martes, 28 de junio de 2011

PAULINO ALVAREZ-ROBLES SUAREZ DE LA ORDEN DE SANTO DOMINGO

En 1850 en la Villa de Mieres, se viven los comienzos de la industralización y de los recursos mineros del concejo.   “Las vías de comunicación, tan necesarias para la salida de materias de tanto volumen  - carbón y hierro-, se desarrollan y construyen muy lentamente; y al compás del avance de estás, marchan todas las industrias de una localidad”. Efectivamente, aunque ya desde fines del siglo XVIII se había denunciado la existencia de numerosas vetas de hulla, no será hasta el último cuarto del siglo XIX, cuando la minería del carbón y la industria siderúrgica se asienten y desarrollen definitivamente en el valle del Caudal

El 14 de septiembre de ese mismo año, nace en la villa Paulino Alvarez-Robles Suárez, quien sería años más tarde una de las figuras contemporáneas más ilustres y prestigiosas de la orden de Santo Domingo. Escritor autorizado y fecundo en materias de devoción religiosa y sobre temas de historia relacionados con su congregación. Orador de persuasión y elocuencia cuya fama traspasó las fronteras nacionales durante las dos últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX, época de su mayor actividad como orador sagrado.

Hizo sus primeros estudios en el Seminario Conciliar de Oviedo, dispuesto a seguir la carrera eclesiástica. Decidió luego ingresar en una Orden religiosa, eligió la de Santo Domingo, y tomo el hábito de ella en el convento de San Juan Bautista, de Corias, donde profesó el 9 de octubre de 1868 y cursó hasta la conclusión los estudios eclesiásticos.

Ya ordenado de sacerdote , el primer servicio notable que le confiaron sus superiores fue el de la fundación de San José en 1876 en Padrón (La Coruña). Permaneciendo unos tres años ocupado en las tareas de organización hasta que en 1879 se le destino como profesor al Seminario de Belchite, en Zaragoza, donde sólo desempeño este cargo por espacio de un año.

Al  padre Paulino Alvarez  se le apreciaba ya sus relevantes cualidades de orador sagrado, en el año 1880 se le destino a la predicación y fundación de nuevos conventos de la Orden de Montes Claros (Santander), Salamanca, Palencia, Barcelona, Cádiz. En todas estas ciudades y otras poblaciones de las respectivas provincias y de Valencia, Zamora y Asturias fue su principal actividad la predicación misionera o con motivo de solemnidades religiosas, hasta conquistar una de las más sólidas famas de orador sagrado. A la vez dedicaba parte del tiempo a ejercicios de escritor con obras de propaganda religiosa o de vulgarización histórica. En Palencia, de cuyo convento fue Prior, alcanzó  de la Diputación provincial un premio con una monografía titulada “Un palentino ilustre”. En 1886 funda también la revista dominicana “El Santisimo Rosario”, que estuvo encomendada a su dirección hasta que fue trasladada a Vergara, donde continúa publicándose (1934). Por entonces colabora con mucha asiduidad en otras publicaciones religiosas, como “El Rosario”,  de Barcelona, y “Propaganda Católica” y “Voz Dominicana” de Madrid.

Con el paso de los años el orador oscurecía con su prestigio y fama creciente al publicista. Ya en el año 1893, el agustino, Fray Fabián Rodríguez García escribía sobre este respecto: “La bien sentada fama de que goza hoy el Padre Paulino hace concebir halagüeñas esperanzas para el porvenir, puesto que el sabio dominico es joven aún y está llamado, por su talento, a ser una de las más legítimas glorias de su Orden en España”.

Entre los  éxitos  oratorios que más engandecieron la personalidad del Padre Paulino Alvarez merecen cita especial algunos. Cuenta entre ellos el alcanzado en Barcelona (1890) durante la Cuaresma en la Iglesia de Santa María del Pino o de Belén, con una serie de conferencias en torno a los principios fundamentales de la Religión. . En 1892, con motivo del tercer centenario de la reconquista de la ciudad de Granada, el Ayuntamiento, le solicita que pronuncie la oración fúnebre dedicada a la reina Isabel la Católica. Días después es requerido por el Ayuntamiento de Salamanca para que pronunciara la oración fúnebre dedicada a Colón  en el tercer Centenario  del Descubrimiento de América.

En el año 1894 los académicos de jurisprudencia que formaban la Congregación de la Inmaculada, le daban ocasión para otro éxito resonante con una serie de conferencias en torno a los fundamentos de la ley, pronunciada en la Iglesia de San José, de Madrid. Tales triunfos de predicador y conferenciante movieron a la Santa Sede a concederle el titulo honorario de Misionero Apostólico.

Este desenvolvimiento triunfal del sobresaliente predicador, rodeado constantemente de motivos de satisfacción, presenta también su fase dolorosa, que constituye el capítulo de amarguras del Padre Paulino. Tuvo su origen en otro de los más elogiados éxitos del orador sagrado: las conferencias de ejercicios  espirituales pronunciadas en abril de 1891 en el colegio de Santa Isabel, dirigido por las llamadas Damas Inglesas del convento de la Asunción , y que estuvieron especialmente dedicadas a la aristocracia femenina madrileña. A estos ejercicios enviaba la reina María Cristina sus damas de honor, unas por la mañana y otras por la tarde; admirada por lo que ellas le contaban  en las palabras encendidas en fervor religioso que oían al P. Paulino, la reina entró en deseos de conocer al fraile, por lo que éste, ya finalizados dichos ejercicios, indicó que se dignara ella señalarle  días y hora en que podría ir a cumplimentarla. A esto la reina contestó: “No; yo soy la que quiere ir a verle a él”. Y el primer domingo siguiente, la reina María Cristina se presento en el Colegio donde residía el Padre Paulino, acompañada de  familiares, damás, el gobernados civil y don Alejandro Pidal y Mon. Durante el te  con que fueron obsequiados los visitantes  y la no corta permanencia de éstos en el Colegio, la reina estableció con el fraile cordialísimas relaciones, que se mantuvieron durante algunos años en un trato casi familiar por parte de ella, que llegó a considerar al P. Paulino como uno  de los más afectos y distinguidos vasallos. Le nombró por espontánea resolución  Predicador de S.M, cargo al que el P. Paulino dio efectividad predicando  en la Capilla de Palacio el sermón de la Purísima. S.M  la reina le hizo un regio requerimiento de que siempre que pasase por Madrid  no dejara de ir a visitarla, el sacerdote procuró siempre satisfacer ese deseo de la reina, tanto en Madrid como en las otras residencias reales. La reina lo invitaba a su mesa, a decir la misa destinada a su séquito, ponía coches a su disposición, tenía para él las más delicadas deferencias, no ocultando su deseo de elevarlo a ocupar la primera mitra vacante...Continuaron esta relación de reina y fraile hasta el año 1898.

De pronto vino una inesperada mutación, por el mes de noviembre  del citado año, al emprender el Padre Paulino un viaje para ir a predicar  a Cuevas de Vera en Cuevas de Almanzora (Almeria), fue detenido por la policía  en la estación de Atocha, se le registro el equipaje sin ningún miramiento. La causa de tal atropello no lo  pudo conocer de momento, pero no tardó en saberla. La camarilla de adulones que siempre rodea a los reyes y también a los que gobiernan Estados y otras investiduras, tejieron la insidia que desde un palacio de Venecia se escribiera a la reina una carta en la que se denunciaba al dominico como traidor, asegurando en ella que estaba de acuerdo con el pretendiente al Trono don Carlos de Borbón, de quien tenía orden y facultades para provocar una nueva guerra civil en el Mediodía de España. Debido a tan bien urdida felonía, las fuerzas de vigilancia y hasta la Guardia civil le espiaban y seguían sus pasos  con tal celo que, para evitar algún grave contratiempo posible, resolvió  expatriarse en enero de 1899, para lo que hubo de recurrir a una suplantación del nombre.

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