miércoles, 1 de junio de 2011

La Tradición del Himno Nacional del Perú

Luego de proclamada la independencia nacional, el general protector don José de San Martín, expidió decreto convocando a un concurso o certamen musical público del que resultaría premiada la composición que se declarase digna de ser adoptada por himno nacional de la República. Convocatoria que fue publicada el 7 de agosto de 1821 en la Gaceta del Gobierno. El plazo de la presentación de composición se cerraría antes del 18 de septiembre, día en el cual una comisión designaría cuál de ellas sería adoptada como la Marcha Nacional. El autor de la composición elegida, sería retribuido por el público y el gobierno con la gratitud.

Fueron seis los autores que entraron en el concurso. El día prefijado fueron examinadas todas las composiciones y ejecutadas en el orden siguiente:
  • La del músico mayor del batallón "Numancia"
  • La del maestro Huapaya
  • La del maestro Tena
  • La del maestro Filomeno
  • La del padre Aguilar, maestro de capilla de los Agustinianos
  • La del maestro Alcedo y
  • Otra más del maestro Alcedo, a la sazón hermano terciario del Convento de Santo Domingo.
Dicho certamen se realizó con toda probabilidad en el salón de don José de Riglos, donde se realizaron las pruebas por medio auditivo, utilizándose para tal fin en el clave (no clavicordio) de este amigo íntimo y colaborador de San Martín. Éste último, al no encontrar, entre las siete obras escuchadas, una Marcha de su gusto, resolvió adoptar, provisoriamente y de facto, la presentada en último término por Alcedo, cuya belleza melódica e impulso dinámico probablemente ya conocidos por San Martín en alguna audición extraoficial recibieron sin duda un calor expositivo convincente a través de la segunda audición, animada por el proverbial fervor patriótico del autor.
  Apenas terminada la ejecución  de la última composición, el General Don José de San Martín, poniéndose de pie, exclamo:
-¡He aquí el Himno Nacional del Perú!

Al día siguiente un decreto confirmaba esta opinión, expresada por el General protector del país, confirmaba esta opinión, expresada por el gobernante en un arranque de entusiasmo
Adoptada la Marcha, procedió Alcedo a su orquestación y ensayo por la orquesta del Teatro, la cual pudo así estrenarla oficialmente en la noche del 24 de septiembre de 1821 en el que se festejó la Capitulación de las fortalezas del Callao, ajustada por el general La Mar el 21. El acto se celebró en el Teatro de Lima, en una función a la que asistieron San Martín y los próceres de la independencia nacional que en esa fecha se encontraban en la capital. La bella y simpática cantatriz de moda Rosa Merino fue la primera en entonar las estrofas en medio de interminables aplausos. El auditorio, al escuchar la música y letra del Himno Nacional, respondió poniéndose de pie sugestionados por Alcedo, que dirigía la orquesta.
Las estrofas originales fueron compuestas por el poeta iqueño, estudiante de la Facultad de Artes, de la Universidad de San Marcos don José de la Torre Ugarte. Las estrofas del himno son un claro testimonio del fervor patriótico  del poeta y de los ideales emancipatorios de los peruanos que por esos días dominaba, son pobres como pensamiento y desdichadas en cuanto a la corrección de forma. Dice Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas, sobre el tema: “Hay en ellas mucho de fanfarronería portuguesa y poco de la verdadera altivez republicana. Pero con todos sus defectos, no debemos consentir jamás que la letra de la canción nacional se altere o cambie. Debemos acatarla como sagrada reliquia que nos legaron nuestros padres los que con su sangre fecundaron la libertad y la República…”.  Esto demuestra un gran compromiso de los peruanos por la independencia.
Dice Ricardo Palma “la ovación de que, en esa noche fue objeto el humilde maestro Alcedo es indescriptible para nuestra pluma…”.
Nuestro himno se canta con la mano derecha sobre el pecho a la altura del corazón. En ceremonias, al culminar de entonarlo, el celebrante pronuncia ¡Viva el Perú! y la concurrencia responde '¡Viva!.
Después de este episodio, todos los cuerpos del ejercito solicitaron del General San Martín que les destinase al autor del himno como músico mayor, y en la clase de subteniente; pero José Bernardo Alcedo optó por el batallón número cuatro de Chile, en el que concurrió a las batallas de Tarata y Moquegua y a otras acciones de guerra.
Cuando en el año de 1823, que el batallón regresase a Chile Bernardo Alcedo pasó con él a Santiago separándose a poco del servicio.
El canto llano era ignorado entre los monjes de Chile, franciscanos, dominicanos y agustinos comprometieron a él músico para que les diese lecciones, a la vez que el gobierno lo contrataba  como director de las bandas militares.
Alcedo pasó en la capital chilena, nuestro compatriota, siendo en los veinte últimos años  maestro de capilla en la catedral hasta 1864, en que el gobierno peruano lo mando llamar para encomendarle la dirección y organización en Lima de un conservatorio de Música, que no llego a establecerse por la inestabilidad de nuestros hombres públicos.
Sin embargo Alcedo, como director general de las Bandas Militares, disfruto hasta su muerte acaecida en 1879, el sueldo de doscientos soles al mes.
En el  repertorio del maestro Alcedo podemos citar muchos pasodobles, boleros, valses y canciones, sobresaliendo entre todo lo que compuso, su música sagrada.
Alcedo fue escritor  y testimonio de ello da su importante libro impreso en Lima en 1869 titulado “Filosofía de la música”.

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