En
1853 España había reconocido la independencia del Perú, sin embargo, 13 años
después, en 1866, una escuadra española ocupó las islas Chincha, emporio del
guano peruano. Ante esta situación se convocó a un Congreso Americano en Lima,
con la participación de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Guatemala, Perú y
Venezuela, y se llegó a la conclusión de que el asunto de las islas Chincha era
un problema continental.
La
escuadra española también amenazó a nuestros vecinos, bloqueando la costa
chilena, incursionó en sus puertos y afecto su comercio. En esa época, los
chilenos capturaron la goleta española "Covadonga" que luego fue
usada contra el Perú en la Guerra del Pacífico.
El 7
de febrero de 1866, la escuadra peruano-chilena batió a la española en el
combate de Abtao. Los españoles bombardearon Valparaíso el 31 de marzo y se
dirigieron al Callao para atacarlo.
El 25 de abril se supo en el Perú de la llegada de los barcos de la
escuadra española. Eran las fragatas Numancia, Blanca, Villa de Madrid ,
Resolución, Berenguela, Almansa, la goleta vencedora y los vapores auxiliares Márquez
de la Victoria, Matías Cousiño y Paquete de Maule. Méndez Núñez anuncio el bloqueo
del Callao, el 26. Al día siguiente dirigió comunicaciones al cuerpo
diplomático y consular, justificando su actitud y dando un plazo de cuatro
días para que los extranjeros salvaran
sus intereses en el Callao. En tanto los trabajos en las fortificaciones aumentaron
y los ofrecimientos de personas y de bienes fueron incontables. Desde la
noticia del bombardeo de Valparaíso, ancianos, mujeres y niños habían empezado
a dejar el Callao, y el éxodo del vecindario crecio aún más. Por otra parte una
multitud inmensa acudió al puerto a
trabajar en las obras de fortificación. Todos los militares ofrecieron sus
servicios, hubo generales ocupando puestos ínfimos, vestidos de gala,
confundidos con el pueblo y los jefes que habían acompañado a Juan Antonio Pezet
y que habían sido borrados de la lista militar, formaron una compañía, a la que
fue confiada una batería. Los presos políticos pidieron un lugar en el combate,
ofreciendo regresar a la prisión y así
lo hicieron. Los jóvenes que no encontraron una colocación en el ejército o en
la marina, se organizaron en numerosas compañías de bomberos, porque se
suponía que el Callao sería reducido a cenizas; y así quedaron, vestidos con
ese uniforme, colegiales de San Carlos, de Guadalupe, dependientes de casas de
comercio , pasantes de abogados. En los preparativos de defensa y ataque
ayudaron también los extranjeros. Las suscripciones para las familias de los que cayeran en la contienda llegaron a
sumas muy elevadas. Las mujeres se dedicaron, inclusive la de los conventos a hilar
y a coser para el ejército. Los médicos y los practicantes, los sacerdotes y las Madres de San Vicente de Paúl formaron
una organización. Doscientos jóvenes llevaban en el sombrero una tarjeta con las iniciales C. de H. que eran
las de la ambulancia. Rogativas en las iglesias
y prédicas de los sacerdotes atizaron la unanimidad del sentimiento público. Dos cañones fueron
colocados en sus parapetos, llamándose por carteles al pueblo, acudiendo más de
diez mil hombres; se les vio trabajar con el barro, la arena y las piedras, a
gente de levita y guantes. Desde el 30 de abril, nadie se ocupó en Lima de
asuntos particulares, paralizándose las oficinas, las tiendas y los talleres y
“nadie de acordó de cobrar ni de pagar”. Todas las casas estaban engalanadas
con banderas.
El día
1 de mayo, día anunciado para el bombardeo, las autoridades recorrieron las
baterías, y grupos de hombres armados las recorrieron también cantando. A las nueve de la mañana
del día dos las tripulaciones de la escuadra
atacante oyeron la alocución de Méndez Núñez y las bandas de los
buques tocaron aires nacionales. Después
de levar anclas, estuvieron dando vueltas esperando que la espesa neblina se
despejase. El combate empezó a las once y quince de la mañana del día dos. Como en una antigua
pintura de batalla naval, la escuadra, tendida en una línea, se acercó
desafiante al puerto, con los masteleros de juanete calados y los grandes pabellones tremolando con la
suave brisa de la mañana. Tan resuelto
fue su avance, narra una relación de la época, qjue parecía que los buques iban
a varar.
En la
torre de la Merced, estaba el secretario de Guerra, José Gálvez; y contaba el
general J. N. Eléspuru, por aquel entonces imberbe artillero de esa torre, que
al preguntarle si harían fuego antes que la escuadra atacante, Gálvez repuso: “¡No! Justifiquemos nuestra causa!. El primer tiro de la
“Numancia” no fue contestado. Al segundo disparo, el fuerte de Santa Rosa rompió sus fuegos. Las crónicas cuentan también que en ese momento Gálvez gritó: “!Españoles,
aquí os devolvemos el trato del 27 de enero!. A los primeros fogonazos un gentío salió de Lima, queriendo ir al
Callao, y tuvo que ser contenido en Bellavista.
El
combaste se prolongó hasta las cinco menos cuarto de la tarde. Los buques
españoles se acercaron a veces tanto a
tierra, para escapar de la línea de fuego de los poderosos cañones de 32, que
los defensores del Callao veían las señales de banderas y oían junto con las
explosiones, el sonar de las cornetas y de las voces de mando de una de ellas,
sobre todo, de uno de los jefes españoles, gritando: “Aquí esta Topete”. “La
Villa de Madrid”, fue puesta fuera de combate 20 minutos después de empezado
este; y lo mismo ocurrió después con la
“Berenguela” y la “Blanca”. El almirante Méndez Núñez y el capitán del barco
“Resolución” quedaron heridos. Una explosión en el polvorín de la batería de
las Merced la inutilizó, matando a
veintisiete, entre otros al secretario de Guerra José Gálvez y al ingeniero
colombiano Cornelio Borda, quedando quedando sesenta y seis heridos. Esta
catástrofe ocurrida a los cincuenta y cinco minutos, no abatió a los defensores
del Callao. En la batería “Abtao”, un capitán
trepado al parapeto paseaba una bandera enm oro, en medio de lo más
recio del combate. En la batería Maipú, cada cañonazo estuv o acompañado por el tocar de una banda de
músicos. Los jefes del fuerte de Santa Rosa y de la torre de Junín, se
exhibieron en lo alto dando frente al
fuego enemigo, conversando con sus camaradas. Hubo quienes recorrieron de arriba
abajo, las defensas del puerto ofreciendo de beber y comer a los combatientes.
Cuando a estos se les desmontaba n los cañones o se les agotaban las
municiones, se iban a combatir a otras baterías o quedaban expuestos a los
disparos españoles, respondiendo soilo con exclamaciones patrióticas: a cada
bala, se oía un ¡Viva el Perú!.
A las 2 y 30 de la tarde formaban la línea de batalla
únicamente la “Numancia”, la “Resolución”, la “Almanza” y la “Vencedora”. La
“Resolución” se retiró luego con serios desperfectos y la “Almanza” con agua e incendio a bordo.
Fue entonces cuando su comandante se
negó as inundar las santabárbaras pronunciando la famosa frase: “Hoy no es día
de mojar la pólvora”. A las cuatro y cuarenta, empezando la neblina, la nave
capitana de los atacantes que, sola con la “Vencedora”, mantenía la lucha, hizo
la señal de cesar el combate, cubrió con su gente las jarcias, dio tres vivas a
la reina y ordenó la retirada. Los últimos tiros fueron disparados del puerto y del monitor
peruano “Victoria”. “Las baterías están completamente preparadas y ansiosas de renovar la pelea”, escribió el
marino norteamericano T.H. Nelson, el 3 de mayo. El diplomático norteamericano T.H.
Nelson, a bordo también del Powhatan, en una carta privada de fecha
3 de mayo dirigida al Dr. Robert Trumbull en Valparaíso, señala:
“ El fuerte Santa Rosa contestó sus
fuegos con brío hasta que a los 20 minutos los buques se retiraron, hasta
quedar a tiro lejano, en cuya situación continuaron el duelo hasta las cuatro y
45 minutos de la tarde, hora en que pusieron término al combate. En el acto
bajé a tierra y después de felicitar cordialmente al presidente Prado por su
distinguido triunfo, acompañé al General Flove a ofrecer los servicios de los
cirujanos a los heridos. Luego visité todas las baterías y me sorprendí al ver
el poco daño que se les había hecho... Los daños causados en el Callao son
escasamente apreciables. Las baterías ocuparon tan continuamente a la escuadra
que no hubo tiempo para bombardear la ciudad. Es posible estimar el daño
causado a los buques, por los trozos de madera varados en la playa es evidente
que sufrieron daños seriamente…”
Es reseñable el hecho de que Nelson
yerra a la hora de afirmar que la Escuadra no tuviera tiempo de bombardear la
ciudad. La Resolución, la Vencedora y la Berenguela así
lo hicieron, aunque al fallar los cohetes incendiarios, el resultado no fue el
esperado.
Los cañones montados en el Callao
eran, la versión peruana, cincuenta, entre ellos nueve de grueso calibre; según
otra versión, los cañones peruanos eran
setenta y seis, más o menos, de los cúales doce
eran de grueso calibre. La escuadra española , tenía según la versión
peruana , trescientos cañones; según la versión española , doscientos cincuenta
y cinco, con el máximo calibre de 68, número prácticamente reducido a la mitad
, puesto que los buques no podían hacer uso más de un costado a la vez al
disparar. Escaseaban los víveres en las
naves españolas , cuyas tripulaciones estaban mantenidas por un rancho mísero;
y de España tampoco habián recibido pólvora ni balas. Hallabanse en parajes
hostiles, no contando sino con sus propios
medios y luchando, no en pos de una victoria con botín tangible, sino en
pos del cumplimiento de la consigna militar.Desde el punto de vista técnico o científico siempre se ha censurado la decisión de Méndez Núñez, sin que ello implique negar su valentía.. Según los expertos de arte militar, que el ataque contra poderosas baterías de costa sólo con fuerzas navales, es empresa muy aventurada . Se dice también que la escuadra española fue diseminada en una extensa línea, avanzando en dos alas dentro de un ángulo muy abierto. En el campo peruano no puede ser tampoco favorable una estricta crítica técnica. Poseía el Callao, el mejor cañón entonces conocido, para buques de coraza, el Armstrong, de 300; y las granadas de sus cañones, Blakely, eran formidables; y era la primera vez que se probaban en una guerra. Por mucho que se aduzcan los daños que las baterías causaron en la escuadra atacante, es evidente que ellos pudieron ser mucho mayores con artilleros mejor ejercitados. Pero en el fondo, estas críticas son mezquinas. En los defensores del puerto, la improvisación en la defensa estaba compensada por el heroico fervor.
Según el Parte de Combate de la
Escuadra las bajas españolas fueron de 43 muertos, 83 heridos y 68
contusos, entre los segundos el Almirante Méndez Núñez y algunos otros
oficiales y comandantes. Los catálogos españoles respecto a las bajas son de
mayor precisión que los listados peruanos, incluyendo todo tipo de datos como
el número y tipo de heridas recibidas, la parte del cuerpo afectada o la
evolución del enfermo.11
Del lado peruano no se sabe con
exactitud el número de muertos y heridos. Todas las listas que se
confeccionaron entonces eran parciales.11 En unas se
incluían sólo militares, en otras sólo peruanos, la mayoría no incluía
extranjeros, y no se llegó a hacer una lista completa y definitiva. Este hecho es
descrito por el corresponsal delw York Times en un artículo sobre el
combate: “Ninguna de las cuentas publicadas da correctamente el número de
muertos y heridos en el lado peruano, y todos sus partes sobre las pérdidas
españolas son simplemente conjeturas…”
En 1867 la Correspondencia
diplomática relativa a la cuestión española fue publicada por orden
del Jefe Supremo del Perú, Mariano Ignacio Prado, para ser presentada al
Congreso Constituyente. En correspondencia del secretario de relaciones
exteriores Toribio Pacheco, fechada el 26 de abril, se indica que las defensas
del Callao sufrieron cerca de 200 bajas, entre muertos y heridos.
En las Crónicas del Deán
Juan Gualberto Según el Parte de Combate de la Escuadra las
bajas españolas fueron de 43 muertos, 83 heridos y 68 contusos, entre los
segundos el Almirante Méndez Núñez y algunos otros oficiales y comandantes. Los
catálogos españoles respecto a las bajas son de mayor precisión que los
listados peruanos, incluyendo todo tipo de datos como el número y tipo de
heridas recibidas, la parte del cuerpo afectada o la evolución del enfermo.11
Del lado peruano no se sabe con
exactitud el número de muertos y heridos. Todas las listas que se
confeccionaron entonces eran parciales.11 En unas se
incluían sólo militares, en otras sólo peruanos, la mayoría no incluía
extranjeros, y no se llegó a hacer una lista completa y definitiva. Este hecho
es descrito por el corresponsal del New York Times en un artículo sobre el combate:
Ninguna de las cuentas publicadas da correctamente el número de muertos y
heridos en el lado peruano, y todos sus partes sobre las pérdidas españolas son
simplemente conjeturas
En 1867 la Correspondencia
diplomática relativa a la cuestión española fue publicada por orden
del Jefe Supremo del Perú, Mariano Ignacio Prado, para ser presentada al
Congreso Constituyente. En correspondencia del secretario de relaciones
exteriores Toribio Pacheco, fechada el 26 de abril, se indica que las defensas del
Callao sufrieron cerca de 200 bajas, entre muertos y heridos.
En las Crónicas del
Deán Juan Gualberto Valdivia Cornejo publicadas en 1873 aparece una
relación de 83 individuos muertos que comprende desde el Ministro de Guerra
José Gálvez hasta los ciudadanos voluntarios, incluyendo a extranjeros como el
ingeniero colombiano Cornelio Borda y el capitán de artillería chileno Juan
Salcedo ambos muertos en la Torre "La Merced".
Las estimaciones de los
extranjeros presentes en el combate para las bajas peruanas varían entre los
200 y los 350 muertos y heridos,Los españoles pretendieron adjudicarse el triunfo por el número de muertos y heridos que los peruanos tuvieron y que llegó, según ellos, a ciento ochenta, más o menos, si bien los peruanos dieron la cifra de sesenta y cinco; y por la condición en que quedaron sus naves, cuyo viaje para atravesar tres mil leguas de océano, se inició ocho días después. Sin embargo, los peruanos y sus aliados celebraron la jornada del 2 de mayo como una gran victoria.
Con esta gesta, el Perú sellaba definitivamente la independencia de América del Sur. El combate del 2 de Mayo fue una victoria del pueblo americano y del pueblo peruano en particular. La escuadra española tuvo que retirarse definitivamente del océano Pacífico.
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