Cuando era niño, muchas semanas mis padres solían ir a comprar a la Parada.
En aquella época, este mercado estaba a las afueras de la ciudad. Al llegar
desde el carro solíamos ver a los gallinazos. Feos son su labor y
aspecto. Los que nos observan sin ser vistos, nos acompañan en sombrío silencio. Son
despreciados por su aspecto, oscuros, huidizos, carroñeros: quizá los
gallinazos sean los habitantes más fieles a este país y a esta ciudad.
El buitre negro americano, zopilote o jote de cabeza negra es la única especie del género Coragyps. Es un ave accipitriforme —aunque algunas
clasificaciones lo incluyen en el orden Ciconiiformes—, y uno de los más
abundantes miembros de la familia de los buitres del Nuevo Mundo. Se extiende
desde el sur de los Estados Unidos hasta el sur de Sudamérica. A pesar de su
apariencia y nombres similares, esta especie no tiene relación con el buitre
negro eurasiático. Esta última especie pertenece a la subfamilia de los buitres
del Viejo Mundo, que es a su vez parte de la familia Accipitridae, mientras que
la especie americana es parte de la familia de los buitres del Nuevo Mundo.
Habita áreas relativamente abiertas que le proveen bosques aislados y tierras
con arbustos. Tiene una envergadura de alas de 1,67 m, y un plumaje negro,
cuello y cabeza grises y sin plumas, y un pico corto y en forma de gancho.
El solitario y lento gallinazo que planea sobre el centro de la
ciudad es despreciado. Una característica de estos animales es que viven en grupos ayudándose
mutuamente. Por lo que si llegan a encontrar alimento abundante vuelas a buscar
a otros de su especie para comunicarles sobre la buena nueva.
Pero lo que no se sabe es que desde hace cientos, o miles de años, es el ave característica de nuestra Lima. Es
un carroñero, pero también se alimenta de huevos y animales recién nacidos.
Desde hace mucho tiempo ya no se ven en
Lima. Los gallinazos de la ciudad de Lima, llamada en un tiempo Ciudad Jardín, también
fue conocida como la “ciudad de los gallinazos”.
En nuestra antigua Lima, los gallinazos eran los mejores elementos de
la Baja Policía. Si se encontraba un animal muerto en la vía pública, los
gallinazos se ocupaban de despacharselo. Si se encontraba un burro muerto en un
camino, los gallinazos hacían su gran fiesta. Hasta el siglo XIX la ciudad capital
estaba inundada de esas aves que era común verlas popular por las calles de Lima.
Si nos adentramos a la historia del Perú, la cultura preincaica, Virú
sometida luego por los mochicas, pasaron a la historia con el apodo de “Cultura
Gallinazo” gracias a las manchas blanquecinas de excremento que dejaron estas
aves en todas las construcciones que inauguraban.
Es uno de los casos más antiguos de la relación peruano-gallinazo. La mejor
documentada podría ser en todo caso, aquella de los mismos mochicas, que
ofrecían a sus condenados como banquete mientras aún tenían vida y también
cuando ya no disponían de ella. "Como el gallinazo de por sí no es un
animal que ataque al hombre, es muy posible que tuvieran que hacer sangrar a la
víctima para atraer su atención", dice el historiador Henry Mitrani, una
de varias personas que en esta historia intentarán limpiar en algo el nombre
del ave que desde lo alto busca perro, paloma o gato muertos y se los lleva
antes que el camión municipal, porque esa es su mal remunerada tarea. Si los
gallinazos no fueran lo que son y no cumplieran humildes su insalubre labor,
habría que ver quién estaría dispuesto a hacerla.
Cuando en 1533 los conquistadores
españoles llegaron al templo de
Pachacamac vieron en la plaza principal centenares de “buitres de cabeza
negra”.
El cronista Pedro Pizarro cuenta que por
orden de los sacerdotes, sus servidores arrojaban canastas enteras de pescados (anchovetas y
sardinas), con el objeto de que los gallinazos
nunca se alejaran del santuario.
Muchos años después los
gallinazos se posaron en las torres de las primeras iglesias, espantados por el
sonido de los cañonazos y cohetes de cada fiesta, revuelta o batalla.
Se explica que estas aves carroñeras
eran muy necesarias para que se
devoren los cadáveres de los animales y
de los humanos sacrificados en honor del “Dios de los terremotos”.
Antiguamente, la ciudad de Lima no tenía
un sistema de drenaje como lo tiene actualmente por lo que las acequias
cumplían dicho servicio acumulándose los desechos de basura en todo su
recorrido, que fueron la exquisitez de los gallinazos, llenándose de esta
manera la ciudad con esas aves que se alimentaban de la basura.
Los gallinazos se hicieron sinónimo de
la ciudad de Lima. Pero
durante tres siglos, cuando no existían entidades que se encargaran del
saneamiento público, sirvieron como basureros de la ciudad,
engullendo los más horrendos y corrompidos restos de las mesas y mercados, y
los detritus de los desagües y acequias que, abiertos, atravesaban las calles
de Lima. Se hacían una y otra vez cargo de todo aquello que pudiera descomponerse,
de limpiar los rastros de miserias ajenas procedentes de hogares de
celebérrimos y anónimos. Así lo escribió Héctor Velarde en su libro
costumbrista Lima de antaño: "(Los gallinazos) que a la Lima vieja celosos
limpiaban, sin cobrar gabelas ni hacer alharacas, pues toda la higiene de
calles y plazas, techos y azoteas y huertas y ‘chacras’ estaba en sus buches,
estaba en sus alas, estaba en sus picos…". También los cuerpos
insepultos de las víctimas de terremotos y batallas.
¿Cuántas epidemias y
pestes evitaron los gallinazos a los limeños antes que las acequias fueran
reemplazadas por tuberías subterráneas de desagües?
Hasta fines del siglo XIX, los viajeros que visitaban Lima se sorprendían con
la cantidad de gallinazos que poblaban la ciudad.
Un ilustre
viajero escribió en 1853 en “The Illustrated Magazine
of Art” que lo primero que vio al llegar al Callao fue una enorme cantidad de
gallinazos “cabeza roja” (la variedad de esta especie que prefiere el mar),
“cuyos servicios son muy útiles, pues los habitantes, de acuerdo a nuestros
patrones de higiene, son extremadamente sucios en sus hábitos”. Por esos años,
Humboldt refiere que en el Perú se multaba a quien matara uno. Como su trabajo de
limpieza lo hacían gratuitamente, estaban protegidos. Algo similar ocurrió en
otras ciudades de sud América.
Un gallinazo feo y pelado es lo último en la enumeración de cualidades de
una ciudad hace mucho llamada "La Horrible". Toma la palabra Jorge
Eduardo Eielson respecto a Lima: Gallinazos gordos. Lombrices amarillas. Caras
amarillas. Rímac amarillo. Larguísimos ríos de asfalto. Jardines opulentos.
Templos y palacios refulgentes. Millares y millares de automóviles, al mar.
Residencias vacías sobre mares de esqueletos. Momias con saco y corbata.
Actualmente, ya no se ve tanto gallinazo
por nuestra ciudad como se veía en antaño. Lima todavía conserva esa ave que
llegó a identificar con ella, abundando mayormente en los basurales.
Cuando vea planear a un gallinazo, piense en su trágico
destino y en lo útil que fue a nuestra sociedad limeña.
Histórico gallinazo que no por feo fue inútil.
Por último, muchos
cronistas y escritores se han ocupado de escribir sobre él. El Inca Garcilaso
de la Vega, Don Juan de Arona, Abraham Valdelomar y otros, se han ocupado de
dichas aves carroñeras.
Bien!!!
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