Tarma, nuestra bella Tarma, cuyo cielo viera torear , en
su Plaza “Juan Belmonte” a los buenos toreros de antes, como Adolfo Rojas “El
Nene” (pequeño, pero inmenso con su capote
y su muleta), al popular y espectacular banderillero Pedro Romero, José
Scotto, Rafael Puga en sus inicios, el maestro Hugo Bustamante y su precioso
caballo “Relicario”, el valiente torero Urquizo, el genial Humberto Valle, e
incluso a la bella y más grande mujer torero de todos los tiempos “conchita
Cintrón”, al diestro moreno y ganador del Escapulario de Oro del Señor de los
Milagros Rafasel Santa Cruz, y como
menciona el historiador tarmeño Alejandro
Palomino en su libro “Manifestaciones de la Cultura Popular Tarmeña”, en Tarma
lidiaron también toreros de la talla de Lagartijo, Mazzantini, Guerrita,
Joselito, Belmonte, Ángel Valdez Franco “El maestro”, una leyenda del toreo peruano
y otros.
Sin embargo, hubo también toreros tarmeños, como Carlos
Sheperd, Alberto Alvarez, Luis Sovero, Juan Agostini, José Landeta, Juan Delgiudice,
Isaac Fernández, Emilio Gabaldoni, Santos López, Teobaldo Santamaría, Miguel
Goyas Gutiérrez “Tingachuchi”, que ensalzaron la tauromaquia de la tierra
tarmeña.
Según la historia la afición de los tarmeños por los
toros antiguamente era muy fuerte, tal
es así que durante la construcción de la Plaza “Juan Belmonte”, allá por los
albores de 1900, se realizaban corridas en pro
de la construcción de la plaza tarmeña y Pedro Mascassi, callanchino y
buen tarmeño que tanto hiciera por su provincia en los múltiples niveles donde
participo, quien en 1920 fundara la cuadrilla de “señoritos toreros”,
llamados asi por la indumentaria o traje campero que solían vestir durante sus
bonitas tardes de toros, de las que fueron protagonistas, entre los que podemos
citar a Fidel Baldoceda “Lagartijo”, Luis Gadaldoni, Esteban Santamaría, Amílcar
Cantella ”Mico”, que fue un gran banderillero y otros grandes aficionados.
Ha habido toreros de la tierra en todos los tiempos, como
es el caso de Fidel Baldoceda “Lagartijo”, quien cuenta que en esas épocas se toreaba
por pagos pecuniarios, es decir que se
pagaban sus honorarios con alimentos o animales domésticos, poro demás esta
decirlo, lo hacían con gran fervor taurino en las diversas plazas de la
provincia (antes se construyeron plazas
en La Unión Leticia, más conocida como “Chancha Mina”, Picoy hasta Cerro
de Pasco. Fidel Balmoceda es con toda justicia uno de los buenos toreros que
tuvo la provincia de Tarma.
Por aquellos tiempos cada corrida significaba toda una celebración en la casa
de Fidel Baldoceda, pues era un acontecimiento digno de festejar con sus
familiares , sus grandes amigos. De él se dice que era un eximio dominador del
capote y la muleta.
Otro afamado torero tarmeño, fue Enrique Poma, más
conocido como “Matonados”, llamado así porque puso unas banderillas en la
espalda de un aficionado que no había quedado del todo satisfecho por una de
sus actuaciones y tuvo la impertinencia de decírselo, toda vez que a Poma le
había tocado en suerte un toro verdaderamente no se podía torerar. Desarrolló
una labor, más de subalterno y como tal, le correspondía ejecutar la suerte de
banderillas con la autorización de su matador de turno. Se cuenta que el mismo
fabricaba y entrenaba en carretones caseros (pequeña carretilla en cuyo extremo estaban las astas
de un toro) todas las suertes del toreo con su capote y muleta. Nada le
apasionaba tanto que estar frente a un toro bravo, que en aquellas épocas eran traídos
de Cachi Cachi, (Junín), de Santa Rosa de Ñahuin y de otras ganaderías de la zona,
lo que obviamente era todo un albur de bravura. Ya que varios de esos
ejemplares salían matreros o con embestidas descompuestas o inadecuadas, lo que
dificultaba enormemente una buena lidia.
Otro torero tarmeño, inolvidable fue Oswaldo Meza Cuello “El
Faraón”, hermano de dos grandes aficionados y promotores de las corridas en
Tarma como fueron Carlos Meza y Amador Meza. Oswaldo fue un aficionado práctico
controvertido, pues tenía un valor a prueba de todo, pues si faltaba un
matador, allí estaba él para suplirlo, unas veces participaba en lass corridas formales, otras
formaba parte de una coorida bufa, como la graciosa y muy querida “Ña Pancha”,
que arrancaba más de unaisa y aplauso al respetable. Cuenta su hermano Carlos
que en ese entonces los toreros paseaban el día de la corrida por toda la ciudad,
al compás de la Banda Filarmónica de
Tarma o del Colegio San Ramón y las banderillas colgaban esplendorosas de unos
palos que los muchachos de aquel entonces las llevaban orgullosos.
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