viernes, 3 de enero de 2014

EN BUSCA DE UNA PRESIDENTA

Poco a poco va a dejar de ser novedad que una mujer se convierta en jefe de un Estado. Y eso esta muy bien. Significa que de alguna manera, aun insuficiente pero sin duda positiva, en el terreno político se va normalizando la igualdad de sexos. Justamente, uno de los primeros frutos de la igualdad de oportunidades para ambos sexos es la constatacion de que, en efecto, las mujeres no son menos quen los hombes. Ni menos ineptas, ni menos corruptas, ni menos demagogicas, ni menos peligrosas si caen entre sus manos algo parecido al poder absoluto. En este aspecto, los órganos genitales que uno tiene cuando llega al mundo no hacen ninguna diferencia. Y mas nos vale que tengamos esa lección bien aprendida. Con too lo que hasta le fecha hemos podido ver de la gestión femenina presidencial, habría que ser muy necio, muy miope o muy machista para sugerir que por el solo hecho de ser mujer, una jefa de gobierno (o canciller, o primera ministra, dependiendo del país) podría carecer de autoridad -Angela Merkel- achicarse ante sus pares masculinos - Margaret Thatcher- o simplemente, no estar a la altura de las esperanzas de sus compatriotas- gracias Michele Bachelet-. Tan distintas y, en ocasiones, tan opuesta ha resultado ser el desempeño de las presidentas que inclusive se puede afirmar que el hecho de ser mujeres ni siquiera garantiza que las mandatarias muestren interés por hacer algo a favor de sus congéneres. Es decir, el resto de mujeres. Lo cual ciertamente, no deja de ser curioso, por no decir lamentable. Ojo, que no es el mismo caso de un candidato propietario de minas/bancos/universidades, que llegando a la mas alta posicion del Estado, se dedicara a repartir favores entre sus compadres. Cuando hablamos de mujeres no nos referimos a la mitad de la población mundial, es decir un multitudinario colectivo históricamente relegado y tercamente marginado que, en general, solo reclama lo que le corresponde. Pero no, necesariamente es la regla que desde su poderosa investidura una presidenta se aboque a eliminar diferencias salariales, castigar discriminaciones laborales o corregir injusticias sociales. De parcialidad, por lo menos no podrían acusarlas. Pues bien, todo hace presagiar que por aquí ya nos va a tocar presidenta. Y eso, como ya vimos unos párrafos mas arriba, no es ni bueno ni malo per se. Obviamente , todo depende de lo que cada candidata proponga como objetivos de su gestión. Por ahora, en todo caso, solo tenemos claro que el programa de una de las casi fijas para la pugna electoral que se viene: sacar a su padre de la carcel. Esa es una ceteza. Las otras candidatas, si las hay, aun merecen el beneficio de la duda

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