lunes, 13 de junio de 2011


REQUIEN POR MI MAQUINA DE ESCRIBIR

Hace unos días tenía que ordenar unas cosas en casa, y después de revolver varias cosas, me encontré con mis dos ya viejas maquinas de escribir, que ya son unas reliquias, que yo guardare por siempre, pues ellas me ayudaron a escribir muchas cosas que me han servido de mucho, para escribir más viejos artículos, o enviar cartas a mis padres, amigos y otras personas, para informarles de tal o cual cosa. ¡ Cuantas letras y paginas duermen en sus rodillos¡

Creo que mis nietos dentro de poco,  cuando les enseñe estas máquinas de escribir, van a pensar que en el siglo pasado estábamos todos un poco locos con esos artilugios, porque veo que ellos ahora en el colegio, desde muy pequeños les enseñan a usar el ordenador. Para más INRI mi nietro mayor hace sus deberes del colegio en el ordenador del padre.

Veo que ya somos antiguos, pero las maquinas de escribir fueron unas herramientas indispensables en las oficinas y en muchas casas. También muchos escritores usaban la maquina de escribir. Cuando se comenzó a comercializar las maquinas de escribir, se asumió que esta no sería para  escribir textos creativos, sino para labores de amanuense y sería usada por mecanógrafos. Los primeros modelos llevaban dibujos de flores de forma que fuesen más atractivas para las mujeres

En estas épocas en que vivimos es ya muy raro oír el teclado de una máquina de escribir. Antiguamente cuando llegabas a alguna oficina lo primero que se sentía era el clásico golpeteo de las teclas sobre el rodillo, que al final de la línea dejaba sonar un timbre, que significaba el cambio de reglón. Eran duros artefactos sonoros en los que se tecleaban con furia, pasión rencor, ilusión, ansia de revancha, de aventura, fama, gloria o dinero. Ahora al llegar a una oficina en busca de algo no sientes ese ruido, que ha sido cambiado por unos teclados inalámbricos que terminan en una pantalla, muda. Que no nos dice nada.

Aún recuerdo cuando en mi casa allá en Lima, mi papá me ponía encima de sus piernas y yo aporraba con todas mis fuerzas la maquina de escribir, que era bastante antigua, en la cual aprendimos a escribir mis hermanos y yo. Me recuerdo que yo le ponía hasta cartones para escribir. Pero papá no decía nada y nos enseñaba como debíamos escribir, formando palabras, frases o historias, sin ninguna falta de ortografía.  En la tienda había una maquina mucho más antigua, creo que era de marca “Underwood”, que mi papá tenia junto a su escritorio y la utilizaba para hacer las facturas de sus clientes. Esta maquina hoy esta guardada en la casa, como una reliquia histórica.

Cuando yo terminé el colegio, mi papá me regalo una maquina portátil Olivetti, en la que yo pasaba mis apuntes de clase en la Universidad, me recuerdo que algunas veces tenía que sacar copia para algún compañero,  es entonces cuando se tenía que utilizar el papel de calco, y si tenía que corregir el escrito era toda una odisea, porque había que borrar con una goma, porque todavía no había salido al mercado esos artilugios de cintas de borrar, ni los líquidos de tinta borradora.

Aún recuerdo como si fuera ayer, cuando una compañera de facultad me dijo: vienes a mi casa para hacer el trabajo de Arte y lo pasas a limpio en la maquina de escribir de mi papá. Así fue yo estuve todo el día domingo pasando ese trabajo y cuidando los errores ortográficos, para no tener que repetir nuevamente todas las hojas del tema.

En una maquina de escribir, hice yo mi tesis en la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Lima, me recuerdo que mi primo venía muchas veces a casa a ayudarme a pasar mis largos textos en las páginas en blanco, para llegar ha completar mi tesis doctoral. Después había con paciencia volver a releer todo y corregir los errores  a mano cada hoja.

En mi tierra, el Perú, muy cerca del Palacio de Justicia, o cerca de las dependencias del Estado donde se suelen tramitar documentos de importancia, encontramos a un personaje, que hace de ”mecanógrafo”, que por lo general esta sentado en un banquito un una antigua maquina de escribir, y hace lo que tu le solicitan los clientes al paso, desde las solicitudes, que se van a presentar en tal o cual organismo, ó el escribir una  carta a tus padres o una carta a tu enamorada, por el modico precio de unos cuantos soles realizan este trabajo.

Ahora estos “mecanografos”, se han modernizado un poco y ya en algunos casos utilizan  los ordenadores portátiles, lo que ya no es lo mismo que aquellos, que están golpeando las teclas de las viejas máquinas de escribir.

Cuando yo llegue a Oviedo, lo primero que hice fue comprar una maquina de escribir, en la cual pasaba mis apuntes de clase la Facultad de Derecho, creo que yo era el único de los extranjeros que utilizaba la maquina de escribir, por lo que mis compañeros muchas veces iban a mi hotel, donde vivía, para que les prestara mi maquina para escribir a su casa ¡¡“oye chico, préstame tu maquinilla de escribir”¡¡, me decía mi amigo venezolano, yo con gusto se la prestaba, porque esa maquina por aquel entonces ya formaba parte de la Comunidad hispanoamericana de Oviedo.

Hace ya muchos años en el periódico “La Nueva España”, trabajaba de redactor Julio Ruimal, que escribía sus artículos con un solo dedo y a gran velocidad. Yo lo pude ver escribiendo sus crónicas para Radio Asturias, en  minutos, sosteniendo en la otra mano un cigarrillo encendido que casi siempre se agotaba antes de que terminara de escribir la cuartilla. Recuerdo también a Severino Fernández de Radio Asturias, aporreando su maquina de escribir para hacer sus crónicas de fútbol. En la redacción del periódico, todo era el tacatatacata del tecleado y el sonido de las campanitas de las viejas máquinas de escribir que anunciaban el final de la línea. Eran otros tiempos que tenemos que recordar con mucha melancolía, rostros y situaciones unidas golpeteo de las maquinas de escribir que en muchos casos sacaron de la pobreza a más de uno.

Cuando llegue a trabajar a la Fundación Príncipe de Asturias, había dos maquinas de escribir, una que usaba el entonces subdirector Nacho Martínez y la otra me fue entregada a mi, en la que en los comienzos hacíamos todas las cartas de convocatoria con esas ya obsoletas maquinas, que hoy están guardadas en los archivos como unas reliquias del comienzo de nuestra aventura en la Fundación.

Al paso de todos estos años, todo acaba y  cambia como es natural, el sonido suave y monótono de las teclas del ordenador, simboliza ahora lo que es el nuevo mundo de los profesionales, es mucho más cómodo, se escribe, se corrige, se imprime, con más limpieza, con mucho menos tiempo y eficacia. Pero ningún teclado por mucho más moderno que sea transmitirá la sensación mucho más perfecta del ruido de la vieja máquina de escribir.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario