martes, 9 de junio de 2015

LOS PREGONEROS DE NUESTRA LIMA...QUE TIEMPOS AQUELLOS


En el antiguo Perú no se necesitaba de un reloj para saber a qué hora pasaban las viandas, los vendedores, quiénes eran y qué aspecto tenían.

Tiempos aquellos...dulces recuerdos...ahora de esos tiempos sólo nos quedan los escritos de Ricardo Palma (descripción de los años, casi a finales de la colonia) y los bellos dibujos de Pancho Fierro...

Eran diecisiete las horas, y todo arrancaba a partir de las seis de la mañana, pasaban las lecheras, que eran por lo general indias que traían la leche fresca de los lugares distantes montadas en una mula y pregonaban así:

“Leche purita, leche sabrosa, de la borrosa vaquita
¡Jazmín y rosa! Leche purita de chocolate, bate que bate pura espumita”


Y a las siete pues era la hora de la tisanera, según lo que relatan, una negra vieja y gorda que sobre su cabeza cargaba una enorme canasta donde llevaban las ollas de barro con sus tisanas y pregonaba así:

“La tisanera se vaaa, tazaaaanaaa conieeeve”

A las ocho de la mañana llegaba el panadero, también a lomo de mula. Pero ojo, no era un “vendedor de pan” ya que ello se hacía solo en las panaderías, él era un “repartidor”.

A las nueve de la mañana llegaba el aguador (repartidor de agua), sin él sí que hubiese sufrido la ciudad, no? Generalmente, era negro o zambo y su pregonar era así:

“Del aguador cuando el burro estaba cansado, ¡ay! Andá durico, andá. Andá vivo y dirigente. Métase usted a presidente, sino quiere trabajá”

Ya eran la diez y era hora de la “tamalera” (vendedora de tamales de maíz).

“Canta el maíz a las diez.
De los andes ha bajado,
y en su largo recorrido,
encontró su hogar perdido
en las hojas de un banano.
Una pita de totora,
la amarró sin compasión,
convirtiéndolo en tamal.
A pesar del mestizaje
y su traje tropical,
el maíz fue generoso
y es el mismo tamalero.
Cuando pregone otra vez
con el nieto del maíz
traerá humitas a las diez”


Y pues a las once aparecían los pescadores, a las doce la frutera que, generalmente, era negra y, a esa misma hora, también se ofrecían las empanadas de picadillo.

A la una de la tarde se ofrecía el “ante con ante”:

“Por eso a la una las calles
se alegran con vivos pregones
y por las esquinas en sendos peroles
las viejas maestras advierten a gritos
que el dulce llegó oliendo a canela
y a clavo de olor,
arrocito blanco ¡ahora!
Con leche pura mezclado
¡arroz con leche!
Para servirle señora
ante con ante tuntuna
Ya pasó la misa de una”


Y a las dos de la tarde llegaba el bizcochero, por lo general era un indio o zambo. También era únicamente repartidor, al igual que el panadero, para incrementar sus ganancias, y creó el juego de la “Mosquita”.

“El bizcochero y sus moscas,
llegan para dar las dos.
Con su grito los chiquillos,
se agolpan alborotados
Y eligen alguna mosca que
por la suerte o la maña
traiga la felicidad.
Si el niño elige un bizcocho
donde una mosca se posa
La pastosa maravilla,
será de su propiedad
Sin saberlo el bizcochero,
ha forjado una amistad
Niños y mosca unidos,
dulce solidaridad”


Y así pasando las horas a las tres de la tarde se aparecía la vendedora de aves, pavos, gallinas y patos.

A las cuatro, el vendedor de Pisco y Aguardiente.

A las cinco, la mixturera, vendiendo unas lindas flores, llenando de fragancia, transportándonos a un mundo de esplendores.

A las seis se juntaban el sereno con el quesero.

A las siete la mazamorrera, a las ocho el heladero, a las nueve el viejo sacristán que salía a pedir limosna y se juntaba con el vendedor de un dulde que hasta el día de hoy lo encontramos en Lima (con pregonero incluido) la famosas rosquitas llamadas “revolución caliente”, y decía así:

“Revolución caliente,
música para los dientes,
azúcar clavo y canela,
para rechinar las muelas”

Y a las diez...pues aparecía el sereno en las esquinas, hora de apagar los faroles y de avisar que ya la gente tenía que ir a descansar y pregonar lo siguiente:

“Avemaría purísima
las diez han dado
viva el Perú y sereno”


De todo esto ahora sólo nos quedan los recuerdos...añoranzas del pasado que ya no volverán, esas grandes comilonas, esos dulces de convento, y el pito del sereno llamándonos a descansar...

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