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En la actualidad el Callejón del
Fondo ya no existe: lo que hay en su lugar es un mercado de abastos que está
sepultando la memoria colectiva de este lugar paradigmático de los Barrios
Altos y, en homenaje al día de la canción criolla, queremos rescatar parte de
su historia.En los Barrios Altos,
en la antigua y colonial calle de Mercedarias (cuadra 10 del jirón Ancash),
estuvo ubicado el Callejón del Fondo. Hoy casi no existen huellas
arquitectónicas de la colonia, apenas quizás un viejo callejón que podría ser
el de Amberes y la Iglesia y Convento de Mercedarias.
Es todo. La arquitectura colonial ha dado paso a otras
construcciones con un nuevo uso: un restaurante, una dulcería, una panadería,
un enorme callejón republicano, una tienda de venta de pollos, dos boticas,
una peluquería y, como demostración de la modernidad, un hostal de cuatro
pisos con el sugestivo nombre de "El Paraíso". Hasta mediados del
siglo veinte el Callejón del Fondo fue famoso por su gente "bohemia y
criollaza" como las familias Gonzáles, Mejía, Ramírez y otras que
armaron jaranas de "rompe y raja".
Desde que fue construido entre 1780 y 1790, siempre se lo
conoció como el Callejón del Fondo. Era de forma rectangular, una sola
planta, 55 habitaciones, una pila de agua y un botadero para arrojar basura.
El Convento de Mercedarias era el propietario. Por estos tiempos, el Callejón
del Fondo estuvo ubicado en la ruta que unía Lima con el centro y sur del
Perú mediante la Portada de Maravillas, por lo que una parte de sus primeros
inquilinos tienen que haber sido pequeños comerciantes, arrieros y artesanos
venidos de estos lugares; y la otra parte, conformada por negros y zambos
libertos de Lima o de las haciendas, pardos, mestizos y algún criollo o
español empobrecido. Una gama variada, por etnia y por oficio, vivió en el
Callejón del Fondo desde el inicio de su construcción.
Con relación al perfil general de los inquilinos del Callejón
del Fondo, en la primera mitad del siglo XIX, en 1829, buen número de ellos
aparecen sólo con sus nombres: Teresa, Antonio, Pancha, Miguel, etcétera.
Muchas mujeres, con sus sobrenombres: "negra",
"blancona", "morena", "la guevera",
"terranova". Algunos con sus oficios: "el colchonero",
"José chacarero", y una minoría con nombres y apellidos. En 1832
los sobrenombres y oficios no existen. Los nombres permanecen, aumentando los
inquilinos con nombres y apellidos. Tanto en 1829 como en 1832, sólo viven
dos personas que podríamos llamar "distinguidas": el sacristán y
"don" José Rubio. También hay una "cuidadora" que no paga
arrendamientos. En 1854 se ha producido una renovación total de los
inquilinos con relación a 1829. No hay sobrenombres ni oficios y aunque
persisten los que sólo aparecen con nombre, hay apellidos en mayor número:
Mispireta, Del Busto, Solórzano, Mollineros, Rodríguez, Tejeda, Herrera,
Alvarado, Boquete, Flores, Miranda, Alegría, Castillo, Descalso. No vive el
sacristán, a ningún inquilino se le antepone el "don" de distinción
y todavía está la "cuidadora". Dos características se conservan
entre 1829 y 1854: la mitad de los cuartos fueron arrendados por mujeres y el
total de los inquilinos fueron del sector popular y limeño, o de provincianos
en segunda generación.
El Callejón del Fondo estuvo preparado para convertirse, en
las primeras décadas del siglo veinte, en uno de los lugares de los Barrios
Altos donde se cultivó y defendió la música criolla contra la irrupción del
tango, la ranchera, el fox trot y otros ritmos extranjerizantes. ¿Y cómo era
el Callejón del Fondo? Un cultor de la música criolla y asiduo concurrente lo
recuerda así: "El solar era enorme. Tenía entrada de tierra. Se dividía
en dos patios. En medio de los dos patios se levantaba la Cruz de
Mercedarias" (Villanueva-Donayre). Quien hizo la descripción fue Ernesto
Soto, el popular y carismático "Chino Soto". Algunos años menor que
Felipe Pinglo, integró el famoso trío Mercedarias con Jorge Gonzales y Samuel
Joya. En los juegos de carnavales de mediados de siglo, cuando se jugaba con
agua a raudales durante tres días, el Chino Soto era un espectáculo, se
convirtió en el terror de robustas mulatas, zambas, negras y mestizas en la
plazuela de Buenos Aires. En el día de la Canción Criolla el Chino Soto ya no
está con nosotros, pero nos ha legado su hermoso vals La Abeja:
"Quisiera ser como la abeja, que vuela sin que nadie la detenga / volar,
volar.".
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lunes, 8 de junio de 2015
EL CALLEJÓN DEL FONDO
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TIENES CONOCIMIENTO DE AUGUSTO VASQUES MARAÑON Y ALBERTO PEREZ, QUE TAMBIEN INTEGRARON EL TRIO MERCEDARIAS.
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