sábado, 11 de junio de 2011

CAPITULO II.- SE COMIENZA A TRABAJAR


CAPITULO II

SE COMIENZA A TRABAJAR

Aún recuerdo a Graciano, alto, fuerte, moreno, con sus ojos pequeños, y nervioso, aquella mañana lluviosa del 3 de octubre de 1981, en el vestíbulo del Teatro Campoamor, -donde no se le escapaba ningún detalle, dando instrucciones a los pocos  que colaborábamos con la puesta en marcha de la Fundación, en las viejas oficinas de Pérez de la Sala. Graciano esta siempre atento a todo, y siempre esta pensando en una posible solución, por si falla lo que está previsto-. Ese día se entregaban solemnemente por primera vez los Premios Príncipe de Asturias, con asistencia de SS.MM. los Reyes y S.A.R, el Príncipe de Asturias, - tenía entonces 12 años- y que por primera vez pronunciaría un discurso en público.

En Moreda, muy cerca del Pico Moros, que contempla y cuida silenciosamente el pueblo. Nació Chano  un 12 de octubre, día de la raza. Las gentes de Aller son templadas, recias y bravas cuando la ocasión se tercie. A Moreda a regresado muchas veces y no pocas siguiendo el camino del recuerdo. “En alguno de estos caminos de regreso pensé que algún día echaría el ancla y no volvería a salir de aquí. Porque aquí tengo lo esencial que da al hombre la clave diferencial respecto a los demás seres de la Creación: aquí tengo mis raíces; es decir, aquí tengo a mi familia, mis recuerdos, a mis mejores amigos… Pero ser de Moreda  a mi me obliga a mirar más lejos…”. 

Graciano siente pasión por las aves y hasta debe habérsele pegado algo de esos húhos que tiene en varias de sus estanterías repletas de libros, porque es un hombre prudente que mide con cautela cada frase y que, una pieza más para ese mosaico complejo, un poco ingobernable, escribe poemas y se deja desconectar por los sueños y por esa eventualidad indiscernible que es el más allá.

Sus padres Rodolfo y María Dolores, le inculcaron desde pequeño, el habito de la lectura. Cuenta que cuando todos se acostaban, su lampara seguía encendida, hasta bien entrada la madrugada, leyendo todo aquello que caía en sus manos. Aún hoy conserva ese habito tan bueno que es la lectura, siendo su libro de cabecera “Don Quijote de la Mancha”.

“Es ya audaz cuando contra el criterio de sus padres, a los que la perspectiva no les resultaba especialmente grata, se instala en Oviedo, desde su Moreda natal, sin otras perspectivas de futuro que las de una modesta colaboración en “La Nueva España”. La ciudad de Oviedo no es para él aquella de su infancia, cuando merendaba con su padre antes de coger el tren del Vasco en la confitería Camilo de Blas. Ahora era diferente pues debería someterse a la disciplina de una redacción, que es algo más complicado que escribir gacetillas o contar las peripecias de la vida local.    

Chano en sus años en la “Nueva España”, navegó tempestades, buscó bonanzas, y saber, y supo hasta perderse en los bosques de Muniellos y defenderse de los osos. Pero el afán de Graciano no termina allí, porque un 24 de mayo de 1969, comienza otra nueva aventura al frente de aquel bastión de la Asturias antifranquista que fue la revista “Asturias Semanal”, que se convirtió en un destacado foro para la reconciliación y la conquista de las libertades democráticas. Proyecto editorial y periodístico que coopero modestamente a que la transición de Asturias fuera una de las transiciones más ejemplares de España.

Esta revista conectó muy bien con el pueblo asturiano, era no volver al pasado, no volver a la guerra o al rencor sino olvidarse de lo malo y construir un país para todos. “Asturias Semanal” cumplió un gran papel porque enlazó a las instancias más lúcidas de la derecha con las más lúcidas de la izquierda. Las cosas podrían haberse dado de forma muy diferente, podía de hecho, haber habido desbordamientos que no los hubo, porque hubo también personas muy sensatas y muy capacitadas.

Graciano García, hombre honesto, y amigo de sus amigos, cree en su profesión, el periodismo, “me parece una profesión  muy unida a la libertad”. Es una persona  comprometida con la libertad y con el respeto a los demás, y, por lo tanto, con el amor a la verdad que es un material fungible, huidizo y difícil. Cree que el periodismo es una profesión para ser devoto de ella. “Si después la vida, el vendaval del azar, que sopla con tanta fuerza nos lleva a otra roca, como decía León Felipe, “ya vendrá un vendaval que te pondrá en tu sitio. Con esto quiero decir que a mi el vendaval me ha llevado a esta playa, pero sin que yo haya renunciado a ser periodista y a vivir el periodismo intensamente”.

Sigue su andadura como proyector y motor de “Asturias Diario”, que resistió con bravura durante un año, pero ni los periódicos y las naves suelen resistir a  los clamores cuando les son adversos. Motor de ese imprescindible encuentro de los asturianos, donde los problemas de Asturias, los problemas socieconómicos de la región, son varios y variados, difíciles de resolver no habiendo recetas milagrosas para atajarlos. Decía Graciano la víspera de lanzar el primer número: “El camino que hemos empredido no es apto para impacientes ni temerarios. Debemos ser pragmáticos – porque por idealistas ya estamos aquí desde hace muchos meses arrimando el hombro- y saber que nuestro camino no va a ser un recorrido triunfal. Nos esperan muchos momentos  de desaliento, nos esperan muchas horas de desánimo. A mi me gustaría que en esos momentos todos pensásemos que venimos del pueblo y que somos pueblo, y el pueblo sabe donde esta el norte”. Graciano posee la agilidad intelectual  del periodista dispuesto en todo trance a franquear terrenos plagados de incomprensiones, altanerías, feos comportamientos  de los mas obligados a callar y cínicas mentiras que mueven a risa.

El 24 de septiembre de 1980, con el apoyo de la Casa Real y con la presencia de SS.MM. los Reyes de España y S.A.R. el Príncipe de Asturias, puso en marcha su sueño o idea y creo con un grupo de asturianos – y especialmente con la ayuda del Sabino Fernández Campo, entonces Secretario General de la Casa de S.M. el Rey- la Fundación Príncipe de Asturias, destinados a galardonar la labor científica, técnica, cultural, social y  humana realizada por personas, equipos de trabajo o instituciones en el ámbito internacional, y prioritariamente en el de las naciones pertenecientes a la comunidad iberoamericana. Desde 1998 se amplio el ámbito a nivel internacional. La Fundación  “Nació para hacer el bien y rendir tributo a aquellos que hacen algo importante, para que no tengan la sensación de sentirse solos”.

Cien años antes de que Alfred Nobel crease los premios que llevan su nombre. Jovellanos pedía a los asturianos que nunca nos olvidáramos de honrar y premiar a los artistas. Doscientos años más tarde, y sólo a veintiún años después de su creación, la Fundación Príncipe de Asturias puede sentirse orgullosa de haberse hecho eco de tan sabio consejo y haber creado unos galardones de los que el Príncipe de Asturias ha dicho que son  “como la realización de un hermoso sueño. Nadie podía sospechar que en tan corto espacio de tiempo tuviera tanta repercusión internacional y llegasen a constituir un valioso  tesoro cultural de España, además de un referente ético de beneficiosa influencia en la sociedad”.

Graciano, ese niño grande, que es el patrón de esta nave poderosa. Tal vez por eso ha aprendido a calcular el riesgo y no le importa declararse conservador, “conservador de los que importa”, allá cada cual. Mientras tanto – no hay forma de atar cabos, “ni necesidad”-, apela al pluralismo y a la confrontación de pareceres, según el libro “No Juzguéis” del heterodoxo André Gide.   

Todas las grandes conquistas del hombre están basadas en el valor, la fe y la esperanza. Estos principios son pilares en la vida de nuestra Fundación, a la que nunca de faltó el apoyo decidido de la sociedad, que deja reflejada en la valiosísima colaboración de setecientas personalidades que han formado parte de los Jurados de nuestros Premios, y la generosidad y comprensión de los medios de comunicación social del mundo, y especialmente los de España.

Es obligado destacar que Graciano, (Chano, para los amigos, porque en la Fundación todos somos amigos),  no dejo en el tiempo pasado ni dejará en el presente y el futuro ni un minuto de trabajar por esa causa, para el bien de Asturias y de España. En los primeros pasos de esta noble Institución, cabalgó en solitario. El ideo el amanecer en el horizonte de esta  nueva empresa para vincular a S.A.R. el Príncipe de Asturias  con su Principado, y la cultura. “No tendremos dificultades para sacar esta idea adelante, “las adversidades no me hacen desvanecer”. Graciano goza de una capacidad muy singular para conciliar, sugerir, promover e ilusionar en tareas que tengan como denominador común el progreso igualitario de todos los asturianos y en la asunción a la excelsitud de toda Asturias. Ha  sido capaz  de promover, conducir y realizar una de las empresas culturales más nobles en la que Asturias haya participado y que el conjunto astur  le subraya su razón de ser.

En alguna medida, el ejemplo de la Fundación puede ser válido para demostrar, como han hecho otros, que desde Asturias se puede hacer realidad, con escasos recursos económicos, una iniciativa de ámbito internacional, creando puestos de trabajo e ilusión y proporcionando dimensiones de grandeza a nuestra tierra.

Pero nada hubiera sido posible en el camino de la Fundación sin el aliento de la Corona, y de modo muy especial del Príncipe de Asturias, quien en una ocasión memorable dijo de ella que la consideraba profundamente unida a su destino.   

La Fundación Príncipe de Asturias es una institución que,  con el discurrir de los años se ha consolidado, y hoy es brújula de ese barco de la Cultura Universal en el que todos los asturianos, sin excepción, nos sentimos  embarcados al tiempo que nos sentimos comprometidos con su perenne tarea.

Tengo que contar que por  que por aquella época, gente un tanto incrédula, no creía en este gran proyecto, que Graciano exponía con tanta vehemencia, pero después de la Primera gran entrega de los Premios, en el Teatro Campoamor, que se realizó por única vez en la Historia de nuestra Fundación, un sábado 3 de octubre en la mañana.

Me recuerdo, que esa noche no dormimos, por el nerviosismo que todos teníamos. Por la tarde hicimos entre todos una especie de repaso general de cómo se desarrollarían los actos. Mientras Graciano en el Hotel de la Reconquista recibía a los premiados e invitados que ya poco a poco invadían la capital del Principado.

Como anécdota puedo contar que a las cuatro de la mañana, en casa, sonó el teléfono, era Graciano, quien me pedía que me levantara y lo espera en la puerta de la Fundación, - llovía, fuerte - al llegar me dijo que se había olvidado las llaves dentro y también el discurso. Yo volvi a casa, pero ya no pude dormir.

Al llegar al Teatro ese sábado en la mañana lluviosa de octubre, con las Esculturas de Joan Miro,  y los diplomas dibujados por José Antonio Rado, me ayudaron a bajarlos y los deje en ese “pobre” escenario, al rato, minutos antes de que entraran los Reyes y S.A.R. volví corriendo a la mesa adjunta, para cerciorarme que los pergaminos que se iban a entregar a los galardonados estaban en su sitio, y bien colocados, donde el Jefe de Protocolo Felio Vilarrubvias, tendría que proceder a la entrega de los mismos al ayudante del Rey, para que éste a su vez se lo entregara al galardonado.

Según Carlos Luis Álvarez, “Candido”, la médula de la fiesta era el reencuentro en acto de la Corona y el pueblo astur, que es el hecho original de la historia de España…”

La víspera hubo temporal en el Cantábrico. Por la mañana el cielo de Oviedo estaba plomizo reluciente, llovió suave, a su amor, durante las primeras horas, pero luego el día quiso abrir, en las calles de Oviedo, mas cercanas al teatro Campoamor, donde iba a celebrarse por Primera vez el gran acto de la Fundación, numerosos grupos folclóricos de Asturias, al mando de Víctor Tresguerres, danzaban dando señal de la fiesta. Toda muchedumbre en Asturias, es muchedumbre selecta- En Oviedo lo que se ve es la muchedumbre, no es la masa, sino la ciudadanía.

Esa mañana plomiza y lluviosa, en el gran vestíbulo del Teatro Don Juan Carlos y Doña Sofía, y Don Felipe, Príncipe de Asturias, son recibidos por el presidente de la Fundación, don Pedro Masaveu, por el Patronato de la Fundación y por el Patronato Príncipe de Asturias. Las singularidades protocolarias de la visita Real se hacen tan flexibles dentro de la naturalidad que derivan hacia una forma de cordial elegancia. Hay un signo de inteligencia en todo esto, un modo de aristocracia espiritual, un grado exquisito y espontáneo de civilidad que por si mismo cancela la gran figuración y reduce dichosamente a la verdad de la calurosa relación el reencuentro, en los orígenes monárquicos de España, del Oviedo ramirense y de los Reyes y el Príncipe.

Amando de Miguel, en ese entonces joven profesor de Sociología, definió la fiesta diciendo que “el Rey creaba en Oviedo una corte de intelectuales, esa era en efecto la novedad radical”. Juan Cueto, con su fino oido para penetrar en las resonancias, dio la clave de cuanto estaba ocurriendo: todo aquello era “civil”. Había un aire civil en Oviedo una apostura civil en el pueblo, un orgullo civil en los intelectuales que rodeaban al Rey, y una elegancia civil en el escenario y en el patio de butacas del Teatro Campoamor.

El efecto más abundante y cualitativo que había sobre el escenario del teatro era la bandera española. Más que un efecto era una causa, y más que un ordenamiento del protocolo era una disposición espontánea de la situación.

En el acto propiamente académico, hablaron Graciano García, director de la Fundación; en representación de Don Pedro Masaveu  José Ferrater Mora; José Ortega Spottorno, que leyó un texto de María Zambrano, ausente por enfermedad y distinguida con el Premio de “Comunicación y Humanidades”; Margarita López Portillo, en nombre del Presidente de México y José Hierro, en nombre de todos los Galardonados. Tengo que contar a manera de cuento que el discurso de José Hierro fue un tanto comprometido.

Otra de las anécdotas de aquellos días, fue que Margarita López Portillo, pidió en su habitación del Hotel de la Reconquista un piano de cola, claro esta que la Fundación ordenó que le pusieran lo que ella había pedido.

Fue emocionante cuando el S.A.R. el Príncipe de Asturias, habló por primera vez en publico; “He querido que mis primeras palabras…”

Los galardonados habían  recibido sus premios. Después de las intervenciones dichas, Jesús López Cobos, Premio Príncipe de Asturias de las Artes, dirigió al Coro Universitario y a la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo en un breve concierto, que dio la medida  del gusto ovetense por la música, y finalmente, en medio de una emoción cuyos límites los marcaba la propia conciencia del hecho, el público, los Reyes y el Príncipe, todos de pie entonamos el “Asturias Patria Querida” que desde ese momento sería el Himno de Asturias, ya no era una cancioncilla cualquiera.

Un canto nacido de la emigración. Del lamento de los mineros polacos y de los emigrantes asturianos en Cuba. El himno de Asturias se fundó en las cuencas mineras y allí cogió corazón. La historia del «Asturias, Patria Querida» está marcada por el empeño de aquellos que la hicieron suya. Una vez asumido el nuevo patrón melódico que, según el estudio del folclorista Fernando de la Puente, procede de Polonia, el himno vivió un proceso de intensa popularización a lo largo de los años treinta.

La letra del himno sufrió distintos cambios y fue paulatinamente adaptándose a las circunstancias sociales que vivió Asturias en ese período histórico. Según relata el avilesino Fernando de la Puente en la ponencia que presentó en el III Congreso Mundial de Asturianía, que se celebró en Gijón, «hay que tener en cuenta que no se trata de un tema folclórico surgido en el seno de un ambiente rural, sino que se populariza en un medio urbano industrial, como son las cuencas mineras asturianas, donde resultaba ciertamente propicio aprovecharse de su popularidad e ir adecuando el contenido del mensaje a las circunstancias del momento».

«Asturias, Patria Querida» es actualmente el himno del Principado de Asturias. Fue declarado oficial por una ley aprobada en 1984. Desde entonces, se entona en los principales actos oficiales que se celebran en la región. “Asturias, Patria Querida». El canto, «hijo de la emigración», como lo ha descrito el folclorista Fernando de la Puente, se consolidó en toda la región.


Para De la Puente, el himno es una canción del pueblo, muy conocida en Europa y en Cuba, «nacida para soñar con Asturias; una canción que se vistió de miliciana cuando tuvo que hacerlo, que vivió en la clandestinidad cuando este país sufrió la dictadura y que sonó triunfante cuando volvimos a la libertad», explica el folclorista avilesino.

El himno asturiano nació, pues, en 1926, en La Habana, y se hizo célebre en las rondas que hacía Piñeiro por los locales de moda del momento. El músico formaba parte de un grupo, «El Septeto Nacional», y desde ahí entonaba la pieza impulsado por la nostalgia hacia la tierra de su padre y por una razón más práctica: la económica.

En su primer viaje a la región, junto al «Septeto Nacional», en 1929, Piñeiro quiso conocer la tierra de la que tanto le había hablado su padre y concretamente el grupo realizó una actuación en Grado, donde se enteró del fallecimiento, años atrás, de su progenitor, que había regresado a Asturias harto de vivir en una tierra que no era la suya."
Pero no andaba desencaminado el John Paul. Porque el Asturias patria querida es, en su origen, una canción polaca. O al menos, lo es su melodía, que era popular en ese país a mediados del siglo XIX, y que llegó a Asturias a principios del siglo XX de la mano de los emigrantes de Silesia que se reclutaron para trabajar en las minas de la Cuenca asturiana (qué tiempos aquellos en los que Asturias demandaba mano de obra!). O sea, que desde el primer momento fue una canción entonada con añoranza del terruño, como lo continuó siendo después cuando fueron los asturianos los que se desperdigaron por el mundo.
También hay quien dice que fueron los brigadistas polacos que acudieron a defender la República quienes trajeron consigo este himno, pero esta versión politizada de la historia suena mucho menos verosímil; primero precisamente por eso, por politizada, y segundo porque no cuadran las fechas.
En cuanto a la letra del himno, la autoría ya es más difusa porque ésta ha ido cambiando a lo largo del tiempo, pero parece que existe consenso en atribuirle también unos orígenes exógenos – y exóticos:
Al parecer un cubano de nombre Ignacio Piñeiro, cuyo progenitor era un emigrante moscón (gentilicio un tanto cojonero de aquéllos que son oriundos de la villa de Grado), empezó allá por 1926 a cantar un son cubano llamado “Asturias Patria Querida”, y que contenía varias estrofas que ahora forman parte del himno. Y cuando el mulato Ignacio Piñeiro conoció finalmente la tierra de su padre -en 1929-, dejó como legado de su visita la letra que acabaría por ser adaptada a la melodía polaca. Aunque no tras pocos vericuetos, ya que como todas las canciones populares, su contenido y sus connotaciones fueron cambiando para adaptarse al contexto social. Así, cuando la revolución de octubre de 1934, el himno asturiano comenzaba con las siguientes palabras: “Asturias tierra bravía, Asturias de luchadores, no hay otra como Asturias para las revoluciones”.
Al terminar el acto del Teatro Campoamor, todos los invitados se dirigieron al Hotel de la Reconquista, donde se ofreció una recepción.
Por ese entonces, se estilaba el besamamos, que duraba bastante tiempo. En la actualidad, este acto de saludo en el hotel se ha suprimido, por el paseo que hacen los Príncipes por los distintos salones que se utilizan para la recepción en las distintas dependencias del hospedaje.

Mientras que los invitados se dirigían al Hotel, yo recogí las esculturas en el coche de apoyo que me habían asignado para el traslado de y nos dirigimos hacia el hotel. A la altura de la calle Gil de Jaz, la policía municipal no nos dejó pasar, es entonces cuando, les enseñe lo que trasportábamos, más no nos dejaron pasar, entonces yo ni corto ni perezoso, llame a ocho policías nacionales, les si una  escultura a cada uno y al frente de ellos desfilamos por toda la calle hasta el Hotel de la Reconquista, ya se pueden imaginar cuando yo llegue al mando de esos nacionales y me dirigí al segundo piso del Hotel donde se encontraba la secretaría de la Fundación.
Al llegar Don Pedro al Hotel, se dirigió a su habitación que le habían asignado. Allí permaneció un largo rato y después bajó al vestíbulo del hotel en compañía de Graciano. Era la primera vez que a Don Pedro se le veía en persona, - dentro de su gran timidez- saludaba cariñosamente a las personas que conocía.

 ¡Ah! que entonces esa gente que tildaba de soñador a Graciano, empezaron a creer en el, y todos los ovetenses se apuntaban a subirse al camión, ese día fue un día histórico para los cuatro que comenzamos con esta ya larga andadura, todos eran aplausos y parabienes para Don Pedro Masaveu y para el padre de la criatura Graciano.

Pedro Masaveu Peterson
Merece un punto especial  la figura de nuestro primer presidente Don Pedro Masaveu Petterson (Oviedo, 1939 - Madrid, 15 de enero de 1993) fue un empresario y mecenas ovetense. Hijo de Pedro Masaveu y Masaveu y de Juj Peterson Sjonell estudia derecho en la universidad de Oviedo.
En 1968 es nombrado, tras la muerte de su padre, consejero de Banesto y vicepresidente de la Corporación Industrial de Banco. Consejero de Hidroeléctrica del Cantábrico y de innumerables sociedades.
Junto con su hermana María Cristina Masaveu Peterson ostentaban la mayoría del capital del Grupo Masaveu, conglomerado de empresas cementeras y financieras.
Cuentan que cuando la creación de la Fundación ya se iba consolidando, Don Pedro fue llamado por el Rey al Palacio de la Zarzuela, para exponerle la idea de Graciano y proponerle que fuera el Primer Presidente de la Fundación. Don Pedro era un hombre muy discreto, que era norma de toda la familia, acepto y al llegar a Oviedo de inmediato se entrevisto con Graciano, y es cuando se empieza a buscar un local para la instalación de las oficinas.
En septiembre de 1980 es nombrado presidente de la Fundación Príncipe de Asturias de la cuál fue coofundador. En 1987 renuncia al cargo por sus problemas de salud manteniendo el puesto de vicepresidente en la misma.
El 15 de enero de 1993 fallece víctima de un paro cardíaco tras la complicación de una gripe si bien se le había diagnosticado a finales de los 70 artropatía deformante, una enfermedad degenerativa. Tras su fallecimiento su fortuna es heredada por su hermana María Cristina Masaveu Peterson.
En su faceta como mecenas destaca su colección de arte. Tras su muerte, parte de ella pasó a manos del Principado de Asturias como pago de los derechos de herencia. La colección estaba integrada por cuadros de pintores de los siglos XIV al XX destacando Berruguete, Ribera, Zurbarán, El Greco, Rubens y Goya.
La Fundación, en todos estos años de vida ha realizado y promovido manifestaciones culturales de diversa índole, que abarcan desde congresos científicos de repercusión internacional, hasta la creación de un Área Musical integrada por los Coros que suman alrededor de trescientas voces y desde donde  se impulsó y patrocinó el establecimiento en Asturias de la Orquesta de cámara rusa “Los Virtuosos de Moscú”.

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