José Zorrilla y Núñez de Arce, son dos líricos
españoles naturales de Valladolid. Estos dos poetas han alcanzado resonancia en
el siglo XIX. José Zorrilla había nacido en 1817 y Núñez de Arce, en 1834.
Ricardo Palma cuenta que Don Gaspar eran desde
tiempo antiguo grandes amigos, habían intercambiado muchas cartas. Se
encontraba don Ricardo en Madrid, y cierto día se encontrada en el hotel listo
para salir a buscar a su buen amigo, cuando por sorpresa llegó su amigo.
Simpática, muy simpática fisonomía la del poeta. “Pequeño y débil de cuerpo:
barba recortada que empieza ya a
blanquear, ojos vivaces, llenos de expresión y voz en la que se adivina
temperamento extremadamente nervioso”, este es Gaspar Núñez de Arce, el tan
justamente admirado cantor de Raimundo Lullo, de la Lamentación de Byron y de
los Gritos del Combate; el autor del delicado Idilio, tan recitado en nuestra América por grandes poetisas. Al verlo por primera vez encontré de
indisputable estos conceptos de Revilla: “El espíritu de Núñez de Arce habita,
como el de Napoleón, en pequeño y endeble cuerpo. Pues sin duda la naturaleza gastó tanta cantidad de fuerza
en producir el organismo psíquico que no le quedó la suficiente para los
demás”.
Núñez de Arce no es un orador “ni pretende serlo”,
aunque su palabra es fácil y correcta, la irritabilidad de sus nervios lo
colocaría en terreno desventajoso para la réplica. Aunque ha sido diputado y
senador, y ministro, es demasiado gran poeta para vivir en la política militante. Hoy “politiquea entre los
sagastinos”, pero solo como aficionado; que dejaría de ser español si
renunciara por completo a la olla
podrida de la política.
En literatura y política, don Gaspar, es un poco
intransigente con las ideas opuestas a las suyas y eso que es liberal. Cuando
oye una alusión desfavorable, por
insignificante y embozada que sea contra la Academia Española, que, en verdad,
no es corporación impecable, su intolerancia desaparece para convertirse en
fanatismo de sectario. El poeta tiene la sangre caliente.
Núñez de Arce tuvo por predecesores, en el sillón
académico que hoy ocupa, al filósofo Jaime Balmes y al poeta José Joaquín de Mora.
Sigue contando Ricardo Palma, “que hay un escritor
de brillantísimas dotes, de frase humorística
a la vez que sentida, el cual en las sesiones del Congreso Literario, no
despreciaba oportunidad para zarandear, más que a la Academia, a media docena de académicos que él estimas
como entrados por la ventana de la casa de Valverde. Este literato y tribuno,
con aspecto de cabecilla carlista, pero con ideas y hechos de exaltado radical,
es Pepe Zahonero. Apenas lanzaba un
dardo, cuando sobre exaltado don Gaspar
se aprestaba a romper lanzas. Trabajillo le costaba a Zahonero tranquilizarlo, prodigándole
frases justicieras a la vez que cariñosas”.
Cuenta Palma que en el Congreso Literario pidió la
palabra el capitán de la bohemia madrileña literaria señor Echegaray, que presidia la sesión, le
advirtió que solo podía hacer uso de la palabra veinte minutos, según articulo
reglamentario. “siento señores – dijo Zahonero- , que la grande y elevada
figura del señor Echagaray, tenga en estos momentos, más qwue la campanilla tan
apremiante como la de jefe de estación, y que señalando breve tiempo para
nuestros discursos, diga cosa parecía a esta: “!Viajeros al tren, que el tren
va a marchar!” Su señoría se apoya en el reglamento; si un reglamento obra del
ilustre autócrata don Gaspar Núñez de
Arce, hombre dulce y eminentísimo poeta, y que por lo tanto no puede salir muy
airoso con su papel de tirano(se dice que don Gaspar hizo un movimiento como para interrumpir al
orador, y este dirigiéndose a él continuo). “Ilustre señor Núñez de Arce, a
quien ya llamo el único viviente
representante de la lira épica en
España, el poeta de más profundo concepto y más grande fantasia, sepa vuestra
majestad que, para ocuparnos del tema en
discusión, son mezquinos los veinte minutos que marca ese reglamento que, obra
de la misma pluma que escribió “La
visión de fray Martín, es hermano bastardo
de ésta”.
El poeta sonrió
y sus nervios se calmaron. Es Zahonero diestro en administrar
valeriana.
En otra sesión Zahonero dijo: Si por voto de los
hombres de letras se hiciera la elección de académicos, no estarían en la
academia muchos de los que están. (El señor Núñez de Arce, murmura).
“Tranquilicese su señoría, que con su señoría no va nada. No le habrían de faltar votos, pues además del de los hombres tendría el de
las mujeres”.
¿Cómo conservar arrugado el entrecejo después de
escuchar tal piropo?. El académico se humanizo.
La gran pesadilla de Zahonero parece ser hablar
siempre contra la Academia “Los académicos afamados han valido mucho antes de serlo:
pero después (“!esto es sangriento!...”interrumpió don Gaspar) ¿Sangriento señor Núñez de Arce?-
continuo el orador. Cuanto más será la sangre
que produce en la epidermis la picadura de un alfiler. Su señoría, por
ejemplo era poeta y es poeta, antes de entrar en la Academia. Que conste que me
ha azarado bastante la interrupción del señor Núñez; porque cuando su
señoría interrumpe, como no sea con un
apostrofé épico, no es posible contestarle”.
En síntesis don Gaspar Núñez de Arce, el gran poeta,
en relación con el mundo externo, goza en vida de anticipada inmortalidad
literaria, no es menos fascinador en su
trato íntimo. Visitar a Núñez de Arce y no sentirse cautivado por su expansiva
llaneza y por su exquisita amabilidades
punto menos que imposible. Es de los hombres que se imponen al cariño
universal.
Palma visito en su casa, a Núñez de Arce, tres o
cuatro veces, él vivía en la cal le del Sacramento, hogar elegante y modesto,
en el que abundan los objetos de arte, esculturas y cuadros de notables
artistas contemporáneos, y que representan escenas descritas por el ilustre
poeta en sus poemas. Una escultura de La
visión de Fray Martín “me pareció maravillosa”.
En su hogar vive con su excelente esposa y un niño sobrino
de esta, quien el poeta mima como si fuera su hijo. “Los grandes literatos en
España son seres nada reproductivos, no dan súbditos a la monarquía”. La mayoría
de estos poetas no tienen a quien legar su glorioso apellido. “Ellos dirán, quizá
aún hartos hijos han dado vida con las
producciones de su cerebro, y que valga lo uno por lo otro.
Cuando en los primeros momentos en que se trata a
don Gaspar, parece hombre de carácter adusto; al poco rato de estar hablando
con él, aflora la sinceridad y la llaneza expansiva del castellano viejo se
manifiestan sin embozo. Es una inteligencia poderosa, teniendo un corazón de
oro. En su alma no cabe mezquindad alguna, ni siquiera la del desdén. Núñez de
Arce es un poeta muy admirado en España
y en América.
Muy galante, y trovador. En política como ya se ha
apuntado, no es hoy un luchador y eso que lo fue, y no de los ardorosos. Sus “.
Gritos del combate”, lo comprueban. Todavía hay gente en Madrid que
recuerda sus endecasílabos, a la muerte de Ríos Rosas, endecasílabos que tienen el temple del acero toledano y que produjeron un
popular tumulto. Don Gaspar fue gobierno
revolucionario y triunfador en Barcelona; fue diputado, fue ministro. Fue en
fin, en política, todo lo que quiso. Núñez de Arce esta desencantado de los
hombres y de los ideales políticos, tememos que decir que es un caballero leal
para con los amigos.
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