En la Facultad de Letras, a instancias del Centro
Federado de Letras se pidió al decano que dejara poner una cafetería en una de
las aulas del pabellón nuevo que se había inaugurado por aquel año. La
concesión de la misma había sido para
Ramón, el dueño del Wantán, que se encontraba en una esquina de la Plaza
Francia, plazoleta que fue una donación que hizo el gobierno
francés con motivo del Centenario de la independencia del Perú en 1921 en ella
se encuentra "La Estatua de
la Libertad."
Este bello conjunto se ve coronado por La Iglesia de
la Recoleta que con sus formas góticas le da realce a la plaza, en ella también
podemos observar el monumento al Padre Bintilhac fundador de la Pontificia
Universidad Católica de Lima.
El café Wantán estaba también muy cerca de la Iglesia
de la Recoleta, en el café era ayudado por su papá un japonés, venido allá por
1920 con la primera expedición de japoneses que llegó al Perú. Ramón por aquellos
años un joven estaba casado con una peruana que muchas veces cuando había mucha
concurrencia de estudiantes ayudaba a atender al público.
En el mismo solían acudir los estudiantes de la Facultad
y también los catedráticos, quienes
muchas veces compartían las mesas con sus alumnos y alumnas, allí estábamos como
en nuestra propia casa.
Como la Facultad de
Letras ya resultaba pequeña por la cantidad de alumnado, fue construido en los
años 1960 otro edificio como un complemento de éste a unos metros del entonces
local principal de la Universidad (el
del Colegio La Recoleta) en la Plaza Francia. Es por este hecho que es sus
inicios era conocido como el anexo. Ahí se dictaban algunas clases de
bachillerato y doctorado de la Facultad de Letras. Es una construcción de corte
antiguo con dos patios internos. Actualmente funcionan ahí el Fondo Editorial,
el Instituto de Etnomusicología, el Centro de Música Latinoamericana, el
Instituto de Estudios Internacionales y la Oficina de la Red para el Desarrollo
de las Ciencias Sociales.
Corria el mes de octubre
de 1963, cuando se acordó por el Centro Federado y el decanato de la Facultad,
la inauguración de la nueva cafetería. Se acordó traer a una persona famosa para
la apertura. Alfonso Lengua y Pocho Melgar, eran los encargados de buscar al
famoso. Después de mucho pensar, propusieron a Santiago Martín Sánchez, El Viti,
apodo que le vino por su localidad de origen, Vitigudino. En sus buenos
tiempos era llamado a veces Su Majestad el Viti,
haciendo un juego de palabras con las iniciales de su nombre (Santiago Martín). Así, el cantaor flamenco Rafael Farina paisano
suyo, le dedicó una canción titulada «El Viti y Su Majestad». El ilustre torero
se encontraba toreando en Lima en la Feria del
Señor de los Milagros.
Al Centro Federado y al
Decano les pareció bien invitar a El Viti, para tal acontecimiento. Esos días
los las alumnas en el patios de letras no dejaban de hablar para asistir a la
pequeña cafetería y ver al famoso.
Mientras, en el Centro
Federado se nombró una comisión, integrada por Alfonso Lengua, Pocho Melgar y
Fabiola, su enamorada, Díaz Canseco, gran aficionado a los toros, Fabiola, Alán García, las hermanas Aida y
Bertha Garcés, esta última enamorada de José Luis García, este último era quien
lo conocía y debía de hacer las invitaciones para su asistencia a la Facultad.
El domingo después de la
corrida, cuando Santiago Martín, llego al Hotel Bolívar, la comisión de estudiantes ya lo estaba
esperando, se acercó de inmediato José Luis García y le espetó: “Queremos ahora
hablar contigo”. Santiago Martín muy educadamente le dijo: Voy a quitarme el
traje de luces, y bajo enseguida, espérenme en el bar.
Y así lo hicimos, al
cabo de una hora se presentó en el bar, acompañado de su apoderado. García se
apresuró a decirle para que habíamos ido a buscarlo, oyó como quien escucha a
su papá, antes de contestar miro a su apoderado, como pidiéndole el permiso
para hablar. El mozo se acercó a la mesa con dos cafés con leche, el Viti tomo
un sorbo y dijo: “Para mí es un honor poder estar en vuestra Facultad el día de
la inauguración de la cafetería”, él estaría acompañado de toda su cuadrilla.
Después de un rato abandonamos el hotel con la tarea hecha.
Al día siguiente al
llegar a la Facultad, nos esperaba el presidente del Centro Federado, para que
le dijéramos algo, al entrar al despacho se le dijo: “Santiago Martín, vendrá el
viernes con toda su cuadrilla”. El presidente, fue enseguida a ver al decano
para informarle que el torero había aceptado. La noticia corrió como “un
reguero de pólvora” y las alumnas se preparaban para el gran acontecimiento.
Se habló con el claustro de profesores para
suspender las clases desde las once y media hasta las dos de la tarde, de ese
viernes. Qué fue aceptado por todos los catedráticos.
Mientras Ramón preparaba,
en la pequeña cafetería, todo para recibir al ilustre. El día viernes, a las diez
de la mañana, la comisión se reunió en el hall del Hotel Bolívar, para llevar
al “maestro” a nuestra Alma Mater. Salimos por la puerta falsa del hotel,
pasamos frente al café Viena, donde se incorporaron el personal de su cuadrilla
y fuimos caminando por el jirón Camaná hasta la puerta principal de la Facultad,
allí el decano y el presidente del Centro
Federado les dieron la bienvenida, al entrar al patio de Letras, una nube de
chicas y fotógrafos casi nos llevaban en volandas, llegamos a la cafetería,
donde Ramón le invito a sentarse junto al presidente del Centro Federado y
algún miembro de la comisión.
Fue aquella mañana
inolvidable, porque nunca un torero había estado conversando con aquellos
alumnos de la Facultad de Letras, compartió algunas horas con todos, y al final
nos honró firmando con un “plumón negro”, una dedicatoria que dejó como recuerdo
de su paso por aquella casa de estudios.
Al día siguiente Alfonso
Tealdo, que escribía por aquel entonces en el Diario, El Correo, hizo una reseña (que aún conservo)
de la visita a la Facultad de Letras del catedrático del toreo, Santiago Martín
Sánchez, “S.M. El Viti”
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