Carlos Germán Belli es el poeta más traducido y celebrado de las promociones 45-50. Su producción se vincula en sus comienzos tanto con la tradición que inaugura Rubén Darío en América como con la revuelta que propició el surrealismo. Esa última actitud, practicada con rigor, lo llevó de la escritura automática al humor negro y de allí al punto extremo del sonido gutural que entraña la posibilidad real de la demolición de la palabra. Esta evolución se da en el lapso aproximado de diez años, puesto que la primera colección de Poemas es de 1958 puede considerarse culminada en el momento de la edición uruguaya de El pie sobre el cuello, 1967. Posteriormente, Belli, que no los había abandonado nunca, vuelve a un refocilamiento en los clásicos, se interna en la patria del idioma buscando la sabiduría que dan los siglos de tradición literaria y el impulso necesario para salir otra vez hacia la tierra de nadie, es decir la consecución de un estilo personal incanjeable.
Lo admirable en la obra de Belli es que, con elementos diferentes a los de cualquier otro poeta latinoamericano contemporáneo, con un léxico y en especial con una adjetivación que parecen a primera vista pobres, pero con un conocimiento verdaderamente excepcional de la tradición, internaliza su voz en los meandros mismos del idioma. Su poesía parecería muy antigua, vetusta incluso, si no fuera también tan extraña. Y no es solamente una cuestión que atañe al léxico, aunque lo involucra. Este léxico y esta sintaxis, verdaderamente nunca vistos, tienen reminiscencias de los clásicos pero recuerdan también al lenguaje familiar y al habla de la calle, aunque sin reproducir ninguna habla en particular, casi podría decirse que siquiera la del propio poeta. Como en pocas escrituras de poetas latinoamericanos, en Belli hay una persona poética que habla muy diferente de la persona que escribe.
Este es el contraste que provoca la chispa poética en muchos textos, la emoción que sacude al lector. Forma tomada de los clásicos (endecasílabo, heptasílabo, recursos métricos tradicionales) y un personaje literario verdaderamente desesperado capaz de saltar toda norma. Con esta señal, con esta cábala podemos avanzar en la comprensión de una porción interesante de poesía belliana. La otra parcela de la poesía de Belli, que ha ido ganando un espacio en el total de su producción de estos últimos años, es una poesía reconciliada con la vida y en búsqueda permanente de la trascendencia metafísica.
Lo admirable en la obra de Belli es que, con elementos diferentes a los de cualquier otro poeta latinoamericano contemporáneo, con un léxico y en especial con una adjetivación que parecen a primera vista pobres, pero con un conocimiento verdaderamente excepcional de la tradición, internaliza su voz en los meandros mismos del idioma. Su poesía parecería muy antigua, vetusta incluso, si no fuera también tan extraña. Y no es solamente una cuestión que atañe al léxico, aunque lo involucra. Este léxico y esta sintaxis, verdaderamente nunca vistos, tienen reminiscencias de los clásicos pero recuerdan también al lenguaje familiar y al habla de la calle, aunque sin reproducir ninguna habla en particular, casi podría decirse que siquiera la del propio poeta. Como en pocas escrituras de poetas latinoamericanos, en Belli hay una persona poética que habla muy diferente de la persona que escribe.
Este es el contraste que provoca la chispa poética en muchos textos, la emoción que sacude al lector. Forma tomada de los clásicos (endecasílabo, heptasílabo, recursos métricos tradicionales) y un personaje literario verdaderamente desesperado capaz de saltar toda norma. Con esta señal, con esta cábala podemos avanzar en la comprensión de una porción interesante de poesía belliana. La otra parcela de la poesía de Belli, que ha ido ganando un espacio en el total de su producción de estos últimos años, es una poesía reconciliada con la vida y en búsqueda permanente de la trascendencia metafísica.
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