Cuenta
don Ricardo Palma, en una de sus Tradiciones Peruanas, que el 10 de Febrero de
1601, la ciudad de Lima estaba en ebullición. El siglo XVII apenas había nacido
y empezaba con berridos y retortijones de barriga. La ciudad estaba bastante
alarmada y agitada, parecía que se iba a armar la gorda y proclamar la
Independencia rompiendo el yugo con la Corona.
En
las gradas de la Catedral que todavía estaba en construcción, y en el espacio donde mas tarde se edificaron
los Portales, se veía un gentío que se arremolinaba, de rato en rato “como las
olas del mar embravecido”.
En
el patio de Palacio, se encontraba las compañía
de lanzas, escolta del virrey , Luis de Velazco, marqués de Salinas, con los
caballos enjaezados, un tercio de infantería con mosquetes y cuatro morteros servidos por soldados
de artillería. Decididamente, el Gobierno no
las tenía todas consigo.
Algunos
frailes y cabildantes, trataban de tranquilizar a la muchedumbre, pero las
mujeres eran las que más alboroto levantaban, entre ellas se veían ciertas
damas de copete que azuzaban a la muchedumbre.
Fray
Antonio Pesquera, trataba de poner calma a la muchedumbre exaltada. Este fraile
rechoncho, que parecía un proyecto de apoplejía, comendador de la Merced, que desde
los tiempos de Pizarro, así anduvieron los mercedarios en esos trotes.
El
regidor de alcabalas de la Municipalidad de Lima, Damián Salazar , decía “que no hay que ser
cata de gallina cruda, cátala cocida y menuda”.
Otro
cabildante, decía a voces “que todo se arreglara a pedir de boca, según acabo
de oírselo decir al virrey “, Mandaba esperar.
Una
mozuela, con peineta, aromas y jazmines en los cabellos rizos, murmuro: “
Muchos con la esperanza/viven alegres/muchos son los borricos/que comen verde”.
El
comendador decía que la Real Audiencia, se estaba ocupando del asunto, y cu
ando la resolución demora “salvos somos”.
“Benedicamos
Domine et benedictus sit Regem, añadia en un latín macarrónico, el lego que
acompaña al padre Pesquera.
Las
palabras del lego nadie las entendía, pasaron en la muchedumbre más q ue los discursos del comendador y y
cabildantes. Pero los ánimos comenzaron
a inquietarse.
El
caso es que la víspera había llegado al puerto del Callao, una escuadra
procedente de la Coruña y traía “el cajón de España”, quye en la actualidad
serian las valijas “de la mala real”.
Aunque
la imprenta no estuviera aun en su pleno desarrollo, no dejaban de llagar a
Lima gacetas. En Madrid se publicaba un semanario titulado “El Aviso”, que era
el diario oficial, pero en el fondo, una completa crónica callejera de la villa
de Madrid.
Entre
las Reales Cedulas y los avisos recibidos aquel día, una pragmática promulgada
por bando a todas las ciudades de España
en junio de 1600, lo que había bastado para alborotar el gallinero. “Antes
de morir que Obedecerla”, dijeron las mujeres de esta tierra, recordando que ya
se las habían tenido tiesas con Santo Toribio de Mogrovejo y su Concilio, cuando ambos intentaron
legislar contra la saya y el manto”.
“Manda
el rey nuestro señor que ninguna mujer, de cualquier estado y calidad que fuere,
pueda traer ni traiga guardainfante, por ser traje costoso y superfluo, feo y
desproporcionado, lascivo y ocasionado a pecar, así a las que los llevan como a
los hombre por causa de ellas excepto
las mujeres que públicamente son malas de su persona, y ganan por ello”. Al
mismo tiempo se prohibía el llevar jubones que llamen escotados, salvo las que
en público ganasen con su cuerpo. A las que lo hiciesen en contrario se les aplicaría
una multa de mil maravedíes.
Las
limeñas de aquel entonces todas ussaban faldellín con aro, lo que era una especie
de guardainfante más exagerado que el de las españolas. Y en matería de escotes
por más que los curas sermonearan, las mujeres no le hacían ningún caso.
Pero
todavía había más.
Se
prohibia que ninguna mujer que anduviere en zapatos pueda usar ni traer
verdugados , virillas claveteadas de piedras finas como esmeraldas y
diamantes, ni otra invención ni cosa que
haga ruido” y que solamente pueda traer los dichos verdugados con chapines que no bajen de cinco dedos”. La justicia
velara celosamente por el cumplimiento “de esa pragmática” que se impone, entre
otras la pena de privación de oficio.
Pero
nuestras antiguas limeñas no hicieron ningún caso. Y como dice un refrán “Por
la patito bonita se calienta la marmita”,
¡venirles el rey con pragmáticas contra
el zapatito de raso y la botita!...!Vaya un rey de baraja sucia!.
Por
aquel entonces en ningún hogar, padre o marido se atrevía a legislar en su casa
contra el “taquito a lo Luis XV.
Como
asi estaban las cosas, la Real Audiencia, después de unas grandes discusiones acordó
dejar la pragmática en la categoría de “hostia sin consagrar”. Es decir qaue el
bando no se promulgo en Lima y que Felipe II encontró aceptables a las
observaciones que respetuosamente formularon
los oidores, celosos de la tranquilidad de los hogares y quietud de la república
y con el contentamiento del pueblo.
Así
el día, que había empezado amenazado pñor tempestad, termino con un gran
repique de campanas.
Y
para terminar el día, por la noche hubieron saraos aristocráticos , se quemaron
fuegos artificiales y se encendieron barriles de alquitrán que eran las
iluminaciones de aquel atrasado siglo, y que ya se empezaba a soñar con la luz
eléctrica.
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