Cuenta, Ricardo
Palma, en una de sus Tradiciones Peruanas que un santo que así llegar a Roma, pensó
en engalanar su persona, para presentarse con mucha decencia ante el Santo
Padre, y como necesitaba una sotana nueva, cuenta detuvo al primer viandante y le
pregunto: “¿Sabe usted donde encontrare un buen sastre?
El buen
hombre le contesto: “en la esquina hay uno que es muy buen cristiano”.
“Perdone
usted, le respondió el santo; yo no necesito
un buen cristiano, sino un buen sastre”.
Por buen
sastre, que en conciencia me diferencio
mucho de serlo, el deseo de que de una
puntada; deseo que satisfago, no con humos de maestro sastre, sino con la
humildad de maestro sastre, sino con la humildad de zurcidos o remendón, que es
casi tanto como como ser un buen cristiano.
Eso de la
locución bajo la base no es correcta es punto que, hoy por hoy, ningún aficionado
a estudios filológicos discute. Pasó ya en autoridad de casa juzgada.
Según la opinión
del egregio Rufino José Cuervo Urisari fue un destacado filólogo humanistas y erudito
colombiano. Fue el iniciador del “
Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana”, un
estudio lexicográfico de grandes proporciones, que sigue exhaustivamente el
origen y la modificación del significado de las palabras del idioma español, dice
Rafael María Merchán y Pérez; nacido en Manzanillo,
1844 – y falleció en la ciudad de Bogotá, 1905. Escritor y poeta cubano. En su
juventud fue aprendiz de tipógrafo, ocupación que dejó para estudiar en el
Seminario de Santiago; más tarde abandonó sus estudios y se dedicó a la
enseñanza privada y al periodismo. Su ardiente defensa de la Independencia de
Cuba le valió el destierro, pero siguió sirviendo a sus ideales a través de
artículos periodísticos, y desde la dirección de Diario Cubano y La Revolución. En sus “Estalagmitas del lenguaje”: Solemos decir bajo este pie, bajo esta base, y con eso si incurrimos de lleno en la justa
censura del señor Cuervo”. Y entiéndase que el ilustre escritor cubano Merchán,
no es de los intolerantes o ultraconservadores en materia de idioma.
Los más
reputados prosadores contemporáneos, como Juan Varela y Alcalá - Galiano, Eduardo
Benot Rodríguez, Marcelino Menéndez Pelayo y Benito Pérez Galdós, escriben
sobre la base, no somos nosotros unos pobres emborronadores de papel, los llamados a rebuscar argumentos
en contra y corregirles los artículos. Dice Palma, que él es devoto de la
locución, y no utilizare tinta en poner su criterio a los demás. En en asunto
del lenguaje hay un “tirano” que dicta la ley, y ese tirano es de un uso
generalizado.
Por aquella
época en que escribe Palma, diariamente podía leer en los medios de comunicación “que se hacían concesiones
bajo las bases y no sobre las bases. Verdad que no hay enemigos más
recalcitrantes del bien decir que los oficiales mayores y jefes de sección de los ministerios. Si no
se alcanza a proscribir lo de bajo las bases, habrá que dejar subsistente la locución,
agregándola a la larga lista de
idiotismos hasta por la Academia (entiéndase de la Lengua) autorizados.
Referente a
la pluralización de los apellidos, raro
es que el escritor de América, que acata las reglas gramaticales de la Academia.
Sigue diciendo Ricardo Palma: “No somos los americanos muy partidarios de los
Pizarros, los Almagros, los Girones”. El apellido se ha heredado “y no
encuentro derecho o razón fundada que nos autorice para alterarlo en letra o en
silaba”.
La prescripción
gramatical tiene numerosas excepciones, que estas por ser bastante numerosas
deberían formar la regla. Según las mismas, los patronímicos, Martínez, Domínguez,
Ramírez, Rodríguez, no admiten la pluralización final, como tampoco la admiten los Cárdenas, Robles,
Cáceres, Dueñas y demás terminados en “s”, Tampoco se pluralizan los Abad, los
Olid, los La Merced. Hay apellidos como los Portal y Portales, Arenal y
Arenales, Morgal y Morales, en los que pluralizando, los que concluyen en “al”,
resulta una verdadera confusión. “Si digo, por ejemplo, voy as visitar a los Morales,
el que me oye decirlo queda en Babia, ignorando si hablo de la familia de Moral,
o la de Morales”. Si pluralizamos apellidos como Torreblanca, Casaverde,
Casanueva, sería dar existencia a muchas idioteces, que no otra casa serían los
Casaverdes y los Torrblancas. Si se trata de apellidos de otras lenguas, nadie
pluraliza la terminación. “Así, decimos y escribimos los Cromwell, los Pitt,
los Wilson, los Hugo, los Goncoutrt, los Tolstoy, los Manzoni, los Garibaldi,
los Spencer, y otros.
Ante tantas
excepciones que se han venido a la cabeza
y otras que quedan en el tintero ”por estrecheces de tiempo, me parece
que lo lógico, y en mi sentir, lo más ajustado a la buena forma es no agregar ”s”
o silaba pluralizadora a ningún apellido. Basta o sobra con el artículo en
plural”.
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