domingo, 9 de febrero de 2014

TARMA Y SUS TOREROS DE LA TIERRA

Tarma, nuestra bella Tarma, cuyo cielo viera torear , en su Plaza “Juan Belmonte” a los buenos toreros de antes, como Adolfo Rojas “El Nene” (pequeño, pero inmenso con su capote  y su muleta), al popular y espectacular banderillero Pedro Romero, José Scotto, Rafael Puga en sus inicios, el maestro Hugo Bustamante y su precioso caballo “Relicario”, el valiente torero Urquizo, el genial Humberto Valle, e incluso a la bella y más grande mujer torero de todos los tiempos “conchita Cintrón”, al diestro moreno y ganador del Escapulario de Oro del Señor de los Milagros Rafasel Santa Cruz,  y como menciona el historiador tarmeño  Alejandro Palomino en su libro “Manifestaciones de la Cultura Popular Tarmeña”, en Tarma lidiaron también toreros de la talla de Lagartijo, Mazzantini, Guerrita, Joselito, Belmonte, Ángel Valdez Franco “El maestro”, una leyenda del toreo peruano y otros.
Sin embargo, hubo también toreros tarmeños, como Carlos Sheperd, Alberto Alvarez, Luis Sovero, Juan Agostini, José Landeta, Juan Delgiudice, Isaac Fernández, Emilio Gabaldoni, Santos López, Teobaldo Santamaría, Miguel Goyas Gutiérrez “Tingachuchi”, que ensalzaron la tauromaquia de la tierra tarmeña.
Según la historia la afición de los tarmeños por los toros antiguamente era muy fuerte,  tal es así que durante la construcción de la Plaza “Juan Belmonte”, allá por los albores de 1900, se realizaban corridas en pro  de la construcción de la plaza tarmeña y Pedro Mascassi, callanchino y buen tarmeño que tanto hiciera por su provincia en los múltiples niveles donde participo,  quien en 1920  fundara la cuadrilla de “señoritos toreros”, llamados asi por la indumentaria o traje campero que solían vestir durante sus bonitas tardes de toros, de las que fueron protagonistas, entre los que podemos citar a Fidel Baldoceda “Lagartijo”, Luis Gadaldoni, Esteban Santamaría, Amílcar Cantella ”Mico”, que fue un gran banderillero  y otros grandes aficionados.
Ha habido toreros de la tierra en todos los tiempos, como es el caso de Fidel Baldoceda “Lagartijo”, quien cuenta que en esas épocas se toreaba por pagos pecuniarios, es decir que se  pagaban sus honorarios con alimentos o animales domésticos, poro demás esta decirlo, lo hacían con gran fervor taurino en las diversas plazas de la provincia (antes se construyeron plazas  en La Unión Leticia, más conocida como “Chancha Mina”, Picoy hasta Cerro de Pasco. Fidel Balmoceda es con toda justicia uno de los buenos toreros que tuvo la provincia de Tarma.
Por aquellos tiempos cada corrida  significaba toda una celebración en la casa de Fidel Baldoceda, pues era un acontecimiento digno de festejar con sus familiares , sus grandes amigos. De él se dice que era un eximio dominador del capote y la muleta.
Otro afamado torero tarmeño, fue Enrique Poma, más conocido como “Matonados”, llamado así porque puso unas banderillas en la espalda de un aficionado que no había quedado del todo satisfecho por una de sus actuaciones y tuvo la impertinencia de decírselo, toda vez que a Poma le había tocado en suerte un toro verdaderamente no se podía torerar. Desarrolló una labor, más de subalterno y como tal, le correspondía ejecutar la suerte de banderillas con la autorización de su matador de turno. Se cuenta que el mismo fabricaba y entrenaba en carretones caseros (pequeña  carretilla en cuyo extremo estaban las astas de un toro) todas las suertes del toreo con su capote y muleta. Nada le apasionaba tanto que estar frente a un toro bravo, que en aquellas épocas eran traídos de Cachi Cachi, (Junín), de Santa Rosa de Ñahuin y de otras ganaderías de la zona, lo que obviamente era todo un albur de bravura. Ya que varios de esos ejemplares salían matreros o con embestidas descompuestas o inadecuadas, lo que dificultaba enormemente  una buena lidia.

Otro torero tarmeño, inolvidable fue Oswaldo Meza Cuello “El Faraón”, hermano de dos grandes aficionados y promotores de las corridas en Tarma como fueron Carlos Meza y Amador Meza. Oswaldo fue un aficionado práctico controvertido, pues tenía un valor a prueba de todo, pues si faltaba un matador, allí estaba él para suplirlo, unas veces  participaba en lass corridas formales, otras formaba parte de una coorida bufa, como la graciosa y muy querida “Ña Pancha”, que arrancaba más de unaisa y aplauso al respetable. Cuenta su hermano Carlos que en ese entonces los toreros paseaban el día de la corrida por toda la ciudad, al compás de la  Banda Filarmónica de Tarma o del Colegio San Ramón y las banderillas colgaban esplendorosas de unos palos que los muchachos de aquel entonces las llevaban orgullosos.

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