasta los ciudadanos voluntarios, incluyendo a extranjeros como el ingeniero colombiano Cornelio Borda y el capitán de artillería chileno Juan Salcedo ambos muertos en la Torre "La Merced".
Las estimaciones de los extranjeros presentes en el combate para las bajas peruanas varían entre los 200 y los 350 muertos y heridos,
Los españoles pretendieron adjudicarse el triunfo por el número de muertos y heridos que los peruanos tuvieron y que llegó, según ellos, a ciento ochenta, más o menos, si bien los peruanos dieron la cifra  de sesenta y cinco; y por la condición en que quedaron sus naves, cuyo viaje para atravesar tres mil leguas  de océano, se inició ocho días después. Sin embargo, los peruanos y sus aliados celebraron  la jornada del 2 de mayo como una gran victoria.  

Con esta gesta, el Perú sellaba definitivamente la independencia de América del Sur. El combate del 2 de Mayo fue una victoria del pueblo americano y del pueblo peruano en particular. La escuadra española tuvo que retirarse definitivamente del océano Pacífico.

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