sábado, 4 de enero de 2014

RECUERDOS DE LA CARRETERA

Salgo de Lima a pasear y me voy dando cuenta que nada ha cambiado desde hace 30 anos. Las casas igual de viejas, los pueblos igual de pobres, las caras igual de largas. He escuchado esa frase infinidad de veces: yo era un nino en el asiento trasero del auto. La primera vez no tenia mas de seis o siete anos y el chófer a repetía una y otra vez, en cada uno de los viajes y en cada uno de los pueblos que atravesábamos. Estábamos en la carretera Panamericana Norte y era la década de delos setenta. De esa manera expresaba mi padre, detrás del volante, su sentimiento de pertenencia a una generación frustrada. Frustrada porque en l pais olvidad la gente siente que nadie se acuerda de ella. Miraba por la ventana lateral y confirmaba con mis ojos lo que mis oídos escuchaban . La ultima vez que pintaron esas casas (si alguna vez lo hicieron) debió haber sido hace 30 anos. Algunas bodegas pobres vendían gaseosas y chocolates en escaparates cubiertos de polvo, la gente caminaba arrastrando los pies y algunos camiones desvencijados se verían mejor en un museo que atravesando el desierto costero. Eran pueblos amargados, de prosperidad esquiva y progreso ausente. Dejaban la sensación polvorienta en todo. No solo no se pintaban las casas, ni siquiera se las limpiaba. El tiempo había, poco a poco, sepultado el orgullo de cada pueblo bajo toneladas de dejadez y uno veía que no había nada (y cuando digo nada, quiero decir nada) nuevo. Estaban petrificados en un pasado que anclaba su futuro. Ahora después de muchos anos, a cambado la posición en el auto y mis sobrinos van en el asiento posterior. Lo que nos dicen los padres se vuelve verdad, así no o sea. Y lo repetimos con la seguridad de que luego nuestros hijos y nuestros nietos también lo repetirán: "Nada ha cambiado desde hace 30 anos. Las casas igual de viejas, los pobres igual de pobres, las caras igual de largas". En realidad debería haber dicho sesenta , sumando alos treinta anteriores por mi padre, los treinta que pasaran luego que escuche la frase por primera vez. Pero mas de medio siglo ya es muy duro para condenar a un país mi padrea a la parálisis. Ya no seria un pais pasmado, seria un país difunto. Mis sobrinos confirmaban, moviendo la cabeza, que lo que veían era lo que escuchaban. Los mismos muros sin pintar y las mismas caras sin cambiar . Poco orgullo y mucha dejadez. Mucho pasado y poco futuro. Después de muchos anos hoy, vuelvo a recorrer la misma Panamericana en mis vacaciones, la misma carretera que siempre atravesó pueblos tan inmóviles como sus bermas. Ahora van en el asiento de atrás, los hijos de aquellos sobrinos anteriores. Pero ya no puedo repetir (n ellos escuchar) la misma frase. Mucha ha cambiado desde entonces, demasiado. Las viejas casas han abierto el paso a nuevas. Muchas de las viejas que quedan están pintadas y la agroindustria repite en el desierto las mismas imágenes que anos atrás enviaba cuando viajaba por la costa lleno de ordenados verdes enclaustrados en cercos bonitos y modernos. Camiones mas grandes y modernos han ido reemplazando a los destartalados y la misma panamericana esta creciendo, engordando, siendo cada vez menos trocha y mas autopista. Pueblos grandes como Chimbote, Trujillo, Chiclayo o Piura comienzan a parecer mas ciudades. Centros comerciales, supermercados, "fast foods" y hasta cines (que se creían extintos en provincias) proliferan llenos de vida y de gente. No se si sera sueno, ilusión óptica o simple efecto de los real maravilloso latinoamericano,ero me parece que las personas sonreían mas , caminan mas rápido y se visten con ropas mas nuevas y coloridas. Quizás no saben quien , pero sienten que alguien se acordó de ellos. Hay todavía mucho que hacer. Estamos lejos de ser lo que podemos ser, pero la carretera que atraviesa la provincia costera esta lejos de ser la misma que era ayer. Hoy se puede viajar por la Panamericana con la esperanza de que tus hijos y nieos descubran cosas nuevas en el próximo viaje

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