viernes, 26 de junio de 2015

CUANDO CONOCI EN LIMA A DON JUAN MEJÍA BACA BACA

Hace muchos años, en uno de mis viajes a mi tierra, mi amigo el pintor Francisco Espinosa Dueñas, que por aquellos años había asistido a un homenaje que se le tributo a César Vallejo, en Oviedo, organizado por la Casa del Perú en Asturias. Espinosa me pidió que le llevara una carta a su amigo Juan Mejía Baca. Yo había oído hablar mucho de ese señor, pero no lo conocía. Es así que al llegar a Lima, al día siguiente lo llame para saludarlo y comunicarle que le traía un encargo de su amigo Espinosa residente en Burgos, quedamos en que pasaría al día siguiente por la mañana.
Esa mañana limeña fría y con garúa, me fui a su tienda- librería, en el jirón Azángaro, junto a una panadería “Los Huérfanos”. Me recibió él mismo, un señor, bajo, de pelo entrecano y vestido de negro, como si fuera un enterrador. Me invito a que pasara a su despacho, que tenía un escritorio muy grande, donde se encontraban gran cantidad de libros y muchas hojas escritas a máquina, (que era lo único que había por aquella época). Allí estuvimos conversando durante algunas horas de las obras que editaba. Me contó muchas anécdotas de los escritores que pasaban por su tienda-librería; también me enseño algunos libros raros que guardaba muy bien en cajones con llave. Creo recordar que le compre algún libro que me interesaba. Me di cuenta que Juan Mejía Baca desempeñaba, un papel importante en la literatura peruana del siglo XX. No era un escritor y consideraba  que saber leer es más difícil que escribir un libro.
Siempre fui un lector", dice. "De lector pasé a librero, y de librero, a editor. Es casi lo mismo, es sólo como subir una grada; luego pasé a la Biblioteca Nacional. No quiero decir que esto sea una carrera o un camino: ha sido sólo mi vida"
Juan Mejía Baca era chiclayano (1912). Cursos sus estudios escolares en el Colegio Nacional San José de Chiclayo. En 1929 se trasladó a Lima, donde inició estudios de Medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que interrumpió en el tercer año, para luego seguir Letras y Ciencias Políticas, los que tampoco culminó.
Antes de ser librero, se dedicó a la música, a tocar piano y sobre todo violín. Esa condición, contó alguna vez, le permitió “estar tanto en piso de tierra como en piso de mármol”. Conoció a mucha gente y confesó que como músico ganó más dinero que en ninguna actividad posterior. Sus proezas como músico es que reemplazó a Alfonso de Silva, amigo de Vallejo, en una orquesta de tango. También acompañó a Libertad Lamarque en Lima, en 1934.

Se inició estudiando Medicina en San Marcos, lo dejó para dedicarse a las Letras. No terminó ninguna. 
"No solamente por razones universitarias, sino como lector que fui toda mi vida, me relacioné desde mi llegada a Lima de Chiclayo, en 1930, con escritores e intelectuales. Si no fue por la universidad fue por la alcahuetería de la musiquita, que me permitía estar tanto en piso de tierra como en piso de mármol, que me relacioné con todo tipo de gente. Como músico gané más dinero que en ninguna actividad posterior".
Juan Mejía Baca, tenía su librería en la calle Huérfanos, hoy Azángaro, en realidad era un centro de tertulia al que llegaban no solo sus viejos amigos escritores, sino también jóvenes entusiastas de la literatura, que se convirtió en el centro de reunión de la intelectualidad local e incluso extranjera. Promovió los Festivales del Libro, publicando ediciones con tirajes de hasta 50 mil ejemplares. Se convirtió en editor de más de 140 escritores peruanos, bajo su propio riesgo. Uno de ellos fue el escritor Martín Adán, que fue a la vez su entrañable amigo. Esta labor editorial muy admirable permitió la difusión de la cultura a las clases populares.
Aunque poco le gustaba llamarse editor, sino librero, su trabajo fue el mismo. Llegó a editar a escritores como José María Arguedas, Enrique López Albújar, Jorge Basadre, Pablo Neruda, Ciro Alegría, solo para citar a algunos. Otro de ellos, por ejemplo, fue el poeta Martín Adán, de quien fue su albacea.
Su amor a los libros no solo lo convirtió, como él decía, en el partero de los escritores, sino también en un obstinado promotor de la lectura y del libro, tanto así que llegó a ser director de la Biblioteca Nacional del Perú en 1986. Y desde ese cargo nunca se cansó en gestionar, sueño que se hizo realidad, la nueva sede de la Biblioteca Nacional hoy en San Borja.
Cumplir su tarea de librero no le fue nada fácil. En los años sesenta, en el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry, fue víctima de un abuso. Juan Mejía Baca había importado libros y desde el ministro del Interior, Luis Alva Orlandini, partió la orden de decomisarlos y luego quemarlos. Todo ello el librero lo cuenta en su libro Quema de Libros. Perú 67.
Juan Mejía Baca, dijo alguna vez: "El libro ha sido siempre muy importante para mí, tanto que me he permitido a través de él hacer una definición más del ser humano. El hombre es el único animal que lee. El loro puede hablar, el mono puede jugar, la hiena se ríe, pero no hay ningún animal que lea".
Mejía Baca ha vivido la literatura desde todos los flancos menos del de creador. Ha sido, ante todo, lector incansable; como librero no sólo logró siempre tener las últimas novedades de la literatura internacional y conseguir los libros más raros, sino convocar alrededor de su tienda una especie de tertulia constante, con sucursal en el café de la esquina, con los más destacados intelectuales peruanos de más de cuatro décadas.
“Yo les digo a mis amigos: es más fácil escribir un libro que leerlo. No es fácil iniciar el camino del saber leer. No sólo por los conocimientos que trae un libro, sino por la belleza. He tratado de demostrarlo con el ejercicio del oficio de librero y también como editor”. Como editor ha publicado a 145 autores peruanos, bajo su propio riesgo.  Con casi 77 años se propuso  hacer de la biblioteca un ente vivo. Asistió en Madrid al congreso sobre César Vallejo.
A partir de los años 1960 empezó a editar diccionarios y enciclopedias, entre ellos: Historia del Perú antiguo, en seis tomos, de Luis E. Valcárcel; Diccionario enciclopédico del Perú; Historia de la literatura peruana, en ocho tomos, de Luis Alberto Sánchez; Historia del Perú, de varios autores, en doce tomos; Obras completas de Haya de la Torre en seis tomos; Gran geografía del Perú, en ocho tomos.
Su invalorable labor a favor de la cultura le hizo merecedor de la Orden El Sol del Perú y las Palmas Magisteriales, bajo el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry, pero no dudó en devolver estas condecoraciones en 1967, al enterarse de que un funcionario del Ministerio de Gobierno había ordenado la requisa y quema de libros considerados subversivos (entre los que se hallaban, insólitamente, obras como la “ La rebelión de las masas”, de José Ortega y Gasset). En esa ocasión, acuñó una célebre frase: «Para quemar un libro se necesitan sólo dos cosas: un libro y un imbécil».
Al cabo de 40 años de incansable labor decidió clausurar su librería. Poco después, ya bajo el primer gobierno de Alan García,, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional (1986-1990). Desde el principio pugnó para que el gobierno prestara atención a dicha institución y no dudó en recurrir a la prensa televisada para denunciar el deplorable estado en que se hallaban parte de los libros y colecciones. Estrategia que dio resultado, pues el gobierno autorizó entonces una partida especial para la Biblioteca. También logró conseguir un terreno en el distrito de San Borja donde se alzaría la nueva sede del local.

Juan Mejía Baca decía: "Yo les digo a mis amigos: es más fácil escribir un libro que leerlo. No es fácil iniciar el camino del saber leer. No sólo por los conocimientos que trae un libro, sino por la belleza. He tratado de demostrarlo con el ejercicio del oficio de librero y también como editor. Yo he editado 145 autores peruanos hasta el momento. Nunca he recibido una peseta para financiar esto, y muchas de estas obras me han costado mucho dinero, que nunca he tenido ni he ambicionado tener. Porque tengo otra riqueza que no se devalúa, ni nadie se lo roba, ni tampoco se estatiza. En mi tierra, la gente tiene refranes de una gran sabiduría; dicen: 'Estando con salud, aunque uno se enferme'. La integridad es la salud, la enfermedad es transitoria".

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