Mucha agua ha corrido desde que el 18 de agosto de
1952 se firmó la Declaración de Santiago entre Perú, Ecuador y Chile a través
de la cual los tres países acuerdan respaldar la tesis de las 200 millas de
soberanía marítima. Pero, quizás, no la suficiente para conocer en verdad el
carácter de dichos documentos. ¿Fue un acuerdo de límites, como sostiene Chile,
o se trató de acuerdos pesqueros, como afirma el Perú?
A juzgar por lo ocurrido entre la primera y tercera
semana de agosto de 1952, las preocupaciones no iban por la definición de
límites marítimos entre las partes, sino por una estrategia conjunta de defensa
legítima de los recursos marinos frente a las potencias extranjeras.
Ahora bien, cada país tenía lo suyo.
Por aquellos días, el presidente del Perú, Manuel
Apolinario Odría, la pasaba de lo lindo en Arequipa a donde había llegado luego
de un viaje en el buque “Mantaro” de tres días de navegación y ocho horas en
tren, acompañado de un séquito de ministros, congresistas y funcionarios
públicos.
Odría festejaba así el cuarto aniversario del
Movimiento Restaurador Arequipa, asonada militar con la que dio un golpe de
Estado al presidente José Luis Bustamante y Rivero. Esa semana en Arequipa
recibió pomposos homenajes de autoridades locales, inauguró obras públicas y
ofreció un ramillete de discursos en salones y plazas públicas. Pero no dijo
una palabra de lo que pasaba en Chile.
En Ecuador, apenas si empezaba a sentarse en el
sillón presidencial José María Velasco Ibarra. El Congreso de su país lo
declaró formalmente como presidente de la República la segunda semana de agosto
de 1952, al descartar ejercer la facultad constitucional de convocar nuevas
elecciones. Los pocos más de 159 mil votos que obtuvo Velasco Ibarra y la
distancia de 10 puntos porcentuales que le sacó a su competidor, el conservador
Ruperto Alarcón Falconí, hizo que el Congreso diera por zanjado el asunto.
En Chile, Gabriel González Videla estaba a 3 meses de
dejar el poder. Entre el 11 y 18 de agosto de 1952, se realizaba en Santiago de
Chile la Conferencia sobre Explotación y Conservación de Riquezas Marítimas del
Pacífico Sur, evento que, como su nombre lo indica, reunía a representantes de
Chile, Ecuador y Perú, con el objetivo de diseñar una estrategia conjunta en
defensa de sus riquezas pesqueras.
Los medios de la época tampoco encontraron que La
Declaración de Santiago se hubiera referido a un tratado de límites
fronterizos. No se encuentran notas periodísticas que señalen tal propósito.
El encuentro fue levantado periodísticamente por el
ángulo de la defensa conjunta de los tres países de sus recursos marítimos.
Un cable de Associated Press (AP), fechado en
Santiago de Chile el 11 de agosto de 1952 y publicado en Lima por el diario El
Comercio en esa semana, titula con claridad el motivo de la reunión tripartita:
“Se inauguró en Santiago la Conferencia sobre riquezas marítimas del Pacífico
Sur”.
Otro despacho recoge las palabras del jefe de la
delegación peruana, el embajador Alberto Ulloa, quien calificó el evento como
un “acto de soberanía sobre los bienes que la Naturaleza nos ha otorgado”.
“La Conferencia –acota el cable de AP– estudiará en
el curso de la presente semana, el modo de preservar la flora, fauna y recursos
minerales de los mares del Pacífico Sur, incluyendo la producción ballenera”.
Con Odría paseándose en Arequipa y Velasco Ibarra
recién sentado en el sillón presidencial, ¿podrían los delegados haber
propuesto, debatido y acordado tratados de carácter limítrofe? Y si esto
hubiera sido posible, ¿dónde están los documentos que contienen las
coordenadas, grados, minutos y segundos que precisan esos límites? No existen.
Y la razón para ello es porque jamás se firmaron.
El debate en aquel momento era otro. La preocupación
de los tres países fue la defensa de sus recursos marítimos, amenazados
constantemente por la presencia de buques extranjeros en aguas del Pacífico,
capaces de filetear una ballena en minutos o levantar bancos enteros de atunes
con redes de arrastre. La anchoveta, por entonces, era una ilustre desconocida
y nadie le hacía caso.
Chile estaba preocupado por defender su pujante
industria ballenera, considerada uno de sus principales recursos de exportación
en ese momento, mientras que Ecuador centraba su interés en proteger con fuerza
el atún.
En esos días de la conferencia en Santiago, Ecuador
tenía serios problemas con barcos pesqueros norteamericanos detenidos por el
gobierno ecuatoriano en la Bahía de Guayaquil por violar las “aguas
territoriales”.
Quito había capturado los barcos pesqueros
norteamericanos “Sun Pacific” y “Equitor”, naves con matrícula de San Diego y
California.
Ecuador aún consideraba por entonces que sus aguas
territoriales eran de “12 millas marinas”, tal como lo señala un cable de
United Press (UP), fechado en Washington el 16 de agosto de 1952, publicado igualmente
por El Comercio de Lima.
El derecho del mar y las 200 millas
El dato es importante porque a partir de entonces
será la Declaración de Santiago la que establecerá, para los tres países
firmantes, “la soberanía y jurisdicción exclusivas que a cada uno de ellos
corresponda sobre el mar que baña las costas de sus respectivos países, hasta
una distancia mínima de 200 millas marinas desde las respectivas costas”.
Pocos días antes de aprobarse la Declaración de
Santiago, el panorama de la defensa del mar soberano era confuso.
“Las autoridades norteamericanas tienen entendido
que Ecuador afirma que sus aguas territoriales alcanzan a 12 millas, lo que es
considerablemente mayor que el de 3 millas a que se ajustan la mayoría de
países”, afirma el cable de UP, ¡apenas dos días antes de la firma del acuerdo
tripartito!
El mismo 18 de agosto de 1952, fecha en que se firmó
la Declaración de Santiago, otro cable de UP confirmaba la naturaleza del
impasse. “Funcionarios del Gobierno norteamericano dijeron que la incautación
de dos buques pesqueros de matrícula estadounidense frente a la costa de
Ecuador se ha originado en interpretaciones diferentes de las disposiciones del
Derecho Internacional sobre las aguas territoriales y derechos de
navegación”.
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