viernes, 10 de enero de 2014

LOS ESPACIOS POR GANAR

No se necesita mas que la condición humana y tres o cuatro minutos. Disfrutar una experiencia musical en la ciudad no demanda mas que eso. Porque la música funciona como no o hace ningún arte. Invade al espectador sin pedir permiso y, bien hecha, estremece. La etiqueta de universal no fue pensada en vano.

Lo saben ahora las limenas que el ultimo lunes por la manana compraron un tiket del tren electrónico en la estación La Cultura, en San Borja. El escenario montado allí, en medio de las escaleras mecánicas mato un poco la sorpresa  pero igual nadie se ahorro los aplausos y se coreo buena cumbia.

Aquel día, como parte de un programa cultural de la empresa Linea 1, el Grupo 5 robo unos minutos a los pasajeros. A cambio les dejo una súbita experiencia musical de ciudad.

La historia de los modernos sistemas de transporte masivo en la capital es cortisona  pero ya tiene algunos episodios sonoros memorables.

En 2010, un programa de televisión experimento grabando sesiones con músicos locales en la Estación Central del Metropolitano. Fueron semanas, quizás meses, en los que cientos de pasajeros  llegaron al trabajo o a casa con la guitarra blues de Francisco Chirinos o la voz de Daniel  F. haciendo eco en sus oídos.

No debería existir una ciudad sin música. O sin arte que ocurra derrepente y rompa la rutina. La referencia absoluta seria el metro de Nueva York y la gestión de la autoridad del transporte de esa ciudad que, desde 1980, selecciona artistas de todo tipo y programa conciertos en las estaciones.

Como resultado, la espera, el viaje en esos vagones pueden alcanzar puntos de equilibrio impresionantes: el mismo sinfonista que acaba de interpretar la versión mas delicada de "Chica de Ipanema" te advierte, en agradecimiento a la moneda , que allí vienen dejando unos borrachos buscapleitos y que es mejor no mirarlos.

La ciudad tiene sus reglas. Ahora que existen, es imposible no sentir que los paraderos del Metropolitano  o los del tren son todavía espacios por ganar. Territorios que son realidad gracias al desarrollo, pero que no dejaran de ser cemento si no permiten que el ciudadano se reconozca en ellos a través de la cultura. Sobre  todo ahora, que Lima empieza a verse y a entenderse a si misma en toda su diversidad.

Si ya la mayoría de radios en el Perú limitan con descaro el consumo cultural de los ciudadanos, el hecho de que la música salga a la calle en busca de audiencia parece natural.

En una ciudad tan dinámica como Lima, estos lugares huelgan de inquilinos que los hagan suyos y los cuiden y rigen como el jardín de la casa.

El orden mínimo y la buena gestión que se debe mantener en esas reas es  tarea exclusiva de la autoridad. Pero el impulso para convertirlas en pequenos motores culturales estará siempre en manos de artistas y artesanos - de vereda o de cámara- que quieran y necesiten expresarse.

Porque uno no siempre viaja con tanta prisa como para perderse una súbita experiencia musical camino a la oficina.

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