lunes, 8 de junio de 2015

A ORDERIAS, EN BUSCA DE NUESTRAS RAICES

Cuando, ya en el siglo pasado, llegue a Asturias, tenía mucho interés en conocer Odrerías, el pueblo donde había nacido mi padre y donde tengo mis raíces.

Desde Laneo, pueblo donde nació mi madre, y en compañía de una prima, un día en la mañana, tomamos el autobús en Requejo, que nos llevo hasta La Riera. El paisaje era para mi una cosa nunca vista, pero me resultaba un tanto familiar, sentía que mi corazón, latía más fuerte y mi otro yo se juntaban. Tantas veces escuche, en la casa de la Plaza Méjico, cuando mi padre nos contada como era su pueblo. Yo creo que antes de bajarme del autobús, ya sabía que camino seguir para llegar hasta la casa de mis abuelos.

En el camino, voy pensamiento sobre Asturias,  esta Asturias que  no es solo valle, no es feudo, no es la telúrica plutónica e infernal mina de carbón tan sólo. Es sobre todo: la cima, la roca, el Castillo de peñas vigilante y poderoso. Asturias es la montaña: Puesta por Dios allí como guía de nuestro Destino, para Salvar siempre a España por donde quiera de su territorio unos diez mil kilómetros cuadrados domina y reina la cimera, la quebrada, el escarpe, el accidente.

El territorio de Somiedo es, dentro de las montañas cantábricas, una unidad geológica, conocida como Manto de Somiedo. El geólogo Jaime Truyols, dice: “En Somiedo tenemos todas las páginas de un libro geológico”. Somiedo es  una comarca inmersa en una geografía abrupta y salvaje y es una de las mas sugestivas y pintorescas con poderosas montañas que yerguen al cielo sus augustas torres, escarpadas laderas cubiertas por el bosque temeroso, con profundos y ocultos valles por los que discurren ríos rápidos y espumosos en impetuosa carrera hasta el mar y encantadores lagos que esconden bonitas leyendas, producto de la fantasía de los legendarios pobladores de las primitivas brañas, de las que Somiedo alberga aún un número importante. 

En la Riera nos dan dos caballos y después de comer nos disponemos a subir al reencuentro de mis raíces. Atravesamos un  pequeño puente muy antiguo, y tomamos un camino de herradura, después de dejar atrás la casa de Pía Robla, atravesamos  el pueblo de las Morteras, (870 m)  cuna de los Valdés y Flores, con su iglesia Parroquial, enfrente se ve el pueblo de Villamor, escondido en un cerrado valle. Divisamos a lo lejos, también los pueblos de Las Viñas y Villaux, y la Peña de las Morteras, conjunto cuarcítico famoso por ser en la antigüedad uno de los más prestigiosos cazaderos del oso.

Los caballos van despacio por lo que podemos observar en nuestro camino, gran cantidad de flores y plantas que son variadas, toda vez que la altitud ejerce una gran influencia. Toda ella la podemos incluir dentro del paisaje vegetal asturiano, con sus correspondientes conjuntos de comunidades geobotánicas, incluidas sus especies en la flora del pirineo- cantábrico. En todas las laderas sobresalen las retamas, el brezo, el piorno y el gromo. Referente al arbolado, es de señalar que apenas existen árboles a lo largo del itinerario, notablemente en la primera parte de su recorrido. En las zonas boscosas de los valles se encuentra hayas, abedules, arces y robles, principalmente.

A la izquierda de la senda, en nuestro último tramo hacia Orderias (1.000 m), pienso en mi padre cuando salió de su casa con destino a Cuba, para nunca más volver. Durante nuestro recorrido, antes de llegar nos encontramos con el arroyo del Calero, que nace en las inmediaciones de la ladera sur-occidental de la  Sierra de la Verde y que da origen a la fuente del Avellano. Unos metros más allá al pasar una curva, divisamos el pueblo, con sus casas de tejados rojos, da la sensación de una hermosa vista sacada de un cuento. Al final del pueblo el camino es de cuesta arriba, y a poca distancia podemos contemplar el Puerto de San Lorenzo con una espléndida panorámica de Peña Sobia.

La Calzada Romana de La Mesa, más comúnmente conocida por El Camín Real, era una vía de comunicación que, desde los tiempos del emperador romano Augusto hasta principios del siglo XIX, era una de las principales rutas que unía Asturias con la  Babia baja castellana. En la actualidad el que en su día era una un camino rural, es hoy una espléndida carretera que se abrió para establecer la comunicación entre Teverga y Somiedo y que cada día es más utilizada por los visitantes.

Entre otras muchas cosas, la venida de los romanos supuso la ruptura en gran medida del aislamiento de los pueblos montañeses. Todos los pasos naturales de la Cordillera Cantábrica, de sur a norte y de este a oeste, cobraron vida después de la conquista. Aquellos extranjeros no se conformaron con emplear los pasos de comunicación natural entre las montañas heredados de los autóctonos sino que abrieron vías o calzadas por encima de los cordales, para evitar las emboscadas de las tribus indígenas. El camino discurre por los cordales del límite oriental del concejo y atraviesa el alto de San Lorenzo, en este tramo es posible observar varias brañas, así como recorrer parte del empedrado de la primitiva Calzada Romana de La Mesa.

El prestigioso historiador medievalista Claudio Sánchez Albornoz, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, 1984 y vinculado a Asturias por varias de sus obras, se refiere a ella en Orígenes de la Nación Española: «Sutiles los romanos en el conocimiento del terreno acabaron encontrando la ruta que buscaban. Existía la posibilidad de cruzar toda Asturias sin descender a los profundos hoyos preñados de amenazas. Había una trocha segura para atravesar la peligrosa tierra astur, dominando el país a derecha e izquierda de la senda. Desde el Puerto de La Mesa podía caminarse hasta Grado por las cimas de una serie enlazada, primero de altísimas montañas, después de erguidos cerros y a la postre de más suaves colinas. Desde los rientes valles de San Emiliano, Torre Barrio y San Bartuelo se asciende sin esfuerzo por las anchas praderías del Puerto de la Mesa hasta la divisoria de Asturias y las Babias, y en seguida es fácil caminar como se quiera: a pie, en carro o a caballo, deprisa y sin fatiga por las cumbres del cordal a que da nombre el puerto ya indicado. Con la plena seguridad que da la sensación constante de la total ausencia de peligros se avanza por las cimas contemplando la pavorosa garganta de Saliencia hacia la izquierda; después el espléndido hoyo de Teverga a la derecha y luego el maravilloso y todavía angosto valle en que se ensancha poco a poco la hoz nombrada de Saliencia. Se cruzan en seguida montes de gigantescas escobas y piornos que cubren a veces a cabalgaduras y jinetes, y las peñas que preceden a las frescas praderías que preside, erguida, Piedra Jueves; queda más tarde, a la derecha e izquierda del camino, los valles de Taja y de Carzana, oscurecidos por bosques de castaños centenarios y cerrados por la peña blanquísima de Sobia; más allá se atraviesa la llamada de Vicentauro y la suave depresión de Tolinas, y así millas y millas, siempre por los lugares más seguros, en todo momento señores del país que se atraviesa, tropezando con brañas de pastores y gozando del aire delgado, del sol brillante y de la brisa de las cumbres».

«Bastaría con esta descripción de la ruta de la Mesa y de la comprobada existencia de un camino ancho y fácil por las cimas de los montes, desde los puertos de las Babias hasta el ombligo de la bellísima Asturias, hasta Grado, para que fuese preciso concluir que se trataba de una vía romana. Camino militar de penetración en tierras asturianas no es posible suponerlo construido por los astures en los días de sus luchas con Roma, o con los godos o en tiempos de Pelayo para abrir al enemigo las puertas de su casa. Hubo de ser trazado por un conquistador de la Asturias transmontana para facilitar el acceso a ella de sus tropas. La comprobada existencia de la vía en la centuria octava, cuando en una hora difícil de sus postrimerías resultó derrotado Abd-al-Malik ibn Mugait por los astures, excluye además, de manera segura, toda posible sospecha de que pudiera tratarse de una calzada abierta en la Edad Media, no importa en qué momento».

Allí en su explanada con encontramos con Piedra jueves (toponímico romano: pertra-jovis), era el ara o inscripción a Júpiter, y algunos restos de calzadas y fortalezas estratégicamente situadas para la defensa. La Calzada Romana tiene una longitud aproximada de unos 45 km. entre los pueblos de Torrestío de Babia, en tierras del antiguo reino de León, y Dolía de Belmonte de Miranda, en el Principado de Asturias que, de forma accidental, divide en dos partes la nueva carretera construida en el último lustro entre Teverga y Somiedo uniendo a los pueblos de Orderías y Villanueva de Valdecarzana por el alto del Puerto de San Lorenzo.

Escucho atento a mis familiares hablar de las brañas, me intereso y les pregunto intrigados que es eso, Las brañas configuran uno de los aspectos  más característicos y llamativos del paisaje somedano, sobre todo por sus construcciones de aspecto familiar, tosco y exótico, y que más profundamente expresa e incide en la forma de vida de sus habitantes. Se trata de un elemento cultural muy complejo tanto en lo referente a su génesis como a su significado económico, social e ideológico.

Me explican que encima de Orderias esta la Braña Branella, que se encuentra al lado de la peña del Hombre. Sabido es que una braña significa en asturiano pasto de verano en las sierras o en la falda de algún monte donde hay agua y donde el ganado puede pastar y suelen estar provistos de cabañas o corros . Es sinónimo de “puerto” en muchos concejos.  En la braña el ganado pasa temporadas, teniendo que ir el vaqueiro a “abrañar”una o dos veces al día. “Aunque voy a la braña,/ no llevo pena,/porque llevo la cena/na cebadera”.
Existen varios tipos de brañas en razón de la distancia al poblado, hasta el punto de que sobrevive hoy la expresión “dir pa la braña” con el sentido de 'ir a poblar el ganado a las caserías de los cordales', incluso con vuelta a dormir a casa.
Son los vaqueros admirables, no por sus riquezas pecuniarias, sino por unas cuantas capacidades desarrolladas en muchos siglos, mientras hubo que vivir del medio, del entorno inmediato. Una lección muy olvidada en estos tiempos, donde casi todo lo esperamos de fuera como ajeno. Más de 2000 años que no pueden desvanecerse en unos decenios: sería gran irresponsabilidad nuestra, y un desprecio al patrimonio asturiano
Cuestión imprescindible debía ser la orientación en los altos a falta de reloj, aunque sólo en ciertas horas del día: las comidas, la media mañana, la media tarde... Por esto, en torno a cada puerto, en cada valle, suele haber un lugar que, por su forma y orientación al sol, servía de marca fidedigna para calcular con cierta precisión el paso de las horas en los días de verano, con los rayos verticales al mediodía.
En otras ocasiones los brañeros, se guían por ciertos árboles o peñas, colocados en lugares estratégicos respecto al sol: cada pueblo, cada lugareño incluso, tenía su truquillo para orientarse.
Caso parecido es el de La Siesta (en L'Aramo): el otro nombre que dan algunos vaqueros mayores al Gamoniteiru. El nombre tal vez se deba a la posición del montículo respecto al sol más veraniego: llega un momento (las 12 del día) en que el picacho no produce absolutamente nada de sombra en el eje del verano (un buen problema para los ganados, que no tienen donde miriar).
Efectivamente, la acepción más común de siesta (hora sexta para los romanos, las doce) es la de 'pigazu después de comer'. Pero entre muchos lugareños permanece el sentido de 'calor excesivo al mediodía', antes o después de comer. De hecho, los vaqueros mantienen la expresión "tiembla la siesta" para referirse a esas horas estivales en los altos, cuando parece que el suelo exhala calor en forma de humo transparente contemplado a cierta distancia.
En las brañas es frecuente que existan olleras (fresqueras), en las que se guardan durante el día o la noche, los recipientes con la leche . Estas olleras son cavidades construidas contra un talud o excavadas en el suelo y con una boca cuadrada hecha de piedra labrada; por el interior suele discurrir una corriente de agua procedente de alguna fuente próxima.
Las brañas son hoy un patrimonio desaprovechado y una realidad cultural rodeada de muchos equívocos. En muchos casos, con unos brañeros de los que tendríamos muchas costumbres que aprender.

La belleza natural y paisajística somedana, la pureza de su entorno y de su ambiente, la abundancia y calidad de sus aguas, el sosiego de sus lugares y de sus parajes , la riqueza de su flora y de su fauna y el rico patrimonio etnográfico constituyen las principales razones del incremento de visitantes que ha tenido Somiedo en estos últimos años y que ha supuesto un reto para los gestores del Parque Natural. 

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