lunes, 10 de febrero de 2014

MOTÍN DE LIMEÑAS

Cuenta don Ricardo Palma, en una de sus Tradiciones Peruanas, que el 10 de Febrero de 1601, la ciudad de Lima estaba en ebullición. El siglo XVII apenas había nacido y empezaba con berridos y retortijones de barriga. La ciudad estaba bastante alarmada y agitada, parecía que se iba a armar la gorda y proclamar la Independencia rompiendo el yugo con la Corona.
En las gradas de la Catedral que todavía estaba en construcción,  y en el espacio donde mas tarde se edificaron los Portales, se veía un gentío que se arremolinaba, de rato en rato “como las olas del mar embravecido”.
En el  patio de Palacio, se encontraba las compañía de lanzas, escolta del virrey , Luis de Velazco, marqués de Salinas, con los caballos enjaezados, un tercio de infantería  con mosquetes y cuatro morteros servidos por soldados de artillería. Decididamente, el Gobierno no  las tenía todas consigo.
Algunos frailes y cabildantes, trataban de tranquilizar a la muchedumbre, pero las mujeres eran las que más alboroto levantaban, entre ellas se veían ciertas damas de copete que azuzaban a la muchedumbre.
Fray Antonio Pesquera, trataba de poner calma a la muchedumbre exaltada. Este fraile rechoncho, que parecía un proyecto de apoplejía, comendador de la Merced, que desde los tiempos de Pizarro, así anduvieron los mercedarios en esos trotes.
El regidor de alcabalas de la Municipalidad de Lima,  Damián Salazar , decía “que no hay que ser cata de gallina cruda, cátala cocida y menuda”.
Otro cabildante, decía a voces “que todo se arreglara a pedir de boca, según acabo de oírselo decir al virrey “, Mandaba esperar.
Una mozuela, con peineta, aromas y jazmines en los cabellos rizos, murmuro: “ Muchos con la esperanza/viven alegres/muchos son los borricos/que comen verde”.
El comendador decía que la Real Audiencia, se estaba ocupando del asunto, y cu ando la resolución  demora  “salvos somos”.
“Benedicamos Domine et benedictus sit Regem, añadia en un latín macarrónico, el lego que acompaña al padre Pesquera.
Las palabras del lego nadie las entendía, pasaron en la muchedumbre más q          ue los discursos del comendador y y cabildantes.  Pero los ánimos comenzaron a inquietarse.     
El caso es que la víspera había llegado al puerto del Callao, una escuadra procedente de la Coruña y traía “el cajón de España”, quye en la actualidad serian las valijas “de la mala real”.
Aunque la imprenta no estuviera aun en su pleno desarrollo, no dejaban de llagar a Lima gacetas. En Madrid se publicaba un semanario titulado “El Aviso”, que era el diario oficial, pero en el fondo, una completa crónica callejera de la villa de Madrid.
Entre las Reales Cedulas y los avisos recibidos aquel día, una pragmática promulgada por bando a todas las ciudades de España  en junio de 1600, lo que había bastado para alborotar el gallinero. “Antes de morir que Obedecerla”, dijeron las mujeres de esta tierra, recordando que ya se las habían tenido tiesas con Santo Toribio de Mogrovejo  y su Concilio, cuando ambos intentaron legislar contra la saya y el manto”.
“Manda el rey nuestro señor que ninguna mujer, de cualquier estado y calidad que fuere, pueda traer ni traiga guardainfante, por ser traje costoso y superfluo, feo y desproporcionado, lascivo y ocasionado a pecar, así a las que los llevan como a los hombre por causa  de ellas excepto las mujeres que públicamente son malas de su persona, y ganan por ello”. Al mismo tiempo se prohibía el llevar jubones que llamen escotados, salvo las que en público ganasen con su cuerpo. A las que lo hiciesen en contrario se les aplicaría una multa de mil maravedíes.
Las limeñas de aquel entonces todas ussaban faldellín con aro, lo que era una especie de guardainfante más exagerado que el de las españolas. Y en matería de escotes por más que los curas sermonearan, las mujeres no le hacían ningún caso.
Pero todavía había más.
Se prohibia que ninguna mujer que anduviere en zapatos pueda usar ni traer verdugados , virillas claveteadas de piedras finas como esmeraldas y diamantes,  ni otra invención ni cosa que haga ruido” y que solamente pueda traer los dichos verdugados con chapines  que no bajen de cinco dedos”. La justicia velara celosamente por el cumplimiento “de esa pragmática” que se impone, entre otras la pena de privación de oficio.
Pero nuestras antiguas limeñas no hicieron ningún caso. Y como dice un refrán “Por la patito bonita  se calienta la marmita”, ¡venirles el rey  con pragmáticas contra el zapatito de raso y la botita!...!Vaya un rey de baraja sucia!.
Por aquel entonces en ningún hogar, padre o marido se atrevía a legislar en su casa contra el “taquito a lo Luis XV.
Como asi estaban las cosas, la Real Audiencia, después de unas grandes discusiones acordó dejar la pragmática en la categoría de “hostia sin consagrar”. Es decir qaue el bando no se promulgo en Lima y que Felipe II encontró aceptables a las observaciones que respetuosamente  formularon los oidores, celosos de la tranquilidad de los hogares y quietud de la república  y  con el contentamiento del pueblo.
Así el día, que había empezado amenazado pñor tempestad, termino con un gran repique de campanas.

Y para terminar el día, por la noche hubieron saraos aristocráticos , se quemaron fuegos artificiales y se encendieron barriles de alquitrán que eran las iluminaciones de aquel atrasado siglo, y que ya se empezaba a soñar con la luz eléctrica.

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